Audacia en clave couture: el exclusivo desfile de Carolina Herrera en Madrid, con María Becerra y Pampita

Las siluetas etéreas y las paletas vibrantes transformaron la emblemática Plaza Mayor de Madrid en una galería de moda

La icónica Plaza Mayor de Madrid se vistió de fiesta. Bajo sus arcos históricos y la luz dorada del atardecer, Carolina Herrera presentó sus tendencias para la primavera/verano. Un desfile que unió el encanto atemporal de la ciudad con la elegancia vibrante de la firma, convirtiendo el corazón de Madrid en un verdadero manifiesto de estilo.

Es la primera vez que la marca muestra una colección principal fuera de Nueva York y la tercera presentación internacional en sus 44 años de historia. Inspirada en un encuentro entre el Siglo de Oro madrileño y el espíritu irreverente de la movida de los años 80 —la misma década en la que nació la casa—, la propuesta enlaza pasado y presente en una reivindicación de la feminidad proyectada hacia el futuro.

“Madrid siempre ha sido una de mis ciudades favoritas en el mundo, rica en historia, arte y cultura. Es el hogar de creadores excepcionales que tienen una mirada única hacia la belleza y la alegría”, afirmó Wes Gordon, director creativo de Carolina Herrera, en el marco de la 40 edición de la Madrid Fashion Week.

La paleta cromática explora la tensión entre la audacia y el romanticismo: desde el calor del azafrán hasta el rojo Herrera, el Rioja profundo, un rosa eléctrico, el lila violeta, el blanco puro y el negro gráfico. Algunas combinaciones evocan también las yuxtaposiciones inesperadas de estampados y colores del universo de Pedro Almodóvar.

En el centro de la colección se destacan tres motivos florales: el clavel, emblema de Madrid, se refleja en hilos y jacquards; la violeta, en referencia a los célebres caramelos de la ciudad, aparece en delicados bordados tridimensionales; y la rosa del Retiro, símbolo de la transformación del patrimonio cortesano en un espacio público.

Las texturas conectan referencias históricas con la construcción contemporánea: un jacquard de clavel dorado evoca los brocados; la lana a cuadros remite al empedrado de la Plaza Mayor en negro y azafrán; encajes ligeros pero firmes recuerdan las mantillas y toldos de la plaza; y bordados de rejilla de lúrex remite celosías. Los lunares —código Herrera— reaparecen en nuevas siluetas, vestidos con volantes y prendas de día de líneas escultóricas.

La colección rinde tributo a mujeres como Paloma Picasso o Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, figuras que encarnan una mezcla de dramatismo y modernidad. La sastrería de Herrera se despliega en formas trapecio, estructuras de cadera que evocan la montera de los toreros y pantalones entallados que recuerdan al estilo goyesco.

Las mangas, sello de la casa, se inspiran en las chulapas: hombros marcados, cinturas ceñidas y faldas con volantes reinterpretadas en clave Herrera. Los bolsos se presentan con un enfoque minimalista, no como accesorios, sino como parte esencial de la silueta de la marca.

La colección se define como una carta de amor a Madrid: ciudad de contrastes, precisión, audacia y belleza, vista a través del prisma caleidoscópico de Carolina Herrera.


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La icónica Plaza Mayor de Madrid se vistió de fiesta. Bajo sus arcos históricos y la luz dorada del atardecer, Carolina Herrera presentó sus tendencias para la primavera/verano. Un desfile que unió el encanto atemporal de la ciudad con la elegancia vibrante de la firma, convirtiendo el corazón de Madrid en un verdadero manifiesto de estilo.

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