Detrás de escena: volver a la belleza interior
El camino hacia un liderazgo femenino más visible
En un mundo que tantas veces nos invita a competir, a compararnos y a medirnos por estándares externos, la verdadera belleza no se encuentra en el espejo ni en la mirada ajena: sino en un corazón en paz y una mente que ha elegido el amor por encima del miedo.
La cultura contemporánea nos empuja a buscar validación en la superficie. Sin embargo, la belleza más profunda no se compra ni se fabrica. Se cultiva en el silencio interior, en la capacidad de volver una y otra vez al amor como principio rector de la vida. Esa elección -porque el amor siempre es una elección- transforma no sólo cómo nos vemos, sino cómo somos percibidos. Una mujer que lidera desde la compasión, un hombre que actúa desde la integridad, una persona que se atreve a ser auténtica: todos ellos encarnan una forma de belleza que ninguna cámara puede capturar del todo.
El liderazgo consciente, especialmente en las mujeres, no se trata de imponerse, sino de inspirar. Y la inspiración surge cuando hay coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que mostramos y lo que sentimos. Esa coherencia es magnética: atrae, conmueve, deja huella. En un desfile, en una reunión de trabajo o en la intimidad de un encuentro personal, la belleza interior se convierte en el verdadero accesorio que nunca pasa de moda.
Volver al amor significa recordar quiénes somos en esencia: seres capaces de ternura, de empatía, de solidaridad. Cuando nos alejamos de esa verdad, nos volvemos frágiles, ansiosos, dependientes de la aprobación externa. Cuando regresamos al amor, en cambio, recuperamos la fuerza y la gracia que nos hacen brillar. Esa luz interior es la que embellece el rostro, suaviza los gestos y convierte la presencia en un regalo para los demás.
La moda y la belleza, entonces, pueden ser mucho más que industrias: pueden ser lenguajes que expresan esta transformación. Vestirnos no solo para ser vistos, sino para recordar quiénes somos. Cuidar nuestro cuerpo no solo para responder a un ideal, sino para honrar el templo que sostiene nuestra vida. Embellecernos no para ocultar, sino para revelar.
En última instancia, la belleza verdadera no es un atributo físico, sino un estado del alma. Y cuando elegimos volver al amor, esa belleza se vuelve inconfundible: ilumina, inspira y transforma todo lo que toca.
Marianne Williamson es conferencista y activista estadounidense, autora del best seller «Volver al Amor»
En un mundo que tantas veces nos invita a competir, a compararnos y a medirnos por estándares externos, la verdadera belleza no se encuentra en el espejo ni en la mirada ajena: sino en un corazón en paz y una mente que ha elegido el amor por encima del miedo.
La cultura contemporánea nos empuja a buscar validación en la superficie. Sin embargo, la belleza más profunda no se compra ni se fabrica. Se cultiva en el silencio interior, en la capacidad de volver una y otra vez al amor como principio rector de la vida. Esa elección -porque el amor siempre es una elección- transforma no sólo cómo nos vemos, sino cómo somos percibidos. Una mujer que lidera desde la compasión, un hombre que actúa desde la integridad, una persona que se atreve a ser auténtica: todos ellos encarnan una forma de belleza que ninguna cámara puede capturar del todo.
El liderazgo consciente, especialmente en las mujeres, no se trata de imponerse, sino de inspirar. Y la inspiración surge cuando hay coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que mostramos y lo que sentimos. Esa coherencia es magnética: atrae, conmueve, deja huella. En un desfile, en una reunión de trabajo o en la intimidad de un encuentro personal, la belleza interior se convierte en el verdadero accesorio que nunca pasa de moda.
Volver al amor significa recordar quiénes somos en esencia: seres capaces de ternura, de empatía, de solidaridad. Cuando nos alejamos de esa verdad, nos volvemos frágiles, ansiosos, dependientes de la aprobación externa. Cuando regresamos al amor, en cambio, recuperamos la fuerza y la gracia que nos hacen brillar. Esa luz interior es la que embellece el rostro, suaviza los gestos y convierte la presencia en un regalo para los demás.
La moda y la belleza, entonces, pueden ser mucho más que industrias: pueden ser lenguajes que expresan esta transformación. Vestirnos no solo para ser vistos, sino para recordar quiénes somos. Cuidar nuestro cuerpo no solo para responder a un ideal, sino para honrar el templo que sostiene nuestra vida. Embellecernos no para ocultar, sino para revelar.
En última instancia, la belleza verdadera no es un atributo físico, sino un estado del alma. Y cuando elegimos volver al amor, esa belleza se vuelve inconfundible: ilumina, inspira y transforma todo lo que toca.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios