Ha muerto la reina ¿Viva el rey?


Carlos III conoce mejor que nadie -salvo la propia reina recién fallecida- el protocolo y las normas de palacio. Pero las ha violado varias veces.


Isabel II, reina de Inglaterra muerta el jueves pasado a sus 96, era una de las personas más famosas del planeta y que contaba con mayor respeto y hasta cariño popular en un mundo en el que cada día escasean más las pasiones positivas. Ella logró ser reina porque el azar de la historia cortó la línea sucesoria principal de la monarquía británica con la abdicación de su tío, Eduardo VIII. Nunca tuvo una preparación especial para ser la soberana de un imperio que, cuando ella nació (1926) aun dominaba la tercera parte del planeta. Es más, casi ni tuvo una educación intelectual. Como bien se ve en la serie The Crown (una ficción que contiene mucha información verídica) Isabel tuvo que insistir mucho para que le dejaran leer sobre historia y política cuando ya estaba a punto de ser la reina.

Salvo Luis XIV (quien reinó 72 años, ya que murió a los 76, pero fue coronado a los 4 años), no se conoce otro reinado más extenso en toda la historia. Incluso Ramsés II, quien reinó hace más de 3000 años, y tuvo el reinado más extenso fuera de Luis XIV hasta hace poco, reinó casi un año menos que Isabel. Es cierto que tanto Ramsés como Luis fueron monarcas absolutos y que hasta sus más mínimos caprichos eran órdenes para todos sus súbditos, mientras que Isabel fue la cabeza de una monarquía parlamentaria en la que el poder político que toma las decisiones cotidianas está en el Primer Ministro (o, ahora, en la Primera Ministra, Elizabeth Truss).

Isabel II asumió en 1952 (coronada en 1953) cuando aun Gran Bretaña conservaba gran parte de su imperio. A lo largo de las siete décadas de su reinado ese imperio ha desaparecido y solo quedan bajo dominio de la corona algunas posiciones residuales, que son sin embargo bases militares estratégicas, como las Malvinas o Gibraltar. Desde el punto de vista del poderío británico se puede decir que el reinado de Isabel II sucedió durante la época en que su nación perdió influencia mundial de manera pronunciada: cuando ella asumió aun era una gran potencia mundial y hoy es un país próspero, con muchos problemas económicos, en medio de una Europa que ha perdido el rumbo.

Isabel aprendió, incluso antes de asumir su reinado, a cumplir lo que se esperaba de una buena monarca: callar, no expresar nada, no mostrar jamás que tomaba partido en ninguna dirección. Sostener ese silencio durante cada día de cada semana de cada mes de cada año durante más de 70 años es una tarea dificilísima que ella logró coronar con absoluto éxito. Nadie sabía realmente qué pensaba la reina.

Muerta Isabel, asumió Carlos (el antiguo Príncipe de Gales declaró en una entrevista: “nadie sabe el infierno que es ser Príncipe de Gales, solo los pocos Príncipes de Gales que han existido”). Ahora Carlos III (los dos Carlos anteriores reinaron en el siglo XVII) comienza su reinado en un momento en el que Gran Bretaña está en graves problemas y muy lejos de la posición de privilegio que tuvo cuando asumió su madre. Además, Carlos no goza de las simpatías de la mayoría de la población británica. La última encuesta, que daba una imagen positiva del 75% para Isabel (con un 70% para el príncipe William) da un escaso 42% de aprobación para Carlos.

En gran medida la imagen negativa de Carlos surgió en el enfrentamiento que mantuvo durante una década con Diana Spencer, la madre de sus hijos, de la que se divorció hace varias décadas (es el primer Windsor que se ha divorciado que llega al trono). Diana gozaba del amor del pueblo británico. La serie The Crown humanizó algo a Carlos y mostró un poco del rostro menos agradable de Diana, pero aun así mucha gente sigue creyendo que ella era una diosa y él un tonto, además de feo y orejudo. Una imagen vale mucho.

Carlos III es el primer rey inglés que fue a un colegio y estudió en la universidad. Es el primero que se divorció. Es el primero que se dedicó a investigar en artes y ciencias y que se formó en política e historia. Conoce mejor que nadie -salvo la propia reina recién fallecida- el protocolo y las normas de palacio. Pero las ha violado varias veces, por ejemplo durante el gobierno de Tony Blair (con el que mejor se llevó) impulsando medidas progresistas sobre la ecología y el trato a los animales, además de apoyar leyes por el matrimonio igualitario.

A diferencia de Isabel, de Carlos se conocen sus opiniones políticas. Eso le juega en contra. Casi tanto como su imagen de hombre cansado que asume una tarea descomunalmente compleja cuando es ya viejo -ser viejo aun es un disvalor para la mayoría-.

¿Transformará Carlos a la monarquía inglesa en una más testimonia, como son otras monarquías que se han modernizado -la sueca, por ejemplo-? No sabemos qué hará.

Sabemos que Carlos tiene muchos más problemas por delante que soluciones a mano. Sabemos que le toca actuar en un mundo que se está disolviendo. Sabemos que llega tarde para el pasado y demasiado pronto para el futuro.


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