Murió Philippe Noiret, un actor inolvidable

Protagonizó "Cinema Paradiso" e interpretó a Neruda en "El Cartero". Mostró su talento en 130 películas y en Francia lo llamaban "monumento del cine". Tenía 76 años y fue un dandy.

PARIS.- El actor francés de «Cinema Paradiso» Philippe Noiret murió ayer a los 76 años, luego de una enfermedad prolongada. El actor que personificó a Pablo Neruda en «El cartero», trabajó en 130 películas a lo largo de una carrera forjada en cinco décadas, lo que le valió que en Francia lo llamaran «monumento del cine».

Actor fetiche de Bertrand Tavernier («El relojero de Saint Paul», «Que empiece la fiesta», entre otras), Philippe Noiret formó parejas míticas con Catherine Deneuve, Romy Schneider y Simone Signoret, y obtuvo dos premios César de interpretación en 1976 por su trabajo en «El viejo fusil» (Robert Enrico) y en 1990 por «La vida y nada más» (Tavernier).

Nacido el 1 de octubre de 1930 en Lille (norte de Francia) Noiret fue un pésimo alumno que fracasó varias veces en sus intentos de obtener el diploma de bachiller. En 1953 entró al Teatro Nacional Popular (TNP) de Jean Vilar donde trabajó durante siete años interpretando más de 40 obras. Allí conoció a la actriz Monique Chaumette, con quien se casó en 1962. A la vez trabajó en cabaret en un dúo cómico con Jean-Pierre Darras.

Su primer trabajo en el cine data de 1956 en «La Punta corta», de Agnès Varda, pero su verdadero debut en celuloide fue en 1960 en el filme «Zazie en el metro» de Louis Malle. En los años setenta realizó su carrera cinematográfica en Italia, en especial bajo la dirección de Mario Monicelli y se convirtió en figura imprescindible de las comedias francesas de éxito en los años ochenta y noventa, en especial con «Les Ripoux» de Claude Zidi en 1984 y los dos filmes que lo siguieron con el mismo título. Philippe Noiret pasó a ser una estrella francesa gracias al «Viejo Fusil» de Robert Enrico que le proporcionó un premio César (equivalente francés de los Oscar) al Mejor Actor en 1976.

Amaba los caballos, los zapatos, la vida campesina y los cigarros, de los que fumaba dos diarios desde hacía 50 años. Con su voz grave de dicción impecable solía decir: «Las bases de mi vida son el amor, la amistad, el afecto y el trabajo». Tras esta imagen de dandy lleno de humor, gentil aunque levemente cínico, se escondía un hombre totalmente dedicado al trabajo y fiel a lo que de veras le interesaba: más

de 50 años de oficio, más de 40 años de matrimonio, más de 30 años en la misma casa de campo. Su muerte dejará un vacío a los cinéfilos amantes de películas francesas. (AFP/Télam)


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