Ni tanto amor ni tanta cólera

Mañana estrenará la poca acertada versión de la novela de Gabriel García Márquez, "El amor en los tiempos del cólera".

La película estadounidense «El amor en los tiempos del cólera», que se estrena mañana en salas del Villages Cines Neuquén, intenta trasladar al cine la novela del premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Pero el realizador Mike Newells se muestra incapaz de captar el espíritu del original.

La historia cuenta que Florentino Ariza (Javier Bardem) se enamora para siempre de la joven Fermina Daza (Giovanna Mezzogiorno), pero debe esperar más de medio siglo para conquistarla, pues ella decide casarse con el médico Juvenal Urbino (Benjamin Bratt).

Mientras tanto, Florentino vegeta como empleado de telégrafos y convive con su madre (Fernanda Montenegro), al tiempo que pierde su jurada virginidad en manos de una desconocida y luego recorre un periplo de aventuras que lo lleva a superar las 600 conquistas.

Todo eso en el ámbito de una ciudad como Cartagena de Indias, con sus callejuelas abigarradas, su calor permanente y sus personajes pintorescos, entre los que prostitutas, marginales y vendedores ambulantes se mezclan sin distinciones.

El problema es que Hollywood no entendió nunca a esta parte del continente, por lo menos desde que hizo bailar el tango al «gaucho» Rodolfo Valentino durante el período silente.

La versión del británico Newells -director de «Cuatro bodas

y un funeral»- y el adaptador Ronald Harwood -lo fue con más fortuna en «El pianista», de Roman Polanski- se queda con una visión de álbum de figuritas en la que la melancolía del enamorado y la sensualidad del trópico brillan por su ausencia.

Es una pena: ya desde el principio, «El amor…» pesa por la poca inspiración plástica de sus imágenes, la evidencia de sus recargados maquillajes y la poca movilidad de una cámara sin inquietudes ni intención de detalles.

Podría ser Cartagena de Indias como cualquier otro escenario tropical, de América o de África; el filme no tiene color local más allá de una riña de gallos o una supuesta guerra civil que aparece y desaparece en un solo plano-secuencia.

También hay descuidos como los de confiar los personajes del padre y la tía de Fermina a intérpretes (John Leguizamo, Alicia Borrachero) que tienen casi la misma edad de Mezzogiorno.

Pero lo peor de la versión es el concepto de teleteatro de lujo y en pantalla ancha que la invade.

El disparate mayor reside en la escena del encuentro íntimo de la pareja central sobre el barco camuflado de cuarentena: Florentino Ariza esperó «51 años, nueve meses y cuatro días» para que todo se desarrolle sin misterio ni magia, en el trámite de un veterano matrimonio.


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