No era para bebés

– Salgamos de acá – dijo Clovis Rossi, de “Folha de Sao Paulo”…

– Sí, esto se está poniendo pastoso – acotó Pablo Cerón, de “Clarín” y a la decisión se sumó el enviado de “Río Negro”, que junto con otro argentino, Jorge Castro, analista político, caminaban por una Alameda a 48 horas del plebiscito, desbordaba de política. Esa columna vertebral que define mucho del espacio de Santiago de Chile, tenía por aquellos días algo de la Avenida de Mayo en los tiempos crudos de la Guerra Civil Española. En una vereda, la pasión republicana. En la otra, la reacción fascista. Ahora, por un lateral de La Alameda, El “No”, la oposición a la dictadura pinochetista. Por el restante, con cara torva, el “Sí”, sectores medios y altos, piedra basal del régimen militar desde lo social.

Fue por este lado que un grupo de mujeres, habían reconocido la condición de periodistas de Clovis y compañía.

– ¡Salgan de Chile, váyanse¡ ¡Ustedes vienen a mentir…a hablar de derechos humanos y esas cosas. Nada dicen de Allende y sus terroristas!- empezaron a chillar con dejos de amenaza y coro en aumento.

A metros de esta escena, Bianca Jagger, también estaba bajo cuestionamiento. Tenía puesto el mismo vestido de hilo negro y zapatillas blancas sin cordones que lucía en la madrugada de ese día, cuando ingresó al Hotel Carreras. Sobria, linda. Y Bianca, en el inmenso hall del por entonces más importante hotel de Santiago, había recibido miradas largas del español Adolfo Suárez. Bianca y Suarez, formaban parte de los más de 800 veedores del al plebiscito. Un lote que integraban, entre otros dos rionegrinos y legisladores provinciales: Nidia Povedano y Daniel Agostino, Pero había un invitado que no asistiría al plebiscito: Joan Manuel Serrat. Tres días antes viajaba rumbo a Santiago en el mismo avión que llevaba a varios periodistas. Ni bien el 727 frenó en Pudahuel, tres oficiales de Carabineros, de civil, se acercaron a Serrat.

– Señor, usted no baja. Se vuelve a Buenos Aires…

Serrat intentó protestar.

– Facilite la situación – lo cruzó uno de los carabineros con mucha profesionalidad. Y Serrat las facilitó.

En aquel Santiago bajo tensión, el rionegrino Agostino, el más joven legislador provincial, había recibido una sugerencia: “No lo toméis a mal, pero quiero hacerte una sugerencia: manéjate con prudencia. Este es un país bajo tensión… puedes tener problemas”, le había dicho un periodista. ¿Por qué la advertencia?

Porque en un viaje a la embajada Argentina, el micro quedó junto a una camioneta con patrulla militar. Caras pintadas, fusiles automáticos y sobre el techo una ametralladora 12.7. Agostino abrió la ventana del micro, y más con gestos que con palabras, expresó su desprecio por los efectivos. Estos giraron su cabezas. Lo miraron largo con cara de guerra.

Agostino volvió a su asiento. Blanco. Agustino supo entonces que ese momento “no era para bebés”, como tituló este diario al relatar el hecho en aquel octubre histórico para Chile.


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