Noche caliente con la Bersuit

Siete mil jóvenes dejaron el alma en el enérgico y delirante recital de la banda de Gustavo Cordera

NEUQUEN.- El Ruca Che es Roma. Nerón, un pelado ciclotímico. De pijamas. Que se regodea hablando de vicios y prohibiciones. Que disfruta alentando a miles de jóvenes que se sumen a esta «religión». Que no tiene credos ni tabla de mandamientos. Porque justamente no tiene límites. El Ruca Che aúlla, se quema, se desmorona. Bersuit está sobre el escenario. Simplemente eso.

¿Qué queda después de un recital como el que ofreció el jueves por la noche Bersuit Bergarabat en esta capital? Un recital que por momentos muta en una manifestación, un cacerolazo, un «aguante» piquetero, mapuche.

Gustavo Cordera es un ser codificado, que escupe contra el sistema, las industrias culturales, los gobiernos, Benetton, la Iglesia y todo aquello que le enreda los pies y le irrita la piel. Jodido debe ser ver enojado a Cordera, un tipo que con apenas un gesto provoca un caos, una debacle adolescente, desenfrenada.

Y ese calvo delirante, ficticio y mundano en el mismo envase se mueve como un predicador de mucha monta, que vomita fuego a bocanadas kilométricas y se coloca en la pose de mesías terrenal.

La verdad que le queda bien el papel -¿es un personaje?-, y termina siendo creíble. Porque del Ruca Che salís con la impresión de que existe vida fuera del sistema al margen de los parásitos y las amebas, que la globalización es una maquinaria perversa que alienta y crea sujetos inanimados, que Menem es «uno de los grandes ladrones de la historia argentina» -vaya novedad-, que Benetton le afana las tierra a los mapuches con la soberana impunidad del guante blanco, las mieles de vivir en el primer mundo y vacacionar en sus cavernas.

Pero paradójicamente cuando ganás la calle sólo atinás a comprar una remera, un póster, algo con los rostros «bersuiterianos». Culpa de Cordera y cía: para nada. Justamente son las trampas del bendito sistema.

Y los siete mil pibes -casi todos pibes- son una horda, un ejército de alienígenas. Sonámbulos robots comandados por una banda que deja más de lo que parece a simple vista. Que musicalmente es brillante no por el talento inacabado de sus integrantes, sino por la fusión genérica y la limpieza ideológica con la que juegan sus cartas.

Un show enérgico, que redefine el término catarsis, porque este efecto gregario es provocado en repetidas oportunidades, como un bis en catarata. Un orgasmo masivo, con pogos furiosos, rostros perdidos en humos prohibidos, y una histeria generalizada.

Nada nuevo. O todo, para quien era virgen en este tipo de manifestaciones.

Decenas de hits de alto vuelo, con un Cordera que actúa y cambia sus estados de ánimo como una camiseta. Que hace de su humanidad una cascabel, con el veneno incluido entre sus dientes.

El calor es insoportable, y el mercurio no deja de ascender por ese maldito termómetro. Entonces deciden irse, y volver vestidos con calzoncillos largos blancos, en trencito, provocando, riéndose de esos que los apuntan como los más perversos del rock nacional.

Cae «La argentinidad al palo», y recitan, ofertan las noticias como el diariero de tu barrio: «ahora parece que Repsol-YPF le compró a Neuquén la provincia», «Benetton sigue echando a los mapuches de sus tierras»…

Dos horas y veinte minutos de recital. Al palo. Los sonámbulos continúan en trance. Hasta que el calvo les da la última orden: «cojan mucho», y se pierde en la nada. Entonces despiertan, sudados, exhaustos, plenos.

 

Sebastián Busader

El veneno de un cordero

NEUQUEN (AN).- Gustavo Cordera lanzó críticas a diestra y siniestra. De Menem a Sobisch, de Benetton a Zanon, de los vicios a la muerte. El «pelado» dijo cosas como éstas:

• «Esta canción está inspirada en la noble espiritualidad de pueblos que después de 500 años no han desaparecido. Para ellos, los mapuches. Para recuperar nuestra identidad habría que preguntarle a ellos quiénes somos».

• «Este tema («La calavera») está dedicada a la gente que lucha por la ley (2.302) que protege a los niños y los adolescentes en Neuquén. No dejen que armen cárceles como en Texas. Los gobiernos tiene que aprender que la mejor manera de darle seguridad a la población es no robarle la plata a la gente y darle trabajo. Cuidado con las autoridades de esta provincia, son parte de los resabios del menemismo».

• «Yo me he enamorado miles de veces, muchachos. Espero esta noche volver a enamorarme mil veces más (y sonó «Mi caramelo»)»

• «Cantémosle a nuestra infalible compañera en esta carrera que siempre nos toca perder (en «No seas tan parca»)».

• Cordera le dedicó «Otra sudestada» a los obreros de Zanon: «Ellos le pusieron el alma, el corazón y los huevos y les demostraron a todos y al país que de esta manera se puede salir adelante con cualquier proyecto. Ahora nos enteramos que el señor Zanon (uno de los ladrones más grandes del país) está en la provincia para querer arrebatarles la cerámica, en complicidad con la justicia y el gobernador (Sobisch). No lo permitamos», arengó.

• «Me gustan todos los vicios, porque lo prohibido es lo mejor para mi felicidad».

• «(«El viento no para») se la dedicamos a todos los que se sienten exiliados en su propia tierra. Como esos que en la década de los '90 debieron irse en busca de nuevas fronteras. Aquí hay un índice de desocupación muy grande para una provincia tan rica».

• «El Día de la Raza es el peor de los festejos que podemos tener».


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