Opinión publicada

Te invitamos a leer los artículos de La Nación “La enfermedad vuelve a cambiar la política” por Joaquín Morales Solá y “Para un cristinista no hay nada peor que un peronista” por Jorge Fernández Díaz

Joaquin Morales Solá, en La Nación, opina que a raíz de la enfermedad presidencial, surgen varias preguntas:” ¿Estará la Presidenta en condiciones físicas de concluir su mandato? ¿Qué dirá su familia, donde ella depositó sus únicos afectos, sobre una madre que mezcla peligrosamente el estrés del poder y las constantes emergencias de la salud? Había otras preguntas tan irresueltas como aquéllas: ¿quién controlará el gobierno este mes de reposo, obligado por un problema aparentemente neurológico? ¿Su propia recuperación le permitirá llevar las riendas de la administración desde su lecho en Olivos? ¿Quién lo hará si ella no pudiera?”. Añade que “en diálogos muy recientes, Cristina Kirchner reaccionó seca y tajante cuando a un interlocutor se le escapó la palabra “transición” para definir los próximos dos años. Contestó convencida de que se trata del último tramo de su poder, pero señaló que esa palabra sólo correspondía a una gestión como la de Duhalde. Yo ejerceré la plenitud de mis atribuciones presidenciales hasta el último día, aseguró. Y agregó: El que me suceda decidirá si cambia o no la política de mi gobierno. Yo no cambiaré nada.En esas pocas palabras estaba la síntesis de su actual pensamiento antes de que la enfermedad la tumbara: sabe que irremediablemente se irá en 2015, no tiene ninguna certeza sobre su sucesión y no está dispuesta a cambiar nada en los próximos dos años. Podría modificar su equipo de gobierno, pero no las políticas fundamentales.”

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Jorge Fernández Díaz comenta en La Nación comenta la sorprendente caracterización que la presidenta ha hecho de Mauricio Macri: “Es el único que dice lo que piensa”. Añade que “la segunda lectura que tiene esa frase kirchnerista está dirigida a quienes ahora Cristina considera sus peores enemigos: los peronistas que la acompañaron durante la “década ganada”. Macri es el único que dice lo que piensa, mientras que Massa, Scioli y los demás piensan lo mismo, pero encubren sus intenciones. El despecho de la Presidenta, que pasó de Evita rediviva e indiscutida líder del movimiento a pieza obsoleta, es muy grande. Y su percepción, sembrada de informes de inteligencia, no hace más que confirmarle día tras día que Magnetto y Macri son niños de pecho, príncipes del fair play al lado del verdadero “círculo rojo”, que son sus ex compañeros de ruta. A veces, los paranoicos tienen algo de razón. No existe otro lugar donde se hable tan mal del Gobierno como en las primeras filas del peronismo, donde cunden a partes iguales el pánico, la bronca y la hipocresía”. Más adelante sostiene: “Cristina se ve como Bachelet y piensa que Macri puede ser su Piñera, alguien a quien entregarle la herencia maldita, la papa caliente, para que se desgaste pagando la cuenta con su pellejo. Bachelet está por regresar triunfante al gobierno después de un turno mediocre durante el que se la extrañó muchísimo. Eso quiere Cristina Kirchner para sí misma: ser extrañada. Y sabe que un ex compañero la borraría para siempre de la conducción peronista y la vaciaría de poder, como ella hizo con su mecenas Eduardo Duhalde… Es por eso que hoy para un cristinista no hay nada peor que un peronista”.

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