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COP28: Cautela indígena ante los grandes planes de protección de bosques

Las multimillonarias iniciativas para preservar selvas tropicales hacen acordar a otros proyectos fallidos. “Los esquemas de financiamientos diseñados en los últimos 30, 40 años fueron construidos sin nuestra participación" aseguran los originarios.

Jordi Zamora*

Los científicos afirman que una vez que se destruya entre el 20% y 25% de la selva, las lluvias se reducirían drásticamente en la Amazonía

Brasil presentó en la COP28 una iniciativa multimillonaria para proteger las selvas tropicales, que pretende aunar fuerzas con otros gobiernos pero despierta cautela entre los principales guardianes de la biodiversidad, los pueblos indígenas.

Promovida por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en Dubái, la propuesta brasileña consiste básicamente en la creación de un fondo internacional que premiaría a los países por cada hectárea de selva o bosque conservada, mediante una verificación internacional.

El fondo, del que podrían beneficiarse 80 países, debería arrancar con 250.000 millones de dólares.

Los países candidatos no pueden sobrepasar un porcentaje máximo de deforestación anual.

Por cada hectárea deforestada en exceso, el país sufriría una penalidad o descuento equivalente a 100 hectáreas preservadas.

El monitoreo debe ser transparente y aceptado mutuamente por inversores y beneficiarios.

“Realmente es una iniciativa muy osada”, reconoce Cristiane Julião, una indígena pankararu y dirigente de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB).

Pero Brasil arrastra desde hace décadas el problema de la demarcación de las propiedades indígenas, recuerda esta activista a la AFP.

“Ya tenemos acuerdos que han sido hechos, pactados, pero no han sido ejecutados”, dice.

Una cancha de fútbol cada cinco segundos


La deforestación es a la vez vector y consecuencia del cambio climático.

La Tierra perdió un área de selva tropical virgen equivalente a un campo de fútbol cada cinco segundos en 2022, según un estudio del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) de junio de este año.

Los 41.000 km2 de superficie talada o quemada el año pasado equivale a la superficie de Suiza o Países Bajos.

El rol de los pueblos autóctonos es esencial para proteger esos bosques originarios, según han reconocido las conferencias del clima de la ONU (COP) desde el Acuerdo de París de 2015.

El 80% de la biodiversidad planetaria se encuentra en zonas donde hay presencia indígena, según la ONU.

Pero la conservación es una prerrogativa celosamente guardada por cada Estado que suscribe los acuerdos climáticos.

La iniciativa brasileña “es una buena idea (…) pero tenemos que hallar la manera en que los bosques pueden atraer inversiones, atraer fondos que puedan rivalizar con las inversiones perversas”, explica a la AFP Joseph Itongwa Mukumo, indígena bambuti de la República Democrática del Congo.

El sistema de créditos carbono, por el cual las empresas pueden compensar emisiones de gases de efecto invernadero mediante la reforestación o la entrega de dinero a comunidades indígenas, genera mucha controversia.

La lucha contra el cambio climático está generando una combinación inédita de fondos privados y públicos que es toda una novedad explosiva para unas poblaciones muy desprotegidas, culturalmente y financieramente, advierten expertos.

“No queremos bosques cerrados, como las áreas protegidas, y la gente viviendo fuera”, advierte Itongwa Mukumo, representante en la COP28 de toda una red de organizaciones indígenas africanas, Repaleac.

El primer paso, creen los activistas presentes en la COP28, sería repartir títulos de propiedad a las comunidades.

Pero eso se topa con realidades legislativas muy diferentes en cada país.

¿Un pedazo de selva es propiedad de los indígenas que la habitan ancestralmente, o del conjunto de ciudadanos de unos países surgidos de la descolonización?

Lentitud y burocracia

Hace dos años, en la COP26 de Glasgow, gobiernos occidentales e instituciones privadas como la Fundación Ford anunciaron un fondo de 1.700 millones de dólares para ayudar a los indígenas en el mundo entero a pelear por esas tenencias.

Dos años después, el fondo ya ha desembolsado aproximadamente la mitad del dinero.

Pero solamente un 2,1% fue a parar directamente a los indígenas sobre el terreno, reconoce el balance presentado en la COP28.

Hay problemas burocráticos, y faltan organizaciones con preparación adecuada sobre el terreno, explica a la AFP Kevin Currey, responsable de programa de la división de recursos naturales de la Fundación Ford.

“Los sistemas de donantes son engorrosos, nuestras organizaciones son burocráticas y lentas. Y no es una tendencia que podrá cambiar de la noche a la mañana” acepta este responsable en entrevista con la AFP.

“Los esquemas de financiamientos diseñados en los últimos 30, 40 años fueron construidos sin nuestra participación. Se hicieron quién sabe en qué edificios”, critica Levi Sucre Romero, indígena bribi costarricense.

(*) Periodistas de AFP


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