Falta confianza y respeto

El empoderado ministro de Economía, Sergio Massa, recogió el guante lanzado por el embajador estadounidense Marc Stanley en el reciente Council of América, acerca de la necesidad de “hacer una coalición ahora y no esperar el 2023” y pidió a los sectores del gobierno y de la oposición “no tener vergüenza ni miedo” de sentarse en una mesa a dialogar para superar la crisis.

Es probable que al embajador le haya jugado una mala pasada una traducción literal del inglés, y no se refiriera a una alianza político-electoral que vaya desde el peronismo al Pro, imposible en una sociedad tan polarizada como la argentina, sino a la necesidad de diálogo político y acuerdos institucionales habituales en cualquier democracia, más allá de las naturales diferencias ideológicas.

Stanley habló de tres áreas económicas donde a su juicio podrían converger intereses comunes: las oportunidades que dan la energía (en especial el gas y petróleo de Vaca Muerta), la minería (particularmente el litio) y las exportaciones agroindustriales, en la situación global creada por la pandemia y la invasión rusa a Ucrania.

La llegada de Massa al centro de la escena política, con un debilitado presidente y una silenciosa Cristina Kirchner hace suponer que se abren posibilidades de mayor cooperación con la oposición. A Massa -pese a no contar con buena imagen- se le reconoce desde su presidencia de Diputados capacidad de diálogo hacia adentro y hacia afuera del Frente de Todos. Además, en sus primeras medidas anunció ejes como la disciplina fiscal, el reordenamiento tarifario, gestos conciliadores hacia el agro y el cumplimjento del acuerdo con el FMI que están en sintonía con algunos reclamos de la oposición.

Pero es complejo pensar en que de golpe el oficialismo y la oposición se sienten a negociar. Hay escasos incentivos para ello. En la visión cortoplacista de parte de la dirigencia, 16 meses para las elecciones no son muchos y piensa más en posicionarse que en cultivar una cultura del diálogo y el respeto institucional. Como señala el politólogo Carlos Fara, mientras muchos oficialistas confían en que “súper Massa” les abra otra oportunidad, los “halcones” opositores esperan que el gobierno fracase y suplique por ayuda.

A ello se suman las formas. Son tan persistentes los reflejos de la “grieta”, que en la misma semana en que Massa convocaba al diálogo, su esposa Malena Galmarini y medios oficiales “escrachaban” a famosos y empresarios por recibir subsidios energéticos (dados legalmente por el propio kirchnerismo), el periodista Roberto Navarro incitaba a la violencia contra colegas críticos del gobierno y Hebe de Bonafini convocaba a una “pueblada” si la Justicia falla contra Cristina.

El hostigamiento y la descalificación, contradictorios con las gestiones oficiales, además de la duda sobre quién ejerce el poder real en el Gobierno, generan un clima de desconfianza difícil de superar.

Mirar el largo plazo


Los expertos en comunicación política señalan que para cualquier gobierno, la búsqueda de consensos para mantener la gobernabilidad no son una opción entre otras, sino el único camino posible a largo plazo. Se construye cuando se está en un buen momento, no cuando el agua llega al cuello. Y aquí, las formas importan tanto como el fondo: no se puede llamar al diálogo y descalificar al mismo tiempo.

La crítica situación parece haber abierto una oportunidad a los moderados. Según las encuestas la sociedad respalda medidas de austeridad y racionalidad del gasto, aunque espera rápidos resultados en la lucha contra la inflación y que el ajuste también llegue a la política.

La exigencia no es sólo hacia el Gobierno: a la oposición se le reclama más que críticas y posiciones de fuerza; también alternativas económicas concretas y razonabilidad para colaborar con la estabilidad.

La dirigencia debiera comprender que el país no está hoy para hegemonías imposibles, pero tampoco para disrrupciones demagógicas que empeoren la situación. La situación demanda, además de palabras y buenas intenciones, una ética de la responsabilidad y una madurez hasta ahora ausentes en buena parte de la política.


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