La Danza de los velos de la IA

Los algoritmos de plataformas de redes sociales, e-commerce, scoring financiero o publicidad, no revelan nunca con claridad cuál es su intención final con cada interacción.

“Lo que parece enigmático llama la atención de inmediato. Un cierto aire de misterio realza la presencia y despierta expectativas. Utiliza el misterio para seducir, atemorizar o embaucar”, así lo indica Robert Greene en la Ley nro. 6 de “Las 48 leyes del poder”.

El misterio es una fuente poderosa de atracción. Greene lo ejemplifica con la imagen de la bailarina que danza entre velos: lo que revela excita, pero lo que oculta aumenta el interés. Esa es la esencia del misterio y también una de las estrategias más efectivas para ejercer poder sin resistencia.

La inteligencia artificial, al igual que la figura enigmática, fascina porque no se comprende del todo. Nos deslumbra con su lenguaje técnico: redes neuronales, deep learning, algoritmos predictivos, procesamiento natural del lenguaje, se activa un halo de poder casi místico, una inteligencia sobrehumana. A cada paso, despliega un velo. Y en cada velo, un secreto que no terminamos de descifrar.

La IA es esa bailarina cubierta de códigos, nos muestra apenas fragmentos de su danza, guiándonos entre asombro, desconocimiento y seducción. Cada revelación genera impacto, pero lo que permanece oculto, su lógica, sus fines, sus consecuencias, es lo que mantiene nuestra atención cautiva y le otorga poder.

Este concepto se vincula con una de las estrategias más sutiles y poderosas de Greene, quien argumenta que el misterio es fuente de fascinación, genera atención y temor. Lo inexplicado activa la imaginación del otro y cuando no se comprende completamente el comportamiento o las intenciones de alguien se lo percibe más poderoso.

La IA es como una bailarina cubierta por velos que se mueven con gracia. Solo deja ver lo que quiere. Cada velo que cae genera emoción, pero lo que aún no vemos es lo que mantiene nuestra atención.

La inteligencia artificial atrae en gran medida porque no se entiende completamente. El embrujo comienza a disiparse sólo al educarnos. Ya no la veremos como Terminator , una máquina de dominación, ni como un oráculo, infalible  de sabiduría. Descubrimos que es una creación humana, moldeada por datos, entrenada con sesgos, capaz de amplificar errores o de brindar soluciones éticas, según cómo se la programe y regule.

Si se profundiza en educación y capacitación, la fascinación empieza a dar lugar al pensamiento crítico. La comprendemos como una herramienta poderosa, pero también limitada, con posibilidades de uso ético o perverso, desmitificar es un acto liberador. No significa destruir la magia, sino aprender a utilizarla sin quedar sometidos a ella.

Durante siglos, el misterio de lo divino otorgó un enorme poder a sus intérpretes. Pero al secularizarse y estudiarse, se cambiaron las estructuras de poder. De igual forma sucedió con el lenguaje técnico médico que mantenía al paciente en una posición pasiva. Al acceder al conocimiento, los pacientes se empoderan. En este sentido las empresas tecnológicas mantienen en secreto sus algoritmos. Ese velo es lo que les da poder. Cuando se legisla, audita o explica, su influencia es más controlable.

Y allí, entra en juego otra de las leyes de Greene, la Ley N.º 3, oculta tus intenciones.
“Confunde, desvía, simula. El poder se fortalece en la sombra. Si no conocen tu propósito o planes, no podrán anticiparse, ni prepararse contra ti. Mantén tus fines en secreto. Ocultar tus intenciones es una táctica fundamental”

Los algoritmos de IA , especialmente en plataformas de redes sociales, e-commerce, scoring financiero o publicidad personalizada, no revelan nunca con claridad cuál es su intención final con cada interacción. Parecen transparentes, pero actúan con una lógica estratégica: aumentar clics, maximizar permanencia, moldear comportamientos, predecir decisiones. Operan en la sombra, con una narrativa amigable en la superficie… y un sistema opaco en el fondo.

La famosa caja negra no es solo una dificultad técnica, sino  estratégica. Es una forma de ejercer poder, sin control social. Lo que no se ve, no se cuestiona. Lo que no se entiende, no se controla. Y lo que no se cuestiona, se impone sin resistencia. Esa opacidad permite influir, si los demás supieran tus verdaderas intenciones, se protegerían de ti.

Desde el derecho y la ética, la opacidad algorítmica plantea desafíos urgentes, erosiona la autonomía del consumidor, compromete el consentimiento informado, desdibuja la transparencia en el trato y crea relaciones de poder asimétricas.

Formarse en IA, educación algorítmica, promover el diseño explicable, desarrollar auditorías legales, es la única forma de levantar esos velos; comprender sus fundamentos, usos, límites y riesgos, también crear nuevos velos conscientes y éticos, diseñados para proteger la dignidad humana.

El misterio otorga poder …sólo mientras no es comprendido. La IA está en ese punto de inflexión: si no la comprendemos y permanece envuelta en velos, será una fuerza que nos domine; si la entendemos, puede ser una aliada transformadora, podemos integrarla como aliada y gobernarla para el bien común. La clave está en educar, investigar y democratizar el conocimiento tecnológico para que nadie quede hipnotizado por sus algoritmos, los velos, pero tampoco excluido de la danza.

* Directora del Instituto de Derecho e I.A del CAyPNQN”