La democracia de las frustraciones que se bifurcan

La lógica del voto castigo termina en los laberintos de nuevas decepciones. Milei es hijo del voto castigo en contra de una clase política que fue insensible.

“Teseo y el Minotauro”, Maestro Tavarnelle, 1510.

Viejos malestares, nuevas decepciones.

1. El voto autoflagelante.


Hace casi dos años la sociedad festejó 40 años de democracia votando masivamente a Milei. De Alfonsín en 1983 a Milei en 2023. Esos contrastes hablan por sí mismos.

El último ballotage tuvo mucho de emocional y el Gobierno de Milei recibió desde el comienzo un apoyo basado en una ilusión, en un rencor antipolítico. En nuestros días, para algunos que lo votaron, la tierra prometida de Milei es la tierra de las promesas incumplidas.

El sistema político que dejó crecer durante años malestares e incentivó políticas de la fragmentación hoy se ilusiona con recuperar algo de su centralidad perdida. No parece interesado en realizar un diagnóstico sobre las razones estructurales y emociones sociales de aquel voto autoflagelante. Tanto el arco opositor como la interna oficialista le agradecen a los mismos bonaerenses que suelen querer dividir en cuatro nuevas provincias.

La fragilidad de Milei es manifiesta y un Gobierno sin gestión es más que débil si su sintonía emocional con las mayorías enojadas desaparece. El Gobierno puede intentar seducir con formas suaves o volver a su intensidad inicial con el peligro que el descontento crezca.

Milei puede ser pasajero y fugaz. Los malestares que lo llevaron al poder son estructurales y han sido profundizados en estos casi dos años. Posiblemente, un ciclo de inestabilidad económica e inflación los empeore y alimente otros gestándose en las sombras. Los partidos tradicionales eligieron polarizar públicamente contra el Gobierno -incluso cuando le aporten segundas líneas- sin proponer una visión de futuro para reconectar con una sociedad transformada.

Una crisis que amenazaba ser económica ahora es también política y electoral. Hubo momentos de debilidad presidencial en el pasado. En 1987 y 1989 con Alfonsín, 2001 con De la Rúa, 2002 con Duhalde y CFK en 2008. En 2020 la pandemia también fue un desafío para la gestión presidencial. Las crisis políticas pueden superarse. Lo que quedará es un plan económico “impracticable” como le dijo Joaquín Cottani, un ex colaborador de Caputo, a Maxi Montenegro.

El sistema de frenos y contrapesos fue creado por la Constitución para controlar las emociones sociales y proteger derechos y garantías. Las instituciones constitucionales se han demostrado ineficaces a la hora de frenar al poder presidencial. Los últimos dos años confirman ese viejo patrón histórico. El Decreto 70/23 y la Ley Bases mantienen una vigencia que contradice a la Constitución.

En estos momentos de crisis económica y política esa Constitución vuelve a ser clave, cuando el sistema presidencial pasa de ser todopoderoso a tener un freno en las urnas. De seguir la tendencia electoral, posiblemente la confrontación y el desgaste aumenten.

2 La frustración circular del voto castigo


En la democracia delegativa que vivimos, alguien gana elecciones, la sociedad pone complejas expectativas en ese acto, el voto no puede comunicar esas expectativas y esos cambios dependen de políticos que son totalmente autónomos a la voluntad de sus votantes. No hay capacidad institucional de controlar lo votado después de cada elección. Salvo cuando ya es muy tarde: en la próxima elección, al final del gobierno. El voto castigo es una autopsia, no un cambio real. Se vota pensando en el pasado, no proyectando un futuro.

Milei es hijo de varias décadas de polarización y errores transversales del sistema político, de diferentes oposiciones y oficialismos. Milei fue el voto castigo contra ese sistema político insensible en 2023. En la provincia de Buenos Aires comenzó un voto castigo contra Milei.

La experiencia de votos castigos en la historia argentina no es positiva. Los castigados pierden pero los nuevos oficialismos usualmente también pierden las oportunidades dadas. El voto castigo, como el mismísimo castigo, es negativo, no muy constructivo. Identifica un perdedor, da una oportunidad, genera un zig-zag, una alternancia que puede ser pendular.

La oposición goza al ver a un Gobierno soberbio ahora debilitado. Debería proyectar cómo reconstruir capacidades estatales para encaminar a una democracia cuyas frustraciones se multiplican y parece perdida en un laberinto sin salida.

*Abogado y Profesor de Derecho Constitucional.


“Teseo y el Minotauro”, Maestro Tavarnelle, 1510.

Viejos malestares, nuevas decepciones.

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