Ni republicanos ni independientes: las negociaciones secretas de los jueces supremos

La derrota es tanto de la Corte como del Gobierno. La Corte acompañó al Gobierno al sugerirle a Lijo y García Mansilla, rechazados expresamente por el Senado.

“Frina ante el tribunal de Chicago”, Bernard Gillam, Revista Puck (1884)

Jueces que venden su dependencia al mejor postor.

1. Un sistema judicial de intereses al desnudo

Las hipocresías que no funcionan más abren los caminos para el avance de un autoritarismo cínico que escucha los descontentos sociales. Los abogados de la democracia bipartidaria construyeron este poder judicial anómico y decadente. La independencia judicial nunca fue una ficción republicana y dejó de funcionar hace siglos.

En EEUU, el Juez John Marshall nunca fue independiente de su rival y primo lejano, el presidente Thomas Jefferson (1801-1809), ni del presidente Adams (1797-1801) que lo nombró en la Corte después de ser su Secretario de Estado. Marshall nunca fue “imparcial” en el caso “Marbury vs. Madison” (1803) porque él y su hermano James fueron quienes lo crearon. Marshall firmó como Secretario de Estado las designaciones de Marbury y los demás jueces de paz que nunca entraron en el cargo siendo, posteriormente, Presidente de la Corte y redactor de la sentencia más famosa de la historia judicial.

La independencia judicial es una fantasía, un mito, un abracadabra de magia institucional. Una mentira que al repetirla tantas veces como verdad, olvidamos que era justamente eso, una ficción, una ilusión hoy en crisis.

Estamos ante una época donde esas ficciones orientativas, esas narrativas acordadas, están siendo reformadas unilateralmente. Se caen las apariencias. Lorenzetti propuso a Lijo. Rosenkrantz y Rosatti le tomaron juramento a García Mansilla. Todos acompañaron la decisión del Gobierno, necesitaban los decretos y los obtuvieron. Entre la propia torpeza de la Corte, sus internas y la debilidad repentina del Gobierno sacó a la oposición de su pasividad y ahora se abre otra negociación que será nuevamente secreta.

La interpretación del bloque de poder que representa Milei está cambiando la Constitución en la práctica y nadie parece querer frenarlo. El Senado puso el primer tímido freno con los jueces en comisión.

Los jueces no son independientes. Tampoco son republicanos. Nada tiene de democráticas ni transparentes todas las negociaciones secretas que se estuvieron dando entre candidatos, senadores, operadores y demás interlocutores. Cuando un Juez negocia su ascenso con sus votos, amenazas, silencios o cronoterapia no es republicano. Se puede hacer para la familia judicial: para su hija Elenita como Highton.

Las promesas que se hacen, las transacciones, las traiciones posteriores son todo lo opuesto a las “virtudes republicanas”.

Se oculta lo que sucede. Los jueces son como las salchichas, mejor no saber cómo se hacen. Los chacinados judiciales son peores que los legislativos. Mucha triquinosis que termina en operaciones sin anestesia.

Los jueces comisionados no fueron ni son independientes de esas negociaciones. Estuvieron íntimamente comprometidos. Las 150 ternas en el Ejecutivo deben estar haciendo arder los whatsapps con invitaciones a cenas exclusivas y asados en barrios privados.

Ni Rosatti ni Rosenkrantz ni Lorenzetti fueron ni pueden ser independientes. Son todos interdependientes, dependen de alianzas y redes de un poder tanto económico, político, académico, profesional, judicial como burocrático. Mucho más cuando tienen expedientes y guerras judiciales multiniveles para enfrentarse.

Mansilla estuvo pendiente de su confirmación en el Senado mientras firmó sentencias (!) como Supremo. Lijo otro tanto en el cargo que puede continuar hasta sus 75 años. Los signos de exclamación no alcanzan.

La demencia de la guerra judicial entre Comodoro Py y la Corte, la parálisis del Consejo, son señales de que el sistema judicial argentino está en descomposición acelerada. Eso debería ser resuelto por una clase política cautiva que lucra con esos enfrentamientos y tiene vasos comunicantes en ambos espacios.

El poder judicial está hoy en el mismo ciclo de decadencia que el sistema político tuvo para generar este momento de antipolítica y hartazgo. Este tiempo sombrío que no para de oscurecerse. Una crisis económica local en un mundo inestable no hará sino potenciar toda esa descomposición

Cada vez más los jueces están al desnudo, como el retrato de Blaine que homenajea otro clásico de Jean-León Gérôme, y tienen tatuados sus escándalos, las corporaciones privadas y públicas que los sponsorean.

2 A más se debilite el Gobierno puede radicalizarse más.


Hay una buena razón para festejar y no es la que celebra la oposición desorientada. Si caen los jueces comisionados, cosa por verse con Mansilla todavía en la Corte, disminuye la posibilidad de designar Procurador General de la Nación por decreto con éxito. Ese era el gran peligro a evitar.

    Milei ha tenido óptima llegada, por ahora, a la Corte donde negocia con sus dos tribus y con el Procurador interino. No hubo ni un conflicto, ningún límite, ante inconstitucionalidades evidentes.

    La oposición saborea sus victorias simbólicas frente a un Gobierno que sigue perjudicando materialmente a la sociedad que lo votó y lo apoya. Habla de nulidades absolutas que siguen vigentes privatizando lo público y destruyendo lo estatal.

    Los únicos que no se empobrecen con las guerras judiciales que se están alimentando son los abogados que hacen denuncias mediáticas que no llegarán a nada, que sirven para un show que ellos denuncian pero nutren. Criticando a los jueces pero haciendo operaciones judiciales, los fortalecen y refuerzan sus lazos con el Gobierno, mientras éste se refugia en sus fantasías mesiánicas.

    La elección de este año se resolverá entre esas fantasías competitivas, las del oficialismo debilitado y las de una oposición sin plan, frente a una realidad explosiva y una economía raquítica bajo guerra comercial.

    * Abogado y Profesor de Derecho Constitucional.


    “Frina ante el tribunal de Chicago”, Bernard Gillam, Revista Puck (1884)

    Jueces que venden su dependencia al mejor postor.

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