No puede morir nadie más

También se mata cuando la sociedad mira para otro lado mientras se siembra odio, cuando se reduce todo a “opinión” sin entender que detrás hay vidas reales.

Marcha por Azul en Neuquén. Foto: Mati Subat

En Neuquén, una vez más, la violencia nos deja sin aire. Azul Mía Semeñenko, una mujer trans, fue asesinada. Desaparecida desde el 25 de septiembre, su cuerpo apareció días atrás. Su nombre se suma a una lista que no debería existir, una lista que expone una sociedad donde el odio encuentra cada vez más micrófonos, legitimidad y aplausos.

Vivimos tiempos donde los discursos violentos dejaron de ser susurros marginales para convertirse en declaraciones públicas, en programas de televisión, en tribunas políticas, en redes sociales llenas de crueldad impune. Se naturalizó la burla, el desprecio, la deshumanización de quienes no encajan en la norma. Se discute si las personas trans “merecen” derechos, si las políticas de inclusión son “privilegios”, si la vida de una persona vale menos por su identidad. Y cuando esas ideas se repiten una y otra vez, terminan habilitando lo peor: la violencia física, la muerte.

No se mata solo con un arma o un cuchillo. También se mata con palabras, con indiferencia, con el silencio. Se mata cuando una sociedad mira para otro lado mientras se siembra odio, cuando se reduce todo a una “opinión” sin entender que detrás hay vidas reales.

Azul era trabajadora estatal, vecina, compañera. Tenía una vida que construir, un cumpleaños por celebrar, un futuro por delante. Su historia no puede quedar archivada en una nota periodística . Tiene que interpelarnos como comunidad, porque lo que está pasando en Argentina no es casualidad: es el resultado de discursos que fueron legitimando el desprecio, y de instituciones que no siempre estuvieron a la altura para proteger y cuidar.

La violencia no empieza cuando aparece un cuerpo: empieza mucho antes, cuando alguien decide que otra persona vale menos. Cuando se ríen de una identidad. Cuando se niega una existencia. Cuando los discursos políticos hacen del odio una bandera.

Hoy, más que nunca, necesitamos volver a construir empatía. Volver a educar en humanidad. Volver a decir, con claridad, que las vidas trans importan, que las vidas diversas importan, que ninguna identidad es un error. Que no puede morir nadie más.

Porque detrás de cada transfemicidio, de cada crimen de odio, lo que se destruye no es solo una vida: se erosiona el sentido mismo de comunidad, de democracia, de futuro.

En la memoria de Azul, y en nombre de todas las que ya no están, que esta muerte no sea una más. Que nos duela, sí, pero sobre todo que nos mueva. Que no dejemos que el odio vuelva a tener lugar donde debería haber amor, respeto y justicia.


Marcha por Azul en Neuquén. Foto: Mati Subat

En Neuquén, una vez más, la violencia nos deja sin aire. Azul Mía Semeñenko, una mujer trans, fue asesinada. Desaparecida desde el 25 de septiembre, su cuerpo apareció días atrás. Su nombre se suma a una lista que no debería existir, una lista que expone una sociedad donde el odio encuentra cada vez más micrófonos, legitimidad y aplausos.

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