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Nyad, ¿inspiración o antideporte?

El 2 de septiembre de 2013, a los 64 años y en su quinto intento, nadó 177 kilómetros (según National Geographic) desde La Habana, hasta Key West en 52 horas y 54 minutos.

Diana Nyad es una periodista y nadadora de aguas abiertas, que nació en 1949 en Nueva York y vivió gran parte de su vida en la Florida. Se graduó con una licenciatura en inglés y francés e hizo un doctorado en literatura comparada en la Universidad de Nueva York.

Nyad completó un récord mundial femenino en la ruta de 22 millas de Capri a Nápoles, en 1975 realizó un nado alrededor de la isla de Manhattan y en 1979 cubrió un recorrido de 102 millas de la isla de Bimini en las Bahamas hasta Florida.

A sus 28 años, la atleta hizo su primer intento de nadar de Cuba a Florida dentro de una jaula de acero que la protegía de los tiburones, pero debió abandonar cuando una de las tantas corrientes que surcan el camino la desvió de su trayectoria.

Luego de 30 años sin nadar, Nyad (Ninfa del agua en griego, según su padrastro) volvió a entrenar, conflictuada entre la monotonía de su vida y su gran asignatura pendiente.

De ese “reemprender” trata la película estrenada en streaming que lleva el apellido de la protagonista. Una mujer tan perseverante, como obsesiva y egocéntrica.

Tales búsquedas la llevan a volver al nado progresivo, teniendo a su lado como guía y entrenadora a su mejor amiga, interpretada en el film por Jodie Foster.

El 2 de septiembre de 2013, a los 64 años y en su quinto intento, Diana Nyad nadó 177 kilómetros (según National Geographic) desde La Habana, hasta Key West en 52 horas y 54 minutos

Para ello aprendió de los errores. Contó con la embarcación y expertiz en corrientes de John Barlett, una antena que emitía una señal eléctrica que molesta al sistema auditivo de los tiburones, traje, máscaras y un par de kayakistas con palos, dispuestos a golpear en el hocico a los escualos.

Con los labios hinchados y con úlceras en la boca, por la sal y la exposición al sol, tras haberse desorientado y perder su coordinación, arribó por fin a las playas floridenses donde exhausta dijo:” Primero, nunca deberíamos rendirnos. Segundo, nunca somos demasiado mayores para perseguir nuestros sueños. Tercero, parece un deporte solitario, pero se necesita un equipo”

La historia inspira a cumplir los sueños postergados y a no bajar los brazos nunca.

Desde el concepto de deporte y en la medida que la salud entra en puja con el evidente exceso que significa nadar por tanto tiempo sin parar en aguas peligrosas, para una persona adulta mayor expuesta a demasiados peligros, no parece un ejemplo a imitar.

Quizás el haberse repuesto de ser víctima de un abuso sexual de pequeña, sus variados logros como atleta y el pertenecer orgullosamente a un colectivo minoritario, sean banderas que junto con su vigente actividad física, sean suficientes para el reconocimiento social. Más, hay territorios insondables de cada ser humano, donde su propia pasión lo lleva a estirar sus límites. Hay allí un ámbito difícil de auscultar y que queda en definitiva sujeto a sus propios designios, siempre que con ellos, no exponga a los demás.

Lamentablemente personajes como Nyad y su equipo de trabajo, solo adquieren relevancia con la obtención del récord. Seguramente de ello y durante décadas, fue plenamente conciente la veterana nadadora.

A tal punto que toda su lucha hubiera sido en vano, si ella no hubiera arribado casi moribunda a Smathers Beach tras sortear corrientes, tiburones, medusas y hasta perder la conciencia.

Ese quizás, sea el mar más morboso y duro de atravesar, el de la estupidez humana.

*Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario.


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