Romper el mito de la «generación de cristal»: la Z es el poder que ya redefine la política
La Z dejó huellas digitales desde los 8 años. La Alfa lo hace desde los 3. La Beta directamente nacerá con un modelo de IA anticipando sus elecciones. No estamos frente a un problema técnico: estamos frente a una nueva cuestión constitucional.
Cada época tuvo su tecnología dominante: la imprenta, la radio, la televisión. Pero por primera vez en la historia, las generaciones ya no se diferencian sólo por la edad, sino por la relación que cada una tiene con los algoritmos. Esa relación no es neutra: moldea cómo pensamos, cómo nos informamos, cómo votamos… y cómo entendemos nuestros derechos.
Hoy convivimos, en simultáneo, seis generaciones: “Baby Boomers”, “X”, “Millennials”, “Z”, “Alfa” y la incipiente “Beta”. Todas respiran un mismo aire digital, pero no lo viven igual. Algunas lo observan con prudencia; otras con entusiasmo; otras con naturalidad total. Y en el centro de esta revolución hay un grupo que está alterando la política, la cultura y hasta los mercados: los jóvenes de entre 18 y 25 años, la Generación Z
La Generación Z y el algoritmo como brújula
Entre los 18 y los 25 años está el segmento que, sociológicamente, vive en un régimen que no existía ni siquiera hace una década: la hiperconectividad algorítmica.
No es solo que consumen información en TikTok o Instagram: plataformas que ordenan el mundo por ellos. Sino que el algoritmo se volvió un nuevo tipo de autoridad. La política no llega por discursos, sino por videos de 15 segundos. La pertenencia no se construye en partidos, sino en comunidades digitales. La verdad no se verifica: se viraliza. Eso convierte a la viralidad en un arma política con efectos jurídicos
Son jóvenes que no esperan a que las instituciones reaccionen: instalan agenda, cancelan campañas, erosionan discursos, derriban narrativas oficiales. Esto no es teoría: ya vimos cómo opera ese poder. En Perú, una ola de contenido viral impulsada por jóvenes derribó a un presidente en pocos días.
En Argentina, la elección 2023 mostró que la conversación política no se dio en los medios ni en los actos, sino en TikTok, donde la Generación Z instaló temas, amplificó discursos y desarmó otros en cuestión de horas. Y en EE.UU., millones de jóvenes coordinaron desde TikTok el vacío del estadio del presidente Trump en 2020, demostrando que pueden alterar hechos políticos concretos sin estructuras ni militancia clásica. La política, para ellos, no es un trámite institucional: es un campo de batalla informacional.
Mientras la Generación Z vive en un ecosistema emocional, audiovisual y algorítmico, las generaciones anteriores —Boomers, X y parte de los Millennials— siguen pensando la política con categorías del siglo pasado: “representación”, “debate”, “programas”, “militancia clásica”, “medios como mediadores legítimos”.
Pero la Z opera en otro plano: confía en microinfluencers, no en líderes tradicionales; busca autenticidad, no solemnidad; y procesa la realidad en fragmentos visuales, no en editoriales. La Z no confía en el Estado, en los partidos ni en los medios.
Ese es un elemento clave para entender por qué funciona el algoritmo como autoridad.Esta distancia no es menor. Es jurídica. Es institucional. Es cultural. Y es, sobre todo, un problema de gobernanza.De gobernanza algorítmica.
El error más frecuente de las generaciones adultas es creer que estos jóvenes “están todo el día en el celular” como si fuera un hobby. No entendemos que el celular es su territorio político, su espacio público, su modo de organización, su identidad en tiempo real.
Y allí aparecen los primeros choques jurídicos: el voto influenciado; la manipulación cognitiva ; la responsabilidad por decisiones algorítmicas ; la violencia digital como violencia política. Ataques coordinados, acoso algorítmico, cancelación pública.
¿Y qué pasa con las generaciones Alfa y Beta que llegan después?
La Z dejó huellas digitales desde los 8 años. La Alfa lo hace desde los 3. La Beta directamente nacerá con un modelo de IA anticipando sus elecciones. No estamos frente a un problema técnico: estamos frente a una nueva cuestión constitucional.
La Generación Alfa (0–12 años) ya vive en un entorno en que la IA: corrige sus tareas, le enseña idiomas, personaliza contenidos, reconoce su voz, su cara y sus emociones. La Generación Beta (2025–2039) directamente crecerá con IA agéntica, capaz de tomar decisiones autónomas.Su mundo no será digital: será post-digital.
El desafío
Nosotros —los adultos de hoy— somos los últimos humanos que crecimos sin algoritmos diseñando nuestro psiquismo. Y, por esa razón, somos también los responsables de construir los límites éticos, legales y culturales para quienes vienen detrás.
“No podemos desentendernos”: un llamado a las generaciones anteriores.Baby Boomers, Gen X y Millennials no podemos mirar este fenómeno desde afuera. No podemos decir: “Esto es cosa de los jóvenes, de los jóvenes de cristal”.
Los jóvenes ya están redefiniendo la comunicación, transformando la opinión pública, creando nuevas formas de liderazgo, alterando elecciones, desafiando instituciones que no hablan su idioma. Ignorarlo es ceder la gobernanza del futuro.
Las generaciones adultas tenemos la tarea de proteger derechos, regular entornos algorítmicos, repensar la democracia, anticipar riesgos, acompañar sin subestimar, para garantizar que su poder digital no se convierta en vulnerabilidad estructural.
La Z ya nos mostró que puede cambiar el tablero político sin partidos, instalar agenda sin medios, desafiar poderes sin estructuras. La Alfa y la Beta, si no actuamos ahora, crecerán bajo algoritmos que tomarán decisiones por ellos antes de que aprendan a tomar decisiones por sí mismos.
El desafío no es la IA. El desafío somos nosotros: nuestras leyes, nuestras instituciones, nuestra capacidad de anticipar, regular y educar sabiendo que el centro ya no es la tecnología, sino la persona. Porque si algo nos enseñan estas generaciones es que no hay futuro posible sin preguntarnos cómo queremos que viva, piense, ame y vote la humanidad en los próximos 50 años.
Y ese debate —jurídico, político y profundamente humano— empieza hoy.
(*) Directora del Instituto de Derecho e Inteligencia Artificial del Colegio de Abogados y Procuradores de Neuquén.
Cada época tuvo su tecnología dominante: la imprenta, la radio, la televisión. Pero por primera vez en la historia, las generaciones ya no se diferencian sólo por la edad, sino por la relación que cada una tiene con los algoritmos. Esa relación no es neutra: moldea cómo pensamos, cómo nos informamos, cómo votamos… y cómo entendemos nuestros derechos.
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