Todo mapa es político
Necesitamos más mapas que muestren el conflicto: que localicen dónde tiene sus tierras la reina de Holanda, los capitales de los magnates ingleses en lago Escondido, los ostentosos cotos de caza de capitales qataríes...

El mapa en la actualidad goza del mayor uso social de la historia. Ya no dibujamos mapas, pero nos movemos cada día entregando información cartográfica que surge de nuestros celulares. Cada movimiento nuestro es conocido por el algoritmo que sabe dónde estamos, qué consumimos y qué tenemos ganas de consumir. Vivimos en un silencioso mapa digital que dibujamos involuntariamente cada día.
Los mapas, desde la más lejana antigüedad hasta la actualidad, mostraron gráficamente los territorios dominados -o con pretensiones de dominar- por parte de un pueblo a otro. Los primeros mapas grabados en piedra difieren mucho de las actuales digitalizaciones de Google Maps, pero los dos tienen algo en común: son una expresión política e ideológica de dominio.
El mapa escolar de Argentina y el de Río Negro no están exentos de esa particularidad. También son una expresión histórica del dominio que la sociedad ejerció sobre la naturaleza. Cada vez que dibujamos un mapa de Río Negro en la escuela, estamos eligiendo mostrar algo y omitimos otros datos. El mapa total no existe, existe un recorte que elegimos mostrar.
Hace algunas semanas fue presentado un mapa de Río Negro en el stand de la provincia, en la Exposición Rural de Palermo. Dicen desde el gobierno que ese mapa nos muestra al mundo y dice quiénes somos los rionegrinos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. En ese mapa, cuya pretensión era sintetizar la identidad rionegrina, solo se muestra una parte de la historia y a la vez se omiten un montón de procesos que fueron, son y serán parte de la conflictiva identidad rionegrina. Se muestra la versión de los ganadores, no de quienes resisten frente al despojo y la explotación.
Ese mapa nada dice de la preexistencia del pueblo mapuche en una provincia con más de 100 comunidades mapuche-tehuelches, y donde la toponimia de casi la mitad de las localidades que la componen tienen su origen en mapudungun o lenguas originarias: Bariloche, Fiske Menuco, Huewel Niyeu, Catriel, Chimpay, Chelforó, Valcheta, Pichi Mahuida, Maquinchao, Pilcaniyeu, Mamuel Choique, Ñorquinco. O quien lo dibujó no conoce la historia de la provincia o quien lo pagó pautó deliberadamente las condiciones. No hay ni una sola alusión a los pueblos originarios. Ni una bandera, nada.
El mapa tampoco dice nada del fracking que avanza inescrupulosamente sobre las chacras de Allen, sobre las arenas silíceas en nuestra barda, o de la búsqueda de hidrocarburos no convencionales debajo del Lago Pellegrini, con todo el riesgo que eso implica. Tampoco tuvo espacio en el mapa el mega oleoducto Vaca Muerta Sur que trasladará el petróleo hacia el Golfo San Matías, donde lo esperan gigantescas ballenas de acero que viajarán miles de kilómetros hacia los centros de consumo.
Los mapas son arte. Dibujar un mapa es para los geógrafos uno de los momentos síntesis más hermosos, cuando finalmente podemos plasmar la realidad en un papel, en una pantalla. Es el momento en que logramos representar la conflictiva historia del espacio: como mostrar la presencia de los capitales árabes en tierras de la cordillera rionegrina -que también expulsan a las comunidades mapuches preexistentes-. Necesitamos más mapas que muestren el conflicto: que localicen dónde tiene sus tierras la reina de Holanda, los capitales de los magnates ingleses en lago Escondido, los ostentosos cotos de caza de capitales qataríes, que a su vez controlan cada vez mayores extensiones de las zonas donde nacen los ríos más puros del mundo. Necesitamos mapas que muestren la superposición de los intereses extractivistas y los asesinatos de Rafael Nahuel o Elías Garay por parte del Estado –o con la zona liberada por el Estado-.
Será cuestión de animarnos a dibujar y construir nuestros mapas: que muestren cómo empieza un nuevo proceso de saqueo y destrucción de la naturaleza en el proyecto Calcatreu, donde el oro obtenido gozará de las ventajas del RIGI y la Ley Bases, y poco dejará a la provincia.
Agreguemos a esos mapas las plantaciones de especies exóticas que cada vez ponen en mayor riesgo a la población de la Comarca Andina, en un contexto donde el cambio climático hace estragos y los ambientes están cada vez más secos y susceptibles de convertirse en pólvora seca.
La Geografía es la ciencia que estudia el espacio y que lo dibuja. Frente a una realidad social compleja y cada vez más conflictiva, no nos queda otra como educadores que dibujar nuestros propios mapas. Manos a la obra.
* Profesor de Geografía en IFDC Fiske Menuco de General Roca e integrante del Observatorio de Sismicidad Inducida.

El mapa en la actualidad goza del mayor uso social de la historia. Ya no dibujamos mapas, pero nos movemos cada día entregando información cartográfica que surge de nuestros celulares. Cada movimiento nuestro es conocido por el algoritmo que sabe dónde estamos, qué consumimos y qué tenemos ganas de consumir. Vivimos en un silencioso mapa digital que dibujamos involuntariamente cada día.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios