Vaca Muerta, vaca sagrada

Dante Morosani

(*) Locutor y periodista neuquino.

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Sería tan genuino como simple poner en valor, frente al universo de la opinión pública, el nombre original de uno de los patrimonios más ricos de nuestro país.


VISTA AEREA DE YACIMIENTOS NO CONVENCIONALES. PERFORACION Y FRACKING EN LOMA CAMPANA OPERADO POR YPF. FOTO: ANDRES MARIPE

Sin más trámite, un ciudadano común, solicita respetuosamente ante quien corresponda, agregar seguidamente, como lema o apotegma al nombre de Vaca Muerta, la denominación “vaca sagrada”, y que se oficialice la unidad del nombre y el eslogan sugerido.

No se trata de invento o descubrimiento alguno. Más bien de una circunstancia simbiótica. Si Vaca Muerta tiene hoy el predicamento del que se sorprende la prensa internacional, santificado sea su nombre. No cuentan titubeos para afirmar que nos encontramos ante un “animal” definitivamente prodigioso.

El procedimiento sugerido al principio, sería tan genuino como simple, poniendo en valor literario, frente al universo de la opinión pública, el nombre original de uno de los patrimonios más ricos de nuestro país, que según una publicación de “National Geographic”, con 803 millones de pies cúbicos, pone a la Argentina en el tercer país de la tierra en recursos comprobados de shale oil y shale gas, detrás de China y de los Estados Unidos.

De mínima, la denominación Vaca Muerta del citado yacimiento de hidrocarburos, ubicado en la localidad de Añelo, provincia del Neuquén, aparece proclive a determinadas reflexiones, sin que ello signifique profundizar en el laberinto -histórico y etimológico- oculto detrás del majestuoso desierto, derivado de la formación geológica cuya apariencia rocosa se asemeja a una vaca recostada. Al comprender y aceptar esto último, nos ubicamos prioritariamente en la importancia del yacimiento, como fuente de energía crucial para el desarrollo de la Argentina.

No es la intención dar alcance a interpretaciones inapropiadas o erróneas que pretendan lesionar el nombre original. Seguro que tampoco lo aceptarían -ya en otro ámbito del presente enfoque- los nativos y habitantes de Guanaco Muerto, la localidad cordobesa ubicada en el departamento de Cruz del Eje.

Como dato anecdótico, recuerdo que en una alocución pronunciada en 2010 por la entonces Presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, de cara al cúmulo de riqueza y bondades de Vaca Muerta -y más allá de los “recursos actorales” de la nombrada- se sorprendió con el nombre que debía pronunciar, y muy espontáneamente exclamó (textual): “Pero entonces cómo puede ser Vaca Muerta. Tiene que ser “vaca viva”.

Felizmente ya no es posible vacilar en cuanto a lo venerable que resulta el patrimonio que atesora Vaca Muerta, como uno de los últimos y pocos bastiones bendecidos tan generosamente por la mano de Dios, imponiendo una identificación plena con la filiación del noble animal.

Ojalá que en el siguiente artículo sobre el tema, me resulte ineludible referirme a “ Vaca Muerta, vaca sagrada”.

*Periodista y locutor neuquino.


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