Ortodoxia new age: los ‘libertarios’ y su visión reaccionaria del país

En tono polémico, un grupo de economistas que se presenta como ‘libertarios’, se autoproclama seguidor de Hayek y propone una agenda ultra liberal.

“Hola, soy el General An-Cap (anarco capitalista). Vengo de Liberland, un país donde no se pagan impuestos, donde se defienden las libertades individuales, donde se cree en el individuo, y no hay lugar para colectivistas hijos de p… Vamos por el orden espontáneo ¡Viva la libertad carajo!”. Con esas palabras, y disfrazado con un traje de superheroe que bien podría ser parte del cotillón de una despedida de solteros, Javier Milei, uno de los máximos exponentes del movimiento libertario en Argentina, hizo hace un par de semanas, una de sus recurrentes apariciones en las redes sociales.
La escena es lo suficientemente bizarra como para que alguien pueda tomarla en serio. Ese es precisamente el punto. Milei es uno de los economistas con más espacio en los medios de comunicación, y fue el economista con más minutos de aire en televisión abierta durante el año 2018. El especialista se ha convertido en cultor de un estilo polémico y contestatario propio de un rockstar, y sus apreciaciones respecto a la economía y la política son habitualmente extremas. “El cáncer argentino se llama sector público nacional”, “habría que eliminar el Banco Central”, o “los políticos son basuras, parásitos inútiles”, son algunos de sus argumentos más comunes.
El alto nivel de exposición de un especialista con un mensaje tan radical, solo es posible por dos motivos.

“El Estado no es la cura sino la enfermedad. Es lo mismo que un pedófilo en medio de un jardín de infantes”.

Javier Milei – economista libertario

El primero es la atracción que produce alguien con la capacidad de generar polémica y usar el prime time para poner en tela de juicio las bases del sistema económico y político. Desde la estética del show, el personaje es carismático y probablemente sirva a los fines del rating. El segundo, es que Milei es un economista muy formado, muy capaz, y por sobre todas las cosas, no está solo. Hay un enorme grupo de especialistas que comparten sus ideas de fondo, y que sin el paso de stand up de Milei, ofrecen el soporte académico para lo que no tardó en convertirse en un partido político con aspiraciones presidenciales. Es allí donde aquello que puede sonar “poco serio” en términos de estética, se convierte en un planteo teórico que gana cada vez más adeptos, y ya se ofrece como una alternativa programática, con agenda propia de gobierno en 2019.
¿Pueden los libertarios llegar al poder? Tal vez sea un tema de los politólogos. Por mientras, vale la pena comprender el origen y el alcance de las ideas económicas, escondidas detrás de la simpatía de la propuesta.

El espejo de la escuela austríaca
Si se le pregunta a cualquier libertario cuál es su economista de cabecera, no dudará un instante en contestar: Friedrich August von Hayek. El máximo exponente de la escuela austríaca de pensamiento económico, cuyo auge tuvo lugar en la primera mitad del Siglo XX, es venerado por los cultores vernáculos del pensamiento liberal.
En efecto, uno de los mayores aportes que se le reconoce a Hayek, es haber rescatado del ostracismo durante la década del 30, las ideas liberales de los economistas clásicos como Adam Smith y David Ricardo, y haber dado a tales principios, la forma de modelo económico moderno, capaz de explicar la economía global de la posguerra. Hayek fue uno de los precursores en el análisis de los ciclos económicos, y atribuyó los desequilibrios de corto plazo al exceso de crédito bancario, lo que en ultima instancia pone el gen de las crisis en la cuestión monetaria. Asimismo, se mostró en contra del intervencionismo estatal en tanto distorsiona las elecciones individuales de los agentes económicos. El concepto de ‘libertad económica’ consiste en que el sector privado productivo pueda tomar decisiones racionales en busca de rentabilidad, sin que las regulaciones del Estado alteren el caracter y la dirección de las mismas. En este sentido, Hayek mantuvo una disputa contemporánea con su par británico John Maynard Keynes, respecto a la forma más adecuada de salir del crack económico del ‘30, la cual sigue abierta hasta el día de hoy entre los seguidores de cada escuela. Se opuso además al modelo de planificación central socialista, en tanto el mismo restringe el sistema de precios, la libertad de los agentes y el acceso a la información que surge del mercado.

Friedrich August von Hayek, la inspiración que evocan los libertarios argentos.


Tal es el fundamento que esgrimen los ‘libertarios’ en nuestro país. La mayoría de los argumentos que utilizan para el análisis de la realidad económica nacional, tienen la misma matriz. Basícamente, aquella que postula que todos los problemas de la macroeconomía se radican el rol del Estado, y en una burguesía política anquilosada que se sirve del Banco Central como herramienta para financiar los desequilibrios fiscales recurrentes, generando ahogo al sector privado, menor productividad, menos inversión, inflación y pobreza.

Made in Argentina’
La versión argenta de las ideas austríacas, se enorgullece de autoproclamarse discipula de Hayek. Pero una vez identificado el diagnóstico libertario del problema de la economía nacional, lo más interesante, es conocer en detalle lo que los libertarios impulsan como solución al mismo.
Esque si bien los libertarios son en su mayoría economistas, parecen haber comprendido que para aplicar las recetas que creen adecuadas, necesitan acceder al poder. Para conocer el programa, basta apenas con investigar en la red, y recorrer cada una de las propuestas para la economía argentina.

La mayoría de los argumentos que utilizan para el análisis de la realidad económica nacional, tienen la misma matriz. Basícamente, aquella que postula que todos los problemas de la macroeconomía se radican el rol del Estado

El primer rasgo distintivo, es la palabra ‘reforma’, la cual precede todas y cada una de las medidas propuestas. Pese a que el actual gobierno es proclive a la utilización del término a la hora de tomar decisiones, la idea libertaria de la palabra reforma tiene que ver más bien con cambios profundos y de raíz. Concretamente se propone por ejemplo una ‘reforma del estado’ que incluye una reestructuración (reagrupamiento y achique) en las diferentes áreas y niveles de gobierno. También una ‘reforma política’ que incluye la reducción del número de legisladores y la reducción del salario de los funcionarios públicos. Una ‘reforma laboral’ que implique libertad de contratación y despido, eliminación del salario mínimo y quitar a las obras sociales del control sindical. Por último, una ‘reforma tributaria’ donde el rasgo saliente es la eliminación del impuesto al cheque, el impuesto a los ingresos brutos y el impuesto a las sucesiones y donaciones.
Así las cosas, el sketch de Milei discutiendo con la modelo del momento en un programa de chimentos, deja de generar simpatía, y se convierte en asunto serio. El programa libertario no es otra cosa que una agenda de economía liberal ultra ortodoxa.

Problemas de base
A primera vista, la intención de los libertarios por alcanzar un lugar protagónico entre la dirigencia política, se topa con dos obstáculos.
El primero de ellos, se relaciona con una disputa interna. Si el decálogo de medidas que proponen los libertarios se despojara del ‘tono’ de la propuesta libertaria, probablemente una gran mayoría de los economistas y políticos tradicionales firmarían al pie. El problema son justamente las formas. Durante los últimos meses, las redes sociales han servido de plataforma para la discusión interna entre los libertarios y los liberales tradicionales, que aceptan la agenda, pero descreen del modo chabacan, confrontativo y radical que exhiben los primeros.
El segundo es tal vez más grave, porque atenta contra las propias premisas del argumento libertario. Si como Milei repite hasta el hartazgo, el problema de la economía argentina durante el último Siglo han sido los políticos, cuesta comprender que la primera acción programática de los libertarios en Argentina, sea convertirse en aquello que denostan: un partido político.


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