Países cerrados, barrios cerrados

Desde los tiempos más remotos ha sido preocupación de los seres humanos levantar muros para preservar las comunidades, para defenderse de los invasores, para asegurar el pasar de aquellos que se consideran como de la misma condición, de la misma clase. Pueblos dominantes emparedan pueblos dominados, también con el pretexto de velar por su seguridad e independencia. Igualmente ciudades poderosas se amurallan con el propósito de proteger y custodiar las riquezas materiales y culturales. De distinta manera, con variados recursos materiales fueron establecidos muros divisorios entre etnias, religiones, castas; más preciso aún, entre pueblos ricos y pueblos pobres. Los primeros muchas veces han ejercido una influencia, una dominación a modo de paternidad sobre los pueblos sometidos. Con la toma de posesión física, el proyecto imperial instala muros más sutiles: la imposición de sus pautas culturales desplazando las existentes, tornando patética la influencia, en estos últimos tiempos, con el desarrollo de las comunicaciones. También para destacar: los muros o murallas tenían un objetivo de defensa ante la invasión de pueblos nómades.

Los muros o divisiones se manifiestan en tres niveles principales para analizar: países, ciudades y barrios.

 

Muros entre países

 

La más grande construcción hecha por el hombre sin dudas es la Gran Muralla china, que tiene una extensión de 7.300 kilómetros y fue construida con el objeto de proteger el imperio de los ataques de los nómades xiongnu de Mongolia y Manchuria. Así se fue dando a lo largo de la historia la erección de muros, como algunos que mencionamos a continuación: aquel que Marruecos levantó para rodear el Sahara Occidental con 2.700 kilómetros de longitud; el de Sangatte, cuyo objetivo es impedir que inmigrantes ilegales ingresen al Eurotúnel; el muro que rodea el puerto de Hoek van Holland en los Países Bajos, para impedir que pasajeros clandestinos de los barcos bajen a territorio europeo; el que separa India de Pakistán, cerca de Amritz; el muro de Chipre, que separa la parte griega de la turca; aquellos que separan los barrios católicos de los barrios protestantes en Irlanda del Norte; los muros que separan Polonia y Lituania de Bielorrusia; el que encierra los enclaves coloniales españoles de Ceuta y Melilla, ubicados en territorio marroquí; el muro que separa Zimbawe de Botswana. A modo de separación, también está la franja de 4 kilómetros de ancho que separa Corea del Norte y Corea del Sur desde 1945.

Se pueden citar también los siguientes muros, actualmente en construcción: el de Sharon en territorio palestino, región de Cisjordania; dos muros que construye Arabia Saudita, uno al norte en la frontera con Jordania y otro al sur en la frontera con Yemen; el de 1.200 kilómetros de frontera de Estados Unidos con México. En nuestro país se construyó la Zanja de Alsina en 1876, para preservar la frontera de fortines de la invasión de los aborígenes, la que, si bien no impedía el ingreso, en cambio sí dificultaba los arreos de ganado al regreso de los invasores. Todo esto nos lleva a recordar la leyenda judía sobre la toma de Jericó, símbolo del paganismo y del mal, cuya muralla fue derribada por los sacerdotes con el mero sonido de sus trompetas.

Esta forma compulsiva de dividir distintos países, culturas o etnias tiene, en alguna medida, su correlato actual en los barrios exclusivos cerrados, en las urbanizaciones concebidas como enclaves dentro de las ciudades y suburbios.

 

Barrios cerrados

 

Los barrios cerrados están constituidos por familias de cierta capacidad económica, de clase media alta y alta. Dos fenómenos a destacar de la evolución de la economía: por una parte, la irrupción de una clase de importantes recursos, formada por ejecutivos de empresas, técnicos, prestadores de servicios de los grandes grupos económicos; por otra parte, el creciente desarrollo de la tecnología que contribuye a incrementar la falta de empleos y genera otro grupo muy numeroso de desempleados que, en situación de desposeídos, sin esperanzas, caen en el recurso más accesible para escapar de la amarga realidad: la violencia. Entonces, las urbanizaciones cerradas también levantan muros para establecer el límite territorial entre unos pocos y el resto de la comunidad. En los extremos de ambos estratos sociales tenemos una marginalidad rica, con escaso o nulo interés por el conjunto que permanece en el interior, tras los muros, y la otra, una marginalidad pobre que se convierte en gran número en piqueteros y cierran calles, avenidas, puentes y rutas.

Los muros de los barrios cerrados son modestos si los comparamos con los de Berlín o Palestina. Son delgadas piezas de mampostería; la división de esos dos mundos está más marcada por las nuevas pautas de consumo. Ya no se encuentran mezclados todos en el casco céntrico de la ciudad o del pueblo; mucamas y jardineros llegan y se van del lugar en autos de alquiler o en servicios de transfer o también se da que son empleados de la empresa prestadora de servicios en cada unidad del barrio.

Los barrios se segmentan en base a la posibilidad de acceso económico. Aun dentro del mismo barrio cerrado coexisten distintas subclases, diferenciados por nivel cultural, capacidad económica, etnia, religión, etc. y así se profundiza la división. Frente a este panorama, una buena economía inserta en una buena sociedad debe procurar que el sistema sea inclusivo, que al despedir a una masa de trabajadores que integrarán el ejército de desocupados exista un seguro de paro, una contención, una inclusión social de los perjudicados, una oportunidad para todos aquellos que aspiren a su realización personal por medio del trabajo. También que aquellos que, por su capacidad económica pueden acceder al barrio cerrado, lo puedan hacer sin tener que poner tanta atención en la solidez de los muros.

ALEJANDRO JOFRE (*)

Especial para «Río Negro

(*) Contador Público. Neuquén.


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