Pauline solo quiere reencontrarse con la hija que le arrancaron

Esta libanesa que vive hace años en Bariloche jamás pudo ver a Soha. Vivía en Argelia cuando dio a luz a mellizos; uno murió y a la hija se la llevó el padre. Una historia que precisa un final feliz.

A Pauline Totochian le brotan las lágrimas mientras repasa en su memoria la trágica historia de su vida y el final feliz que está a un paso de tener. En su medio siglo de vida pasó por relaciones violentas, el despojo de sus hijos, la búsqueda constante y la felicidad inmensa cuando 23 años después pudo ver a su hija desde el lejano Medio Oriente a través de una pantalla.

Pauline es una inmigrante nacida en El Líbano, de origen armenio, que llegó a Argentina hace 30 años “para hacer una nueva vida” y reside en Bariloche desde hace 18. En esta ciudad de la Patagonia encontró su lugar y crió a su hija menor. Pero nunca abandonó la búsqueda de Soha, su otra hija nacida en Argelia en 1991, que fue apropiada por su padre al nacer.

Hace pocos años logró finalmente encontrarla. La joven, que ahora tiene 29 años y es madre de dos niñas, espera desde hace dos meses y medio en Egipto a que la Embajada Argentina le otorgue el visado para poder ingresar a Argentina. El trámite tuvo demasiada burocracia y luego de tocar muchas puertas y hacer público el caso, se abre una esperanza de que, finalmente, se puedan fundir en un abrazo pronto.

Desde Bariloche, Pauline lucha para poder ver a su hija Soha, que le arrebataron al nacer. Foto: Alfredo Leiva

Migración y dolor

Pauline tiene 50 años y de joven salió con la mochila a viajar, estudiar y trabajar. En Argelia conoció al padre de sus hijos, de origen palestino. Tenía 21 años. “Me enamoré, estábamos felices hasta donde me acuerdo”, contó Pauline en su cálido hogar de Bariloche. En 1990 quedó embarazada de mellizos y tras un cortocircuito inicial por la continuidad del embarazo, la pareja siguió con su vida. “Estábamos felices hasta los 7 meses que llegó su madre, ahí se transformó, hasta ese momento no me había tratado mal nunca pero desde entonces se convirtió en una persona que no me esperaba. Sufrí violencia de género”, relató la mujer de voz pausada y una memoria intacta de fechas y episodios.

Es un shock haber encontrado a mi hija después de tantos años, y ahora no poder abrazarla es muy doloroso»

Pauline Totochian

En medio de ese calvario finalmente el 6 de enero de 1991 nacieron los mellizos, una niña y un niño, en un centro médico de Argelia. Afuera estallaba la Guerra del Golfo. “Cuando me desperté de la anestesia estaba sola en la habitación con una mujer que al poco tiempo falleció. Se habían llevado a mis hijos y nunca los pude ver”, recordó Pauline.

Una vez que recibió el alta médica Pauline volvió a la casa que compartía con su pareja pero no estaba ni él ni sus hijos ni sus cosas. Se alojó por un tiempo con unos amigos y los buscó desesperadamente por todos lados. “Un día de marzo sonó el teléfono en la casa donde me hospedaba y era él, dijo que mi hijo (Jaled) había muerto”, relató la mujer quien recordó que en ese momento le deseó la muerte al hombre con el que fue feliz y le había arrebatado a sus hijos. Luego se enteró de que el niño había nacido con una dificultad en el esófago como consecuencia de un golpe que recibió cuando estaba embarazada.

“Elegí quedarme, elegí la libertad”, dijo la mujer. Foto: Alfredo Leiva

Nunca supo dónde estaba su hija Soha, llamó a embajadas, registros de personas, buscaba su nombre por todos lados aunque más tarde se enteró que había sido anotada con el apellido de su abuelo. No tuvo ninguna señal.
“Ahí decidí migrar a Argentina, para empezar una nueva vida”, señaló y dijo que en ese momento sus padres se habían radicado en el país aunque solo estuvieron seis meses y volvieron. Nunca más los volvió a ver, tampoco a sus hermanos. “Elegí quedarme, elegí la libertad”, afirmó segura de aquella decisión.

En Argentina Pauline formó su familia y tuvo a su hija Kaiane en 1994. Nunca dejó de buscar a Soha. En 2002 con la crisis del país y la creciente inseguridad en Buenos Aires, se mudó a Bariloche. La esperanza de encontrarla llegó en 2013 cuando tras haber permanecido internada en una clínica por un problema de salud, al encender la computadora se encontró con un mensaje de su hermana desde El Líbano: “Decía ‘comunicate urgente. Se trata de tu hija’. Yo me quedé paralizada”, rememoró con la emoción a flor de piel.

Soha, cuyo nombre significa estrella, se había contactado desde Dubái con la familia de Pauline. La joven, que siempre creyó que su madre estaba muerta, según lo que le había dicho su padre, a los 15 años se enteró de que no era verdad e inició la búsqueda por su cuenta en Medio Oriente. Hasta que logró un dato que la llevó a su tía.

Soha siempre creyó que su madre estaba muerta. Foto: Alfredo Leiva

“El 15 de noviembre de 2013 por primera vez la vi a través de la pantalla de la computadora, era mi hija, estaba sentada, nos mirábamos sin hablar, quería salir de la pantalla y abrazarla. Ahí empezamos a construir nuestra historia”, dijo Pauline.

Según reconstruyó Pauline, Soha vivió de chica en El Líbano y luego en Palestina. Fue allí cuando en su fiesta de 15 años supo que su mamá vivía y conoció su rostro en una vieja fotografía que le mostraron. También la chica sufrió la violencia de su padre. Cuando se casó, se mudó a Dubái por temas laborales de su esposo y a través de una amiga que trabajaba en el Estado, logró contactar a la familia de Pauline en El Líbano.

En este tiempo que retomaron el vínculo a la distancia, Soha tuvo dos hijas y con su familia se fue a vivir a Albania. Ahora decidieron que podría ser el momento del feliz reencuentro en Argentina. Por eso, desde diciembre buscan la manera de que Soha pueda viajar a Bariloche con sus niñas. Luego viajaría su esposo.

“Mi hija se fue a Egipto donde hay embajada, porque en Albania no hay, y allí está hace dos meses y medio esperando que le den el visado, pagamos el sellado, la visa, todo. Hay una discriminación muy grande a los países árabes, nos pusieron muchas piedras en el camino. Como madre estoy desesperada, agotada, golpeé muchas puertas”, dijo casi resignada Pauline, quien un día antes de realizar esta entrevista recibió una llamada de madrugada de su hija que, llorando al otro lado del teléfono, le contó que había sido citada por la embajada para la próxima semana. Ambas confían que el final de este periplo se acerca.

Al quedarse sin trabajo, la mujer acondicionó un carro de food truck para vender comida armenia. Foto: Alfredo Leiva

Un pedido de ayuda

Desde que Pauline encontró a su hija, tras 23 años de búsqueda, no detiene su lucha para poder abrazarla. Por eso, trabaja a destajo en la temporada de turismo estudiantil, durante 8 meses, en la cocina de un hotel. Sus ahorros han sido destinados a ayudar a Soha y su familia.

Ahora Pauline está sin trabajo. Son los meses en los que no funciona el segmento estudiantil y por eso acondicionó un carro de food truck para vender comida armenia bajo el nombre “Alma de Oriente”. Sin embargo, según denunció, “no me dejan trabajar”.

La municipalidad de Bariloche exige a la mujer que habilite su carro y se presente en una licitación pública por el espacio pero Pauline asegura que no puede esperar. “Mi hija y mis nietas dependen de mí, necesito trabajar y juntar el dinero, tengo que reunir los fondos para los pasajes que cuestan 180.000 pesos”, comentó.

Para la mujer esta situación es un nuevo acto de discriminación y por eso envió cartas al intendente Gustavo Gennuso, a la gobernadora Arabela Carreras (a quien se la dio en mano en una visita de la mandataria a la ciudad) y también intentó llegar al presidente Alberto Fernández.

Soha y sus hijas no ingresarán al país en calidad de refugiadas sino que serán acogidas por Pauline, quien debe demostrar solvencia para hacerlo. “Tengo capacidad de trabajo y mantenerme, no quiero pedir otra cosa, solo pido encarecidamente que me dejen trabajar”, imploró.


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