Pérez Celis y su manera de ser popular sin pintar florcitas
Es el artista argentino actual más conocido.
Es un trabajador nato. Es un ansioso y se le nota en todo momento. Dice que no puede hacer dos obras a la vez pero hace una tras otra sin descanso. Sus pinturas están en todo el mundo. Son puro color, desbordantes, «matéricas», desaforadas. Cuando hace murales, los hace con ganas, son inmensos. Y sus cuadros pueden ser de tamaños descomunales. Para poder pintarlos muchas veces los pone en el piso y camina sobre ellos para poder terminarlos. Lo hemos visto tirando la pintura sobre las telas con baldes o brochas gordas. Sus talleres por ese motivo parecen más un hangar que un atelier. Ha llegado a pintar incluso el exterior del edificio de lo que fue la Fabril Financiera de Barracas, donde alberga su taller argentino. Es popular y boquense. Los murales de la Bombonera fueron hechos por él. Ha vivido en París, en Nueva York, en Buenos Aires y ahora vive en Miami. Es total y convencidamente un Pérez Celis auténtico.
– Creo que fue en el «48 cuando, cansado de que le preguntaran sobre el significado del toro, la lámpara o las mujeres de Guernica, Pablo Picasso dijo que cada uno interpretara lo que quisiera… dicen que chilló… «el toro es un toro, la lámpara una lámpara y no más joder».
– Y… cada vez que un crítico opina sobre una obra, el resultado es uno solo: la empobrece. Lo de Picasso es acertado: una obra tiene tantas interpretaciones como gente que la aborda. Lo importante es que la obra ayude a vivir, que el arte ayude a vivir a cada uno a su manera, eso es lo importante de la creación artística. Si algo no es el arte, ese algo es el entretenimiento. El arte es lo único que hace permanente al ser humano,
– ¿No tiene mucho determinismo esa definición?
– No me parece… La tecnología, por caso, da saltos importantísimos, pero con cada uno de ellos, envejece. En cambio en pintura, Picasso o Van Gogh no dejaron de lado a Leonardo, Caravaggio, Boticelli u otros… Es la vitalidad que tiene el arte lo que lo transforma en permanente para el ser humano y en muchos casos en salvación…
– ¿Por ejemplo?
– Años atrás un argentino que vive en Alemania me compró un cuadro. Dos años después me llama y cuando yo creí que quería otro cuadro, me dice que el cuadro que le había vendido le había salvado la vida. Resulta que le había ido mal en los negocios, la mujer lo había dejado y había estado bajo la presión de mil problemas más a punto que no descartó suicidarse. Pero un buen día se dio cuenta de que tenía el cuadro ante sí y comenzó a reflexionar como referencia de lo importante que es la vida a pesar de las adversidades… se «metió» en el cuadro y fue reencontrándose consigo mismo y lentamente zafó…
– ¿Cómo se ve desde su producción artística y en relación con la posteridad?
– Yo… yo no considero que esté haciendo arte.
– Bueno, que sepamos, usted…
– Espere, espere. Estoy convencido de que pasados muchos años y seguramente yo ya no estaré, para determinar si mis pinturas lograron a trascender. Sólo si lo logran se podrá decir que lo mío fue arte, pero cuando yo, pincel en mano, me planto frente a una tela en blanco y comienzo a pintar, no pienso ni que soy un artista ni que estoy haciendo arte… Estoy ahí, haciendo lo que me gusta y de la mejor manera posible. Nada más.
– ¿Usted trabaja bajo el estímulo de ideas muy maduradas, estructuradas, cerradas?
– ¡No, no. Trabajo bajo el estímulo de motivaciones…! En mi trabajo, las ideas condicionan mucho.
– ¿Cómo, de qué forma?
– En pintura, las ideas suelen tener un corto alcance. Es más: no representan nada. Dos manzanas de Cèzanne o un retrato de Rembrandt, como idea no son nada, pero tienen sentido por la motivación que las plasmó. Lo que importa es la motivación… que cuando surge hay que poner rápido las manos en la masa…
– «Yo no creo en la inspiración, pero por las dudas que me agarre trabajando», solía decir Picasso.
– Yo hablo más de estar motivado que de inspiración…
-¿Cuál es la diferencia?
– Seguramente que no es muy importante, pero siempre hablo de motivación. Es el punto de partida… un pájaro, una mujer… el cielo, la guerra, la injusticia… ¡Lo que sea, pero eso es la motivación!…
-¿El cuadro tiraniza? ¿Cuando se está elaborando plantea su propia dialéctica?
– El cuadro siempre, inexorablemente siempre, se pinta sabiendo que lo llevará a uno a lugares inesperados. Tiene su ritmo, sus exigencias que terminan incluso sorprendiéndolo a uno… ¡Es un proceso apasionante…!
– Otra vez Pablo Picasso: «Yo no busco, encuentro…»
– Y sí, es así. No es con ideas preconcebidas que se puede avanzar sobre la tela… le quitan el giro inesperado, le quitan la sorpresa de sentirse permanentemente ante un nuevo escenario.
– Cuando se está ante la tela limpia, blanca. ¿La tela desafía?
– Y, es una superficie espantosa. Uno no la explica si no es violándola con la pintura.
– ¿Se llega a la tela blanca con la mente en blanco?
– ¡Ah, ése es el estado ideal…! ¡Pero imposible! En lo que a mí concierne, cuando yo entro a mi atelier me digo que soy un tipo que acompaña a Pérez Celis, que es el que va a pintar. Yo me entretengo escuchando la radio, etc., etc., mientras Pérez Celis pinta. Yo no me meto para nada en su trabajo, no lo interrumpo… nada, nada…
– Y entonces, Pérez Celis pinta tranquilo…
– Tranquilito y de tanto en tanto pensando en el club de sus amores: Boca… ¡Pero ese distanciamiento entre Pérez Celis y yo es creativo… sirve para innovar, cambiar… ¡No hacer siempre gordas y gordos…!
– ¿Cómo es eso?…
– De un recuerdo muy cálido, intenso para mí… De reflexiones de mi segunda esposa, fallecida meses atrás en Miami… Cuando reflexionábamos sobre la necesidad de innovación, cambio que debe ser consustancial al pintor, al escultor… al escritor… Iris solía preguntarse si «Botero nunca se iba a levantar una mañana con ganas de pintar una flaca o un flaco».
– Pero usted toma un tema y lo desarrolla en varias obras.
– Eso hace que haya una continuidad, pero a la vez ocurren cambios y del primero al último es distinto, terminó siendo otra cosa. Ni hay que proponerse cambiar, ni mucho menos proponerse repetir algo porque tuvo mucho éxito en el mercado o en la crítica.
– Cerrar una etapa significa seguir viviendo como artista. Su imagen cambió del horizonte a la verticalidad porque cambió de lugar.
– Hay algo de un horror compulsivo a la repetición, aunque siempre se tiene algo en común que hace que desde el primer cuadro al último, siempre esté la personalidad de uno detrás. Cada cuadro es un hecho nuevo. Pero nunca me preocupé por la continuidad. Incluso uno no es igual de un segundo al otro, por qué creer que uno es de una manera determinada, si encima nos hacemos una imagen de nosotros mismos que siempre es equivocada.
– ¿Como trabaja? ¿en varias obras a la vez o en una sola?
– Yo trabajo muchas horas. Pero para mí la pintura no es un trabajo. Es un milagro que pueda entrar al taller a la mañana y ponerme a pintar todo el día. Y como decía Picasso cuando le decían «un obrero del lápiz»: «No,un obrero hace lo que le mandan y yo hago lo que quiero», así que no nos pongamos en posiciones falsas!
En general trato de empezar y terminar la obra para sentir ese trabajo. Pero si se me complica, la dejo.
– Pero lo que sí, como un obrero trabaja, porque lo hemos visto en el video levantando estructuras, enchastrado en pintura, lo cual demuestra que la pintura no es una cosa «finoli».
– Un artista, aunque viva de su obra, nunca es un profesional porque cuando está trabajando frente a un cuadro ¡no puede estar pensando, cómo lo va a hacer, para quién lo va a hacer y cuánto le va a costar! La obra hay que hacerla por amor al arte, incluyendo los trabajos por encargo. En el momento de trabajar me olvido del encargo porque tengo que trabajar en el cuadro.
Clara Vouillat
Carlos Torrengo
(Con la colaboración de Julio Ojeda)
Es un trabajador nato. Es un ansioso y se le nota en todo momento. Dice que no puede hacer dos obras a la vez pero hace una tras otra sin descanso. Sus pinturas están en todo el mundo. Son puro color, desbordantes, "matéricas", desaforadas. Cuando hace murales, los hace con ganas, son inmensos. Y sus cuadros pueden ser de tamaños descomunales. Para poder pintarlos muchas veces los pone en el piso y camina sobre ellos para poder terminarlos. Lo hemos visto tirando la pintura sobre las telas con baldes o brochas gordas. Sus talleres por ese motivo parecen más un hangar que un atelier. Ha llegado a pintar incluso el exterior del edificio de lo que fue la Fabril Financiera de Barracas, donde alberga su taller argentino. Es popular y boquense. Los murales de la Bombonera fueron hechos por él. Ha vivido en París, en Nueva York, en Buenos Aires y ahora vive en Miami. Es total y convencidamente un Pérez Celis auténtico.
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