Juicio por torturas y abuso sexual en Cipolletti: crudo relato de la violencia policial

"Les pedía por favor que paren" dijo la víctima que fue testigo en el inicio del juicio contra los efectivos Cristian Caumillan y Matías Galarce. El debate continuará mañana con la declaración de varios policías.

«Si decís algo te vamos a desaparecer». La frase podría ser de algún testimonio de la última dictadura militar en Argentina, pero no; fue una de las oraciones más fuertes que relató un joven víctima del abuso policial en Cipolletti en plena pandemia por el coronavirus.


Con la angustia enredada a cada palabra, contó el infierno que vivió la madrugada del 16 de mayo de 2020 mientras intentaba, junto a un compañero, robar algo de valor del templo religioso ubicado sobre calle Perón, cerca de la Toma 2 de Febrero.


El hombre de 26 años recordó que minutos después de ingresar a la iglesia arribaron al menos dos policías, observó dos luces de linterna, dijo. Nunca les vio la cara y ante el grito de «alto!» levantó las manos y no opuso resistencia. Aseguró que sin mediar palabras comenzó la violencia física, un culetazo en la nunca, golpes que le destrozaron dedos de la mano y el abuso sexual con una tonfa. También intentaron prenderle fuego la mano.


«Les pedía por favor que paren», fue otra de las frases que hizo eco en la sala 1 de los tribunales de Cipolletti ante la atenta mirada de las juezas Florencia Caruso y Sonia Martín y el juez Marcelo Gómez.

Es el tribunal deberá definir la responsabilidad penal de los oficiales Cristian Caumillan y Matías Galarce que enfrentan penas entre 8 y 25 años de prisión. Se trata nada menos que del primer caso por torturas contra la fuerza policial en Cipolletti.


«Ingresaron con linternas porque estaba oscuro -fue alrededor de las 4 am- y efectuaron detonaciones. Yo ya había levantado mis manos, me dijeron que me tirara al piso y antes de eso empezaron a golpearme. En un momento me agarran de los brazos, yo estaba boca abajo, me bajan los pantalones y siento que me introdujeron algo por el ano. Les decía por favor que paren. Mientras me tenían con el palo adentro me decían que pida perdón a Dios. Yo gritaba por favor que paren», contó en su declaración testimonial.


«Me decían que si decía algo me iban a matar, me iban a desaparecer», agregó ante una de las preguntas del fiscal jefe Santiago Márquez Gauna.


Siempre siguiendo su relato dijo que luego de 15 minutos lo esposaron y lo llevaron a la Comisaría 45 donde también sufrió abuso policial. Contó que lo metieron por casi una hora en una heladera, que le sacaban fotos, que se mofaban de él entre un sinfín de amenazas.


Pero el calvario no terminó ahí. Lo llevaron a la Comisaría 79. Allí lo revisó por primera vez una médica policial. «Me dijo que no tenía nada. Yo tenía el calzoncillos lleno de sangre». Al día siguiente hizo la denuncia ante el exfiscal -hoy juez- Guillermo Merlo quien encabezó la investigación.


El 18 de mayo lo examinó el médico forense del Poder Judicial Gustavo Breglia. El profesional fue uno de los testigos que declaró hoy y convalidó la versión del joven. Dio detalles de la lesión que sufrió y afirmó de forma categórica que es compatible con el abuso sexual.


La víctima no pudo ver nunca a sus agresores en la iglesia. No solo porque no había luz, sino porque siempre lo mantuvieron en el suelo. Además en ese momento de estricta restricción por la pandemia del coronavirus se circulaba con barbijo y algunos elementos de protección que dificultó el reconocimiento facial.


Sin embargo, la investigación recayó sobre estos dos efectivos. Caumillan quien aún presta servicio en Barda del Medio y Galarce que renunció tiempo después del hecho.

Moreyra defensor de Caumillan y la defensora oficial Silvana Ayenao.

El testimonio de uno de los imputados


Galerce, representado por la defensora oficial Silvana Ayenao, habló en el inicio del debate. Con su relato reconoció que Caumillan estaba en el interior del templo con los dos jóvenes. Sin embargo, aseguró que cuando él ingresó su compañero «ya los había reducido a ambos».


Dijo también que sobre uno de ellos había una mancha de sangre donde tenía apoyada la cabeza. Contrapuso así la versión de la víctima que dijo que fueron al menos dos personas las que intervinieron. Otro detalle no menor es que Caumillan vive a unos 30 metros de la iglesia.

Según el relato de Galarce, él ingresó por una ventana y vio que en una de las habitaciones habían dos personas «reducidas» y al oficial Caumillan Estaba a la espera de la ambulancia que llegó minutos después. Aseguró que además de sangre, habían al menos 10 perdigones, una tumbera, y unos fierros.

La teoría de las defensa de Caumillan es que hubo un enfrentamiento a tiros. Se trata del mismo pretexto que usó el personal de la comisaría Cuarta en otro caso de violencia policial ocurrido en pandemia.

Ese procedimiento de Costa Norte casi termina en el homicidio de otro joven que se salvó de milagro. Con el objetivo de desviar la investigación, la primera versión de los uniformados fue que se había tratado de un enfrentamiento entre bandas.


Caumillan, con la asistencia legal de Damián Moreyra, incluso llegó a creer que uno de los delincuentes estaba muerto. Por eso se comunicó con un agente del Ministerio Público Fiscal para contarle lo que había sucedido.

No fue así, la bala le hizo un surco por el cuero cabelludo, pero fue una herida superficial. Ese joven que recibió el balazo no estuvo presente en la primera jornada del juicio. En cambio el otro que fue víctima se constituyó en querellante con la asistencia del abogado Rafael Cuchinelli.

Para la defensa de Galarce es que no estuvo presente mientras se produjeron los hechos que denunció la víctima. Fue lo que dijo en su declaración el imputado y la defensora oficial en los alegatos de apertura.

La jornada continuará mañana con varios oficiales de policías que intervinieron en algunos de los traslados del joven entre la iglesia y las unidades policiales.


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