La marcha K contra la Corte: el deseo de una Justicia maleable
Convocada por involucrados en procesos de corrupción y grupos ultra K, fue un mensaje de presión. Una penosa incitación a torcer el equilibro institucional natural de toda democracia, con anteojeras puestas en la impunidad.
Más allá del pretendido derecho de expresión y protesta por el desempeño de la Justicia argentina, la movilización realizada ayer reflejó desde los grupos convocantes -especialmente aquellos que atraviesan procesos por corrupción-, el deseo de alcanzar una Justicia maleable, controlable.
La misma Presidencia le dio aire al llamado del antisemita Luis D’Elía, el condenado Amado Boudou, el juez Juan Ramos Padilla, dirigentes kirchneristas, El Caballo Suárez y partidarios de Milagros Sala.
Las críticas a la Corte y a un sector de la Justicia se expresaron en posturas de todo tipo, desde extremas (“echar a patadas a los atorrantes y delincuentes de la Corte”) hasta algunas más tolerantes. Hubo magistrados e incluso oficialistas que -aun críticos del armado de causas, los servicios de inteligencia y el abuso de prisiones preventivas- no concibieron esta vía de planteo del 1F y directamente no asistieron.
Sea como fuere, el espíritu de los convocantes (que se identifica con el ala dura del partido que responde a Cristina Kirchner), fue dar un mensaje de presión, apriete, a un Poder independiente para que falle según urgencias personales.
Quienes respondieron al llamado se prestaron a la penosa incitación a torcer el equilibro institucional natural de toda democracia, con anteojeras puestas en la impunidad.
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