Peligros del baño de multitudes, ante una seguridad nada profesional

El imprudente estado de movilización permanente de “aguante” K viene alimentando el escenario propicio para una locura como esta. Las groseras fallas de la seguridad.

Las imágenes han hecho evidente que la seguridad, desde el momento previo a la llegada de la vicepresidenta a su casa hasta los minutos posteriores al atentado -incluido el momento en que el sujeto intenta el magnicidio-, ha tenido groseras deficiencias. Sus responsables han actuado carentes de profesionalidad.

Por empezar hay que señalar que el imprudente estado de movilización permanente de “aguante” kirchnerista en Juncal y Uruguay, desde hace varios días, viene alimentando el escenario propicio para una locura como esta. La propia Cristina Fernández y los máximos dirigentes de La Cámpora convalidaban multitudes leales como una expresión política en sí misma. La jefa del Senado requería, cada vez que salía o volvía a su casa, de la necesidad del roce cercano con sus militantes a quienes -como dijo- siente como hijos.

Ese motivo hacía más que necesaria una custodia calificada y con pautas precisas de acción. Una que garantizara el Estado -sea municipal o federal-, pero no una integrada por uniformados poco preparados o incluso militantes que fungían como tales.

En ese contexto, la estremecedora imagen de un caño de la pistola Bersa apuntando a la vicepresidenta a centímetros de su cara, ubica al autor del intento de asesinato en fácil posición de tiro. Ningún anillo o perímetro de seguridad fue montado. Todo lo contrario. No había protección evidente frente a tan relevante figura institucional, seguramente porque la propia vicepresidenta no lo consideró necesario en su cotidiano baño de multitudes.

Solo la providencia hizo que de la pistola no saliera el tiro fatal y que algunos militantes neutralizaran al agresor; pero aun en ese instante se vio claramente cómo Cristina seguía expuesta a saludos y selfies por varios minutos más sin que nadie la retirara rápidamente de semejante escenario de peligro.

Se sospecha que no ha actuado gente de inteligencia para evitar ese y otros focos de amenaza en tan dramático momento, o que procedieran preventivamente con la mira puesta en sospechosos. Solo se veía a grupos de custodia civil que realizaron un cordón en torno a Cristina para -paradojalmente- permitirle pasivamente que siga actuando como si nada hubiera ocurrido.

La seguridad de Cristina Kirchner, a cargo de División Custodia Vicepresidencial que depende del jefe de la Policía Federal y cuyo responsable político es el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, deberán revisar claramente sus protocolos y determinar responsabilidades sobre estas graves fallas.

Por otra parte, este atentado sirve para concluir que ha sido estéril el fallo judicial del juez Gallardo de ordenar retirar el operativo policial porteño para dejar actuar a los custodios federales. Y sirve para reinvindicar en parte al jefe porteño Horacio Rodríguez Larreta en su decisión política de vallar las inmediaciones de la vivienda de Cristina. Esa determinación, por tardía, fue disparadora de la victimización kirchnerista en el momento preciso que se organizaban manifestaciones en todo el país. Sin embargo, las vallas puestas en momentos previos o cuando era incipiente el movimiento en Recoleta, probablemente hubieran evitado este conmocionante suceso en vez de servir para la absurda polémica a la que se expuso a la población para desviar su atención sobre los temas importantes del país.


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