La verdadera grieta: el foco puesto adentro o afuera

El término “grieta” tiene hoy en Argentina un significado mucho más profundo que el que quizá pudo tener hasta hace apenas diez años. Cualquier argentino sabe que la palabra se usa para describir la antinomia entre los adherentes al gobierno anterior, y sus detractores. Sin embargo, circunscribir “la grieta” solo a la disputa política reciente, es un reduccionismo histórico.

La verdadera grieta, vigente en el país desde hace al menos 70 años (cuando los actuales dirigentes políticos quizá todavía no habían nacido), es la que divide las ideas entre quienes prefieren un país con industria nacional, un mercado interno fuerte, altos niveles de consumo y protección del trabajo nacional, y un estado fuerte; versus aquellos que prefieren fronteras abiertas a la libre entrada y salida de capitales, bienes y servicios, cuya bandera es la inversión (en especial la extranjera) y la productividad, y cuya prioridad exclusiva es el fomento de la actividad privada y la reducción del tamaño del estado. Se trata de dos modelos de país bien diferentes, uno con la mirada puesta en el interior, y otro con el foco puesto en el exterior.

El resultado, es una economía que oscila entre una y otra visión, de una banquina a la otra, sin que en tres cuartos de Siglo, la sociedad toda y la dirigencia que la representa, haya logrado una síntesis que permita un camino certero y equilibrado, que contemple las virtudes de ambas visiones. La disputa política teñida de personalismos, corrupción e ineptitud ha sido en ese lapso, el telón de fondo del escenario.

Una mirada amplia sobre la coyuntura actual, permite advertir con claridad que la grieta entre modelos de país, sigue más vigente que nunca.

Consumo y poder adquisitivo

La dinámica del consumo, es un buen termómetro para medir el estado en que se encuentra la actividad económica. Cuando existe bonanza, el consumo es la componente de la demanda que reacciona con mayor velocidad. Lo mismo ocurre cuando el nivel de actividad se desacelera. La Cámara Argentina de la Mediana Empresa (Came), lleva adelante desde hace años un relevamiento mensual del consumo minorista. El mismo cuantifica la evolución de las ventas en cantidad, eliminando la distorsión que puede generar la variable precio (inflación). Los resultados son elocuentes. En 27 de los 30 meses de la gestión Macri, el consumo medido en cantidad se redujo. La tendencia solo se interrumpió en el último trimestre de 2017, cuando las ventas crecieron tímidamente.

Cuando se observa lo sucedido durante los últimos dos años del gobierno anterior, se registra en primer lugar un fuerte retroceso del consumo durante 2014. El mismo puede atribuirse a la fuerte devaluación de enero de ese año, y a la aceleración de precios resultante. Una causa similar puede atribuirse a lo ocurrido en 2016, tras la salida del cepo. En 2015 sin embargo, se observa una recuperación de las ventas a lo largo de todo el año. Dicho rebote es el que no se verificó ni en 2017, ni en el primer semestre de 2018. La caída de los últimos dos años y medio, no puede ser atribuida solo a la devaluación.

En este sentido, hay dos elementos clave que aportaron para fortalecer la tendencia: los tarifazos a la energía, y las altas tasas de interés domésticas.

El infograma adjunto, revela el peso relativo de la canasta de servicios públicos, en relación al salario mínimo. Se advierte con claridad el golpe al bolsillo del incremento en el costo de los servicios elementales como gas, electricidad y transporte. El pago de los mismos representaba el 6% del salario mínimo en 2015, y pasó a significar el 17% en 2016. En la actualidad, la canasta básica de servicios representa el 21% del salario mínimo. En la comparación regional, solo Chile (23%) y Venezuela (33%) mantienen una relación superior entre costo de la energía y salario mínimo. Los datos demuestran que el incremento en el precio de la energía, inevitablemente se traduce en un menor nivel de consumo doméstico, especialmente entre los hogares que cuentan con un nivel de ingresos medio y medio bajo, y pese al esfuerzo oficial por otorgar la tarifa social a los sectores de niveles de ingreso mínimo.

Un segundo infograma, muestra la evolución de la tasa de interés activa en pesos del Banco de la Nación Argentina, entre 2011 y 2018. El gráfico revela que en épocas de cepo cambiario, la tasa de interés interna en pesos se mantuvo “planchada” en 18%. El primer “salto” se registra en 2014, luego de la devaluación, para mantenerse en 25% hasta el cambio de gobierno a fines de 2015. La llegada del nuevo gobierno, implicó la liberación del tipo de cambio, y con ello llegaron las altas tasas de interés registradas en 2016 y en el primer semestre de 2018.

La dinámica de tasas afectó especialmente al consumo, por las compras a crédito y con tarjeta de crédito. El conocido “Plan Ahora 12” lanzado en la gestión anterior, permitía financiar compras hasta en doce cuotas sin interés. El actual gobierno mantuvo la marca, pero no la modalidad, y la financiación “sin interés” desapareció. El impacto en las ventas de electrodomésticos, indumentaria y productos de la canasta básica, no tardó en aparecer.

Un conocido analista económico, sentenció hace unos días que “era fácil mantener altos niveles de consumo en el gobierno anterior, con tarifas atrasadas y tasa de interés subsidiada”. No le falta razón. El punto es dónde fueron a parar los recursos que hasta hace dos años se dedicaban a subsidiar el consumo. Los números son sorprendentes.

Deuda externa y fuga de capitales

Nadie podría imaginar a un carpintero que utiliza el serrucho para martillar, barnizar, lijar, medir y cortar. Utilizar una sola herramienta para la multiplicidad de aptitudes y matices que requiere una profesión, parece como mínimo rústico. Pese a ello, una gran parte de la cátedra económica y de la dirigencia política, utiliza una sola variable para explicar la multiplicidad de facetas de la macroeconomía de un país: la ecuación fiscal. Según esta visión, el gasto del Estado, es la raíz de todos los males.

El actual gobierno, adhiere desde la retórica a esta postura. Una y otra vez, el Ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, se encarga de resaltar en público la reducción del déficit primario. La pregunta es ¿Dónde quedaron los recursos que el Estado Nacional ahorró producto de la reducción de subsidios a la energía? ¿No alcanzó la reducción del gasto en subsidios a la energía para alcanzar el equilibrio fiscal? Si ya no se gasta en subsidios ¿en qué se gasta? Las respuestas surgen al observar las cuentas públicas, y advertir que el déficit financiero del Estado Nacional, aquel que considera también el pago de los intereses de la deuda pública, se ha duplicado en solo dos años. El endeudamiento multimillonario en dólares asumido por la actual administración, implica en primer lugar, que la matriz de gasto público no se ha modificado. El gobierno asume desde el discurso la necesidad de reducir el Estado, pero en los hechos ha mantenido la estructura heredada. En segundo lugar, implica que el peso de los intereses, más que compensa la reducción del gasto por la eliminación de los subsidios.

El tercer infograma, muestra la evolución del pago de intereses realizado por el Estado Nacional, en términos reales a precios del año 2011. Una cuenta sencilla, arroja que en los tres primeros años de la gestión Macri, el pago de intereses es un 74% mayor al de los últimos tres años de la gestión Fernández.

El dato queda confirmado con la estadística que proporciona el propio Banco Central (BCRA) respecto a la formación de activos externos del sector privado no financiero argentino, lo que comúnmente se conoce como “fuga de capitales”. Los datos revelan que solo durante el primer semestre de 2018, “salieron” del país u$s 16.676 millones, un 117% más que en la primera mitad de 2017. En los 30 primeros meses de la actual gestión, la salida de capitales asciende a $48.775 millones. La cifra equivale al 82% de las Reservas que mantiene en la actualidad el BCRA.

Al unir las puntas del análisis, el resultado se trata lisa y llanamente de una redistribución regresiva del ingreso, en la cual los miles de millones de pesos que se quitan del bolsillo de la clase media argentina, impactando de lleno en el consumo, van a parar a los bolsillos de los grandes inversores extranjeros, con asidua representación vernácula entre banqueros, empresarios y políticos.

En caída libre. Las cantidades de bienes y servicios consumidas por los argentinos son cada vez menores.

Datos

Datos

2,8%
La caída acumulada del consumo medido en cantidad, durante el primer semestre del 2018.
21%
representa la canasta básica de servicios públicos en relación al salario mínimo.
74,3%
creció el pago de intereses de la deuda pública en los tres primeros años del actual gobierno, respecto a los tres últimos del gobierno anterior.

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