¿Qué se celebra el 25 de Mayo?
El 25 de Mayo es una fecha más que curiosa en la historia de la Argentina, país que, caso singular, conmemora dos episodios distintos para subrayar su evolución como nación independiente. En realidad, la efeméride que se glorifica ese día no es más que un episodio contradictorio que dio lugar a la larga secuencia de golpes cívico-militares que caracterizó la historia argentina en el siglo XIX y casi todo el XX.
En rigor, la llamada Primera Junta de 1810 fue encabezada por militares y un grupo de empresarios, en ese entonces llamados comerciantes, que defendían intereses locales pero actuaban en nombre del depuesto rey Fernando VII de España. Fue pues un golpe cívico-militar, de vida bastante efímera.
Los militares que la integraban eran Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, y Miguel de Azcuénaga, y los comerciantes estaban representados por Domingo Matheu, un próspero vocero de los empresarios de Buenos Aires que se oponían al monopolio del comercio impuesto por España.
Es cierto que Mariano Moreno, que había defendido el librecambismo, había criticado al sector comercial porteño en su «Representación de los hacendados», pero no lo es menos que ese escrito no figuró entre las fuentes de la junta de 1810.
La Iglesia Católica, además, estaba representada por el sacerdote Manuel Alberti, en lo que constituyó un signo de la creciente participación del sector clerical en la historia futura de la Argentina.
La defensa del orden monárquico español contra el bonapartismo fue una excusa quizá elegante, pero poco eficaz. Y, de hecho, fue el precedente de esos golpes de Estado que se organizarían tantas otras veces para «defender la Constitución» o cuestionar, como fue el caso de Yrigoyen en 1930 y de Illia en 1966, a un presidente elegido por votación popular cuyo desempeño contrariaba a determinados sectores.
De hecho, los argentinos siempre buscarían un Fernando VII, disfrazado de constitucionalismo, como excusa para implementar una ruptura con el presente y edificar un nuevo orden jurídico pero sin romper del todo los lazos con el pasado.
No hace falta ser un revisionista a ultranza para advertir que la glorificación del 25 de mayo de 1810 no coincide con los simplismos patrioteros de los libros de texto destinados a la educación primaria y secundaria en la Argentina. Y que la vera historia del país enseña otra cosa.
Para peor, la Primera Junta constituye el epílogo más elocuente de la tragedia nacional del siglo XIX y buena parte del XX. Abrió las puertas al golpismo de elites que la sucedió, con ejemplos tan elocuentes como la Junta Grande, los triunviratos y, finalmente, la concesión de la «suma del poder público» al dictador Juan Manuel de Rosas, otro personaje contradictorio que gobernaba en nombre de una «Santa Federación» pero en realidad terminó actuando como el más salvaje de los unitarios.
¿Dónde está, entonces, la supuesta gloria del 25 de Mayo? ¿En el desprecio a los intereses de las provincias del interior por parte de Buenos Aires, que condujo a la anarquía y el desorden?
Cabe preguntarse si no sería más realista no tratar de adelantar la realidad histórica y celebrar el 9 de Julio de 1816 como una fecha más adecuada y precisa para marcar el nacimiento de la Argentina como país independiente.
Después de todo, aunque con algunas ausencias notables para la época, el Congreso de Tucumán tuvo voces más representativas y mucho más claras en el camino a la independencia nacional. Y no utilizó un lenguaje ambiguo para desprenderse de los «violentos vínculos» que ligaban a las provincias del Río de la Plata con la España despótica de ese tiempo, lo que en honor a la verdad fue mucho más certero y veraz, como arma, que las vacilaciones políticas y lingüísticas del 25 de Mayo de 1810.
RODOLFO A. WINDHAUSEN (*)
Especial para «Río Negro»
(*) Periodista y escritor independiente de origen argentino radicado en Estados Unidos desde 1978
Comentarios