Re-naturalizar el Alto Valle: más biodiversidad, menos pandemias

Creemos más espacios públicos con sello verde reitera como un mantra la arquitecta y urbanista Mijal Orihuela, de Roca.

Por Mijal Orihuela (*), especial para «Río Negro»

Unos días atrás en el grupo de Whatsapp de mi barrio, en Roca, entró un mensaje que decía “en tal esquina hay dos teros muy chiquititos”. Algunos vecinos agradecimos la información y, luego, la conversación pasó a otro tema con total naturalidad. Es que tenemos chacras cerca y el lujo de compartir nuestro hogar con fauna nativa como teros, lechucitas, pájaros de cabeza colorada, horneros, tordos, cuises, pececitos y hasta algún que otro sapo. Somos uno de esos grupos de vecinos que baja la velocidad del auto cuando ve dos o tres teros en la calle, porque sabemos que es una mamá o papá cuidando de sus pichones. Y, claramente, no nos hace felices atropellar un bebé de ninguna especie.

Antes vivía en el centro, en un barrio con muchos años de historia, allá tenía cucarachas, unas palomas exóticas enormes que le robaban la comida a los perros y alguna que otra rata rondado la zona. Eso no me gustaba, para nada. Pero me costó mucho tiempo entender por qué la diferencia. ¿Te lo has preguntado alguna vez?

Nunca son muchos los espacios verdes en nuestras ciudades patagónicas.

Ahora que hace calor, te propongo una cosa: andá al río y buscá palomas de esas que hay en el centro, las grandes. No hay. Hay de todo, hasta pájaros carpinteros y cisnes, pero de los reyes del centro, nada. A la vuelta recorré alguno de esos loteos nuevos que hay entre las chacras y mirá con atención, vas a ver todo tipo de pájaros ahí también. Incluso en las acequias podés llegar a ver alguna garza. Es que en estos lugares tienen comida y en el centro no, entonces los barrios más consolidados los coopta la fauna que menos nos interesa tener, como las cucarachas y las palomas exóticas.

El año pasado hablamos de lo importante que la fauna nativa (insectos incluidos) es para nuestro ecosistema, para la salud de nuestro hábitat e, incluso, para la de cada uno de nosotros. Recordemos siempre: más biodiversidad, menos pandemias. Aun así, sin quererlo hemos expulsado a nuestra fauna nativa de la ciudad y la hemos acorralado en espacios cada vez más reducidos. ¿Y si la invitamos a volver?

Grandes ciudades del mundo, como Buenos Aires, Berlín y Nueva York vienen desarrollando procesos de renaturalización, mediante los cuales han logrado que especies de todo tipo vuelvan a vivir en ellas. En Londres, te podés encontrar con zorros, liebres y ardillas en zonas super consolidadas. ¿Cómo lo logran?

Es muy fácil, complejizando los espacios verdes y sacándole el jugo a sitios desaprovechados como bulevares cementados o banquinas de tierra. Complejizar significa diversificar, romper con la monotonía y poner distintas plantas, combinadas de múltiples maneras. Si hacemos eso, poco a poco, los habitantes no humanos del valle volverán a acercarse, y, nos ayudarán a vivir en un ambiente más sano. Los teros viven en las zonas donde chacras y baldíos se entremezclan con acequias y cuadros de césped, porque ahí tienen comida. Démosle de comer, es gratis.

Imaginémoslo. Vos y dos amigas de Roca se encuentran en Damas Patricias y vías, una vive por la Alsina y otra por la Evita, así que les queda cómodo ese punto. Allí dejan los autos y salen a caminar. Desde que lo parquizaron con árboles, veredas, bancos y riego el paseo está hermoso. Pero ahora reemplazaron el césped por flores y gramíneas, así que hay unos aromas increíbles, mariposas y mucho trinar de pájaros. Es un paseo larguísimo, que se extiende hasta Stefenelli y es ideal para correr, enseñar a tu hijo a andar en bici, salir con el changuito o en silla de ruedas. Cada tanto tenés paradas, lugares donde la onda cambia, como cuando te encontrás con el Teatro de la Estación o los food truck. Todo esto gracias a unas flores y pastos.

Si lo vemos, podemos convertir lugares como las vías en grandes nodos para la biodiversidad, que se entrecrucen con otros más pequeños, formando una red de infraestructuras verdes. De yapa, este tipo de paseos nos permiten tener experiencias muy diferentes a las que nos generan otros lugares, como el canalito, el canal grande o el balneario del río, hoy más usados para entrenar, tomar mate o pasar la tarde. Biodiversidad y diversidad de paseos es, entonces, un combo.

Entonces, pensar en nuestros vecinos no humanos nos puede ayudar a pensar fuera de la caja, tener parques atractivos, innovadores y con sello verde, característicos de las ciudades sustentables.

Inicia un nuevo año y este es un momento en el que solemos reflexionar sobre qué hemos logrado en los últimos meses y qué deseamos para los próximos. Buena salud, trabajo, creatividad y que logremos convivir cada vez armonía con nuestros vecinos, humanos y no humanos, es mi deseo para el 2022. Feliz año a todas, todos y todes.

(*) Vecina del valle, arquitecta y urbanista.


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