San Atanasio de Alejandría, padre de la Iglesia: conocé su historia y una oración para pedirle gracia

Cada 2 de mayo, la Iglesia Católica celebra a San Atanasio de Alejandría, férreo defensor de la liturgia cristiana. Conocé acá su historia y cómo pedirle en oración.

La Iglesia Católica recuerda a San Atanasio de Alejandría cada 2 de mayo, considerado padre de la Iglesia de Oriente y doctor en esta materia, además de ejercer como obispo de los siglos III y IV en su ciudad de nacimiento. Fue una de las figuras más importantes de los primeros siglos del cristianismo, gracias a su férrea defensa de la ortodoxia.

Por su fidelidad a la doctrina, San Atanasio fue víctima de la persecución y padeció el exilio en repetidas oportunidades. Sin embargo, jamás desistió de la proclamación a Cristo ni se apartó de la Iglesia durante su vida.

San Atanasio de Alejandría tuvo una importante formación en filosofía, gramática y teología, además de dominar el griego en sus distintas variantes. Desde joven demostró talento para escribir, don que supo utilizar después como teólogo y pastor de almas; sus dos primeros escritos fueron «Contra los paganos» y la «Encarnación del Verbo».

Atanasio se volvió célebre por la controversia contra los “arrianos” o “arrianistas”. Esta doctrina calificada de herética tuvo por autor a Arrio, presbítero del norte de Alejandría, quien sostenía que Cristo no era verdadero Dios sino una criatura excepcional pero de ninguna manera eterno.

En medio de esa disputa por sus creencias, San Atanasio murió el 2 de mayo del año 373, luego de haber servido como obispo durante 45 años y tras haber pasado en total 18 años lejos de su tierra y de su sede.

Oración para pedir la gracia de San Atanasio de Alejandría


Oh Virgen,
tu gloria supera
todas las cosas creadas.

¿Qué hay que se pueda semejar
a tu nobleza, madre del Verbo Dios
?

¿A quién te compararé,
oh Virgen, de entre toda la creación
?

Excelsos son los ángeles de Dios
y los arcángeles,
pero ¡cuánto los superas tú, María!

Los ángeles y los arcángeles
sirven con temor a aquel
que habita en tu seno,
y no se atreven a hablarle;
tú, sin embargo, hablas con él libremente.

Decimos que los querubines son excelsos,
pero tú eres mucho más excelsa que ellos:
los querubines sostienen
el trono de Dios;
tú, sin embargo,
sostienes a Dios mismo entre tus brazos.

Los serafines están delante de Dios,
pero tú estás más presente que ellos;
los serafines cubren su cara con las alas
no pudiendo contemplar la gloria perfecta;
tú, en cambio, no sólo contemplas su cara,
sino que la acaricias y llenas de leche su boca santa.

Amén.


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