Resurge la navegación a vela en Viedma y Patagones

A partir de la integración de escuelas, clubes y privados, cada vez hay más gente que disfruta de vivir de cara al río.

Quien descubre, aunque sea en forma tardía, el significado de navegar a vela es posible que entre en una pasión adictiva.

Y en ambas márgenes del río Negro , el viento sopla en forma favorable, como para pensar que la actividad provoca un verdadero alboroto deportivo.

Los que se suben a un velero dejan atrás el estrés, la rutina, se desconectan del ritmo habitual. Y también ofrecen un espectáculo paisajístico a los que miran desde la orilla.

Varios son los factores que influyen en el resurgimiento del velerismo. La comarca del Valle Inferior cuenta con una rica historia náutica desde su fundación en 1779 con el puerto de Patagones como generación de riqueza económica, guarida de corsarios, y es el lugar de origen del comandante Luis Piedra Buena, quien solía salir al mar con el cúter “Luisito” cuando ni siquiera era grumete.

El viento en popa que dio lugar a la riqueza de su práctica en la actualidad proviene de la integración que lograron la Escuela Náutica Basilio Villarino, los clubes La Ribera de Viedma y Piedra Buena de Patagones, más algunos privados que se subieron a la ola de arrastre en las modalidades Optimist, Pampero y Laser.

El instituto educativo viene formando timoneles desde hace más de 20 años con el torrente de adrenalina desencadenado por los instructores Osnaldo Hernández, Ricardo Chirico y su hijo Nicolás.

“Se dejó de estar de espaldas al río, principalmente porque la escuela impulsó cursos desde hace tiempo, sus egresados se tiraron a correr regatas y apareció gente nueva”, cuenta Nicolás.

A sabiendas de la fortaleza que tiene el canotaje, la vela viene ganando prestigio, a su criterio. Apunta que desde el punto de vista panorámico en el río, las velas resaltan más, “a la gente les llama la atención” y cuando se acercan a la costa se promueve una actividad de extensión porque “ofrecemos paseos gratuitos como para ir sumando más adeptos, puedan vivir la navegación e inicien los cursos”.

El instructor destaca otra particularidad. A su entender existe un concepto equivocado porque se cree que la navegación a vela “es para gente de elite”, pero en la Comarca “es todo lo contrario, aquí practican empleados, y la mayoría de las embarcaciones son del Estado o de los clubes” aunque luego se agreguen algunos privados.

Las velas terminaron de desplegarse a todo viento cuando la Escuela y La Ribera decidieron tirar juntos para organizar en 2013 el XXVI Campeonato Argentino de la Clase Nacional Pampero en la desembocadura del río.

El éxito giró en que la vasta superficie del Estuario cautivó a propios y extraños. Y ese acontecimiento alimentó la cohesión con el Piedra Buena lo que dio lugar a que la Comarca cuente, desde entonces, con un campeonato interno coincidiendo todos juntos sobre la superficie del Negro, unos 25 veleros.

Los resultados son considerados vitales para trabajar en el crecimiento potencial en las prácticas navales que luego se ven en otros espejos de agua desde el punto de vista competitivo.

Por otro lado, dicen las personas aficionadas que las sensaciones que se experimentan sobre un barco y en este escenario se pueden explicar con una sola palabra: placer, aunque el río implique desafíos.

El noble Pampero

El parque náutico cuenta con otras categorías como el Snipe, el “celoso” del agua, que en una ceñida corta la superficie como si fuera un cuter sobre una hoja de papel. Pero todos prefieren el Pampero, porque es la embarcación que mejor se adapta a las características del curso de agua.

Sirve para recreación y competición, y que nadie sufre una mojadura aun cuando se produzca una escora (inclinación) a babor (izquierda) o estribor (derecha).

Su desembarco en la zona comenzó a mediados de la década del ‘70 a través del operativo de promoción de la náutica “El Mar nos une” encarado por la Armada Argentina.

En ese momento, con la entrega a La Ribera, el Piedra Buena y el desaparecido Club Regatas Viedma, se hizo un aporte positivo distribuyendo las primeras seis embarcaciones. Fue la línea de largada para el doble propósito de poner proa a la recreación y al deporte competitivo.

Esta noble embarcación representa un acierto para las características de este curso de agua, y aquí se logró aprovechar con el correr de los años. A sus detalles de diseño marinero, reducidas dimensiones, maniobras simples y bajo costo de mantenimiento, se añade que facilita las cosas como para dominar la técnica de navegación y luego competir en cualquier espejo.

La cancha de regatas

Hay que mirar el pequeño horizonte. Resulta necesario atender el propio escenario que presenta el curso de agua. Se debe navegar en subiente para evitar que la marea arrastre a los noveles practicantes río abajo y así neutralizar un rescate con una lancha de arrastre y las probables bromas de los compañeros, que hacen mella sobre el orgullo del potencial buen navegante.

Además, las canchas están limitadas por la acción de los árboles de cada orilla. Por eso es recomendable hacer una brusca maniobra de retorno o girar cambiando el rumbo a fin de evitar que a un viento de ceñida (navegación a 45 grados contra la dirección que trae) se le corte la racha y la embarcación escore lo suficiente como para un tumbo.

Una situación que podría aparecer como un probable segundo motivo de burla.

Aire libre. Una buena opción para escapar al estrés.
Pablo Leguizamón

La gran mayoría navega en los Pamperos, de gran adaptación al curso de agua.
Pablo Leguizamón

Preparativos. Un deporte donde hay que respetar cada paso.
Pablo Leguizamón

“Esto no es para una elite. Acá la mayoría son empleados y la gran parte de las embarcaciones son del Estado o de los clubes”

“Ofrecemos paseos gratuitos como para ir sumando más adeptos, para que puedan vivir la navegación e inicien los cursos…”
Nicolás Chirico, instructor de la Escuela Náutica Basilio Villarino.

El marinero de los 18.000 kilómetros anuales

En la remontada de la náutica, hay marinos con una vasta trayectoria en conseguir pergaminos en regatas, en casi todos los circuitos regionales y del país.

A Hernández, a quien todos llaman “Naldo”, le dicen el marinero de los 18.000 km anuales, aunque ya está retirado de las maniobras y las espectacularidades de ver a los rivales desde adelante aprovechando las rachas favorables.

Se inició en los 70 como timonel teniendo como tripulante en el foque (vela delantera) a Jorge Destéfanis, quien venía con sus buenos antecedentes como ganador de las primeras ediciones de la Regata del Río Negro en kayak. Alternó con Gustavo Zilli, y luego con su esposa Susana Miguel, con quien compitió en Córdoba, Mendoza y otros espejos de agua. “Nos codeábamos con gente de mucho nivel. En el agua nos sacábamos los ojos, pero afuera todo era amistad”.

Aprendió mucho en el río Negro. “Aquí, hacemos que la práctica se viva con intensidad, aplicamos técnicas como para evitar que las corrientes te maten la potencia que te puede dar el viento, buscamos lugares donde la corriente no existe, y que los árboles no te tapen el viento”.

El timonel Gastón Pamer viene de obtener el segundo puesto a nivel nacional en el Grand Prix de Córdoba, junto a Juan Ruff, y dejando atrás por muy poco a Nicolás y Gustavo Chirico, quienes tienen la doble función de estar en la Escuela, y competir.

“Estamos muy motivados, y ya nos estamos preparando para ir al Nacional de Salta en octubre, aunque haya que trasladar las embarcaciones con trailer, por espacio de 2.000 kilómetros”, asevera sobre el momento que está pasando desde el punto de vista deportivo.

Coincide con “Naldo” sobre la gran camaradería que existe entre los veleristas porque todos son muy abiertos, al punto tal que “nosotros hemos mejorado con horas en el agua, aprendimos con las salidas a las regatas de afuera, hablamos con los que saben y te tiran consejos”, dice.

“Aplicamos técnicas para evitar que las corrientes maten la potencia que te da el viento, buscamos lugares donde la corriente no existe”.
Naldo Hernández

Equipos de bajo presupuesto

Lejos de estar asociado a quienes ostentan bolsillos holgados, disfrutar de la navegación en un Pampero, es más fácil de lo que parece.

Sin acudir a la necesidad de comprar una embarcación, con sólo pagar la cuota de la Cooperadora de la Escuela Náutica y hacer el curso, se puede trepar a ella gastando solamente el viento.

Con ese ingreso, la Cooperadora mantiene las embarcaciones oficiales, que a su vez cuenta con apoyo de la secretaria de Deportes de la Provincia ya que invirtió en ese tipo de barcos.

A quien se le ocurra incursionar en forma privada en el deporte náutico, si bien puede utilizar un casco y la arboladura de los Pamperos que poseen los clubes, tendrá que echar mano a su bolsillo para contar con sus propios elementos que son empleados en las competencias locales. Los herrajes (por caso 10 motones por donde pasan los cabos o cuerdas) cuestan a razón de 400 pesos cada uno. Un juego de velas ronda los 20.000 pesos aunque los clubes tienen los propios que les prestan a los socios. Y si alguien cuenta con ingresos extra, un casco ronda en la actualidad los 90.000 pesos. Como los clubes proveen sus propias embarcaciones a los socios, las cuotas mensuales oscilan entre los 300 y 450 pesos.

La Salada, en Pedro Luro, una laguna picada por el viento

Las ráfagas silbaron de lo lindo y hubo que navegar con velas recogidas (“mano de riso”). La botavara (caño perpendicular al mástil) amenazaba las cabezas cuando iban o venían de babor o estribor; pero los 23 timoneles con sus tripulantes que acudieron al balneario “La Salada” de Pedro Luro disfrutaron a pleno.

Esta vez, la Escuela Náutica brilló en la laguna cuando enfrente tenían a “pesos pesados” de Bahía Blanca que también viajarán a Salta.

Los Pamperos volvieron a la acción el fin de semana pasado en ese espejo de agua en el marco de una fecha con puntaje para el campeonato “El río nos une”, desarrollado junto a embarcaciones bahienses.

Otorgó 23 puntos a la pareja Nicolás Chirico-Estefanía Pesaresi, que finalmente se abrió paso hasta la linea de sentencia.

Si bien los veleros de Viedma dieron muestra de su gran nivel en aguas bonaerenses y volvieron a animar a los seguidores de la disciplina, no faltaron los tumbos como consecuencia del fuerte viento reinante en la última de las etapas.

Los tripulantes tuvieron que hacen un importante esfuerzo para emparejar los barcos (“adrizar”) sin ayuda de nadie y para evitar ser descalificados.

Datos

“Esto no es para una elite. Acá la mayoría son empleados y la gran parte de las embarcaciones son del Estado o de los clubes”

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