Riquelme, entre pisadas y un juego exquisito

Un jugador que pisa la pelota con la misma soltura y desfachatez en el primer partido de un campeonato local como en la final de la Copa Intercontinental es distinto.

Así, simplemente, juega Juan Román Riquelme.

Haciendo la pelota «chicle» debajo de su suela derecha en el minuto 89 ante dos defensores de Real Madrid, Riquelme le puso su sello distintivo a una labor notable en el partido más importante que le tocó jugar con la camiseta de Boca.

El «pibe» de mirada seria y juego alegre tomó el balón contra el lateral izquierdo, a escasos diez centímetros de la línea, hostigado por Geremi y Helguera. La pisó para atrás y sufrió el morocho. La pisó para adelante y padecieron ambos defensores. La secuencia final fue, obviamente, una infracción en su contra llena de impotencia.

Y esa jugada fue la última, la que se disfrutó por gula y no por necesidad porque en ese momento cada hincha de Boca esperaba que la pelota vuele bien lejos, de ser posible hasta China, donde seguramente no se la devolverían a los japoneses.

Eso fue Riquelme. El organizador de juego en los mejores momentos de Boca, y una pausa para los embates de Real Madrid en los peores momentos del nuevo monarca mundial.

Sería un error conceptual quedarse sólo con sus pisadas, que fueron varias. Así se omitirían los cambios de frente que colocó para enviar el juego a la zona con menos jugadores, y hasta fue generoso en la contención, cuando hubo que frenar la furia española.

Es cierto que le faltó determinación para llegar con fuerza al área rival, que pisó pocas veces, aunque tiene como atenuante que fue amarrado por su propio equipo, que muchas veces estuvo muy replegado.

No pudo hacer un gol, aunque no por no haberlo buscado. El joven arquero Casillas fue el responsable de su sequía goleadora, al desviar dos tiros libre que iban al ángulo. Hubieran sido una dulce recompensa para Riquelme, justo para él, que regaló tantos «chicles» en la final de la Copa Intercontinental.

La importancia del partido y la dimensión del rival, lejos de inhibirlo, lo hicieron jugar como en los potreros de Don Torcuato. (Infosic).

Y se lo dedicó a su papá

«No sé si seré el mejor jugador del país, pero sé que tengo que aprender mucho todavía. Ahora estoy muy contento porque pudimos ganar, que era lo más importante», señaló eufórico Riquelme.

En medio de tanta algarabía, reflexionó: «Estoy muy feliz, aunque la mayor alegría fue el nacimiento de mi hija. Esto se lo quiero dedicar principalmente a mi papá que fue el que me aguantó siempre». (DyN).


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