Roca encontró una excusa para el reencuentro

Ex figuras del fútbol zonal y nacional, en noche especial.

A Pablo Verani se le dibujó una sonrisa más en la noche. Era explicable. En el césped -¡el piso del «Maiolino» estaba como nunca!- Miguel Batalla acababa de concretar el tercer «caño» de su show.

El cordobés, en realidad un verdadero «ahijado» futbolístico del entonces presidente «naranja» y hoy gobernador rionegrino, seguía pidiendo la pelota, abriendo frentes de ataque, buscando claros en la ofensiva del equipo. En suma, estaba clausurando una actuación con rasgos muy propios de aquel futbolista de gran contenido de habilidad y talento, que por muchos años desparramó su clase por escenarios de aquí y de allá.

Es cierto que Batalla fue el que monopolizó la atención e hizo el mayor despliegue. Pero en definitiva fue un símbolo más de este equipo armado con muchas figuras de entonces, como las de Carlos Guaita, Alberto Saldico, Ricardo Lizzi, Luis Graneros, Ricardo Salcedo, Oscar González, Héctor Tapattá, Néstor Revelante, quienes hace 22 años le permitieron al fútbol de Roca dar su primer grito fuerte. El de aquella explosión de entusiasmo popular como fue la clasificación para el Nacional del «78, el primero de los dos torneos de ese fuste en los que participó la entidad roquense.

El motivo de este espectáculo desarrollado anoche era, precisamente, para festejar esa consagración. Aquel logro que sacó a la gente de sus casas, una afición que colmó varias veces el estadio local y regresó una tarde feliz como nunca desde Mar del Plata tras la doble conquista (había sido 4-0 de local y 4-1 de visitante) sobre Quilmes, que catapultó al «Depo» a la fama nacional.

Esta vez, es decir ayer, al partido del festejo lo presenciaron unas tres mil personas. Muy buen número, teniendo en cuenta la época, la noche algo fresca y un valor de la entrada que por ahí hizo retacear las ganas de muchos.

Cuando pasadas las 20 aparecieron los hombres vestidos con indumentaria totalmente naranja, a más de uno quizá se le habrá escapado un «lagrimón». Era comprensible. No era un acontecimiento así nomás. Hasta había razones para que crujiera el pecho.

Las tribunas se fueron poblando de a poco. En la cancha -vale recalcar, el césped estaba de maravillas- estaban «unos» y «otros». En estos últimos, vaya qué nombres: Roberto Mouzo, «Pancho» Sa, Miguel Bordón, el «Chino» Benítez y Omar Perotti. Todos con sello «xeneize». A ninguno le faltaba fama, de la muy buena que tienen acreditada en sus fichas personales.

Y hubo refuerzos. En ambos lados. Con los del «Depo», ¡el ruso Strak! Una figura total de aquellos tiempos y que por primera vez en su vida se ponía la naranja. ¡Si lo vieran por allá…! Y completaron la plantilla el «Nene» Travecino -descolló antes de aquel equipo del «78- los Fernández (Daniel y el «Chula»), Marcelo Ortiz, Omar Borsotto, Esteban Caneo y Alejandro Kunz.

En los visitantes, otro que supo de mil y una batallas por estos campos: el «Bambi» Flores. En el arco estuvo Serrano (Daniel, el padre del pibe que cuida hoy los palos de Cipolletti), integrando también la formación de afuera Juan Amador Sánchez, J. Tenaglia, José Iribarren, acompañados por los zonales Carlos Sierra, el «Chato» Biedma y el chileno Gutiérrez.

Hay que decir que el partido fue de treinta y treinta. Pero si había noventa, probablemente quedaba resto en los pulmones y músculos como para seguir tirando.

El ritmo no fue intenso. Más bien cansino. Pero eso sí, con una disciplina a rajatabla: jugar bien. Nadie traicionó el culto de hacer del fútbol una cuestión de «sociedades», como lo pregonan los que más saben. Y eso entretuvo a la gente, que se reiteró en admiraciones hacia uno y otro lado.

El resultado, que fue en rigor una anécdota, terminó 2 a 1 para las «Estrellas». Pudieron ser más los tantos. Daniel Fernández contó con un par de situaciones en el dueño de casa pero una la conjuró muy bien Serrano y en la otra el disparo se fue por arriba. Cuando se cerraba el primer capítulo, Perotti tuvo su chance en la visita en un penal que lo remató a las nubes.

El que abrió la cuenta fue Tapattá a los 8 del complemento. La réplica no se hizo esperar y Graciani -el de más actividad y que compitió con Batalla por el título a la figura de la noche- dio vuelta las cosas. Primero, a los 17, con un soberbio disparo de 25 metros, inatajable para el «Chivo» González. Y cuatro más tarde al concretar con precisión el segundo penal que dispuso el equipo de las «Estrellas».

Y todo quedó ahí. En un tanteador para registrar nada más que en los papeles, porque en el corazón de los que fueron al estadio y aquellos que lo siguieron por radio -¡y hubo cuatro emisoras en transmisión!- quedó lo otro. El recuerdo de uno de los hechos más conmocionantes que tuvo el fútbol local.

Alfredo Celani


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