Del parto al parto respetado: la historia de una mamá de Roca

Estefanía dio a luz a su primer hijo encima de una camilla con los pies atados hace 14 años. Hace pocos meses, volvió a la sala de partos del hospital Francisco López Lima pero vivió una previa con música e hizo nacer a su hija apoyada sobre una pelota. La experiencia del cambio en primera persona.

Con sonidos de la naturaleza la recibió la sala de parto. Desde que la pisó tuvo una linda sensación, que hoy llama “libertad”. En el espacio hay una cama, pero también mucho lugar para desplazarse. Pudo caminar lo que necesitó, sentarse cuando quiso y también balancearse en la pelota para calmar el dolor de las contracciones.

“Fue más acompañamiento que intervención”, resumió Estefanía Fuentes (31), una mujer que vive junto a su familia en Stefenelli y en la Semana del Parto Respetado quiso compartir su experiencia.

“Súper diferente respecto al trato de antes, para empezar que ni me subí a la camilla”, comentó Estefanía quién recibió a su cuarta hija el pasado 27 de diciembre.

“Salió todo natural, como yo quería”, enfatizó alegre. “Estaba de 41 semanas, ya tenía que nacer. A las 6 de la mañana empecé con contracciones en mi casa, a las 11 llegué al hospital y a las 14.55 nació Melody”, agregó la mujer, que apoyó el torso en la pelota y las dos rodillas en una colchoneta, y en posición de cuadrupedia dió a luz.

Falso refrán

“Todo tiempo pasado fue mejor”, dice el dicho popular. Estefanía asegura que en su caso no fue así.

“En el parto de mi hijo más grande Brian (14) la pase tan mal. Cuando iba a nacer Esmeralda (3) y también cuando tuve a Samira (11), hacía toda la previa en casa, esperaba a lo último para llegar derecho a parir. Con mi última hija fue distinto desde el embarazo, con talleres antes de cada control, con otra información”, destacó.

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Estefania se lamenta todavía cómo vivió el nacimiento de Brian. “Los médicos eran más fríos, me trataron mal. Era mi primer bebé, estaba nerviosa. A mi pareja no la dejaban participar. El preparto se hacía en una sala común, después me pasaron a otra sala y me rodearon como cuatro residentes, yo mientras me retorcía del dolor en la camilla”.

“Me acuerdo que cuando me pusieron el suero para que dilatara pregunté porque y la enfermera me respondió mal, me dijo que le pregunte a mi doctora. Después en la sala de parto me ataron las piernas, me decían la clásica ‘si te gustó bancatela’. Una vez que nació se lo llevaron y cuando lo trajeron se lo dieron a mi mamá, que presenció el parto”, añadió.

“Siempre conmigo”

Lo que más le llegó a Estefanía de su último parto fue la posibilidad de vivir “la hora sagrada”. Es el momento posterior al nacimiento, cuando se prioriza el Contacto Piel a Piel (Copap) entre la mamá y el recién nacido. “A Melody la tuve enseguida encima de mi pecho, después de un ratito le pusieron el pañal. El papá cortó el cordón. Fue todo hermoso”.

Estefania asegura que no estaba sola, sino acompañada por el equipo de salud que siguió la evolución del trabajo de parto. “En un momento sentí frío y me alcanzaron una manta. Me acalambre y me masajearon. Pero sin intervenir, era un acompañamiento. No rompieron la bolsa, no quisieron acelerarlo como cuando nacieron mis hijas anteriores. Respetaron lo que iba necesitando, era una sensación de libertad”.

Entre los beneficios del Copap aparece la lactancia. “Melody se prendió a la teta y tomó dos horas seguidas. Después se durmió. Pero ella estaba conmigo pegadita. Con mis otros hijos no fue así, tomaron en la habitación, quince minutos y se durmieron”.

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