Sin Gualberto, hay dudas sobre la continuidad de la querella

La muerte del padre de Daniel Solano generó una gran conmoción porque falleció sin haber podido saber qué pasó con su hijo desaparecido.

La angustia lo carcomió al punto que su cuerpo no aguantó más. El fallecimiento de Gualberto Solano ahora abrió un interrogante sobre la continuidad de la parte querellante en el juicio contra siete policías de Choele Choel por la privación ilegítima de la libertad y homicidio calificado de Daniel.

Si bien la continuidad del juicio (que se retomará mañana) no corre peligro, la ausencia de la querella representaría una merma determinante para la estrategia de tratar de demostrar la culpabilidad de los policías acusados.

¿Cómo se define? Las únicas que tienen la potestad de continuar o no con la figura de la querella son las hijas de Gualberto, que en principio no están obligadas a continuar con la voluntad de su padre.

La audiencia de mañana, que arrancará a las de las 9 en la sala de N° 5 del subsuelo del edificio roquense de Tribunales, será clave para el futuro. Es que los abogados de la familia Solano, Sergio Heredia y Leandro Aparicio, deberán presentar el poder de las hermanas de Daniel para poder continuar al frente de la querella.

Allí también se resolverá sobre un eventual planteo de los defensores de los acusados.

Desde Salta, Heredia le dijo a “Río Negro” que tiene el compromiso de las hijas de Gualberto para continuar con el juicio y que seguirá hasta encontrar a los culpables de la desaparición de Daniel.

“Voy a traer los restos de Daniel y los enterrare junto a su padre. Nosotros somos apoderados de Gualberto. Gualberto en cada audiencia se murió. Esa gente tendría que estar en prisión preventiva. Gualberto murió porque no iban los testigos. Todo eso lo mataba. Que de 10 testigos vaya uno. Verlos a los tipos, las burlas. Tenemos las fotos de las burlas”, agregó el abogado Heredia.

Dato

Muestras de profundo dolor por su muerte

Las muestras de pesar y dolor por el fallecimiento de Gualberto Solano se multiplicaron en toda la provincia y particularmente en Valle Medio. Se hicieron explícitas en las calles, en las redes sociales e inundaron los medios de comunicación.

En el acto de conmemoración por 36 aniversario de la guerra de Malvinas en Choele Choel se hizo un minuto de silencio. Mientras en el acampe, frente al juzgado penal, el puñado de allegados a “Don Gualberto”, se abrazaban, presos del dolor y las lágrimas. “Dorrmía en esta carpita. Comenzó poniendo su cuerpo acá”, contó Pablo Rojas, uno de los amigos que cosechó Gualberto en Choele. “Yo lo voy a recordar como un gran luchador, que fue lo que fue. Se me fue un gran amigo” señaló.

“Fue un gran amigo y compañero todos estos años. Me quedo con lo mejor de él fue una gran luchador. Me queda mucho dolor. Me queda mucha bronca”, afirmó Andrea Alán.

Su imagen, siempre con su camisa de jean, siempre paciente, se viralizó en Valle Medio. Al cierre de esta edición se realizaban en el acampe una misa celebrada por el padre Cristian Bonin, uno de los más cercanos a Gualberto en Choele. Luego estaba prevista una marcha en su memoria.

La imagen de la lucha sin claudicaciones

Sergio Escalante

sescalante@rionegro.com.ar

Opinión

Datos

65
años tenía Gualberto Solano. Los últimos seis lo sufrió por la desaparición de su hijo Daniel.
La llama de Gualberto se fue apagando lentamente durante los últimos 6 años desde que su único hijo varón desapareció. Llevaba consigo, como adherida a la piel, una capa de dolor y de tristeza que iba creciendo mientras pasaba el tiempo. Se fue sin poder encontrar sus restos ni tampoco calma en una justicia que se mostró lenta hasta la inoperancia.
Dejó todo para buscarlo. Viajó pocos días después que Daniel desapareció desde su Tartagal natal hasta Choele Choel. Se instaló en distintos lugares, hasta en una carpa hecha con náilon negro frente al juzgado penal como un grito silencioso de reclamo. Hasta se encadenó pidiendo justicia. Marchó en silencio en muchísimas oportunidades. Lloró en silencio centenares de veces, la mayoría solo. Nunca gritó, insultó ni pidió venganza.
Si Daniel Solano se convirtió en imagen de un crimen, su padre fue la imagen de la lucha sin claudicaciones. Jamás pidió dinero y se fue con dignidad.
La bajada al jagüel fue uno de los momento más determinantes. Cuando las máquinas coparon el campo “La Manuela”, se lo notaba expectante, nervioso, esperanzado. Pero esa sensación se desvaneció rápidamente cuando se denunció que el sitio había sido adulterado.
El rostro de ese hombre curtido por el clima y la desazón sigue interrogando a todo un complejo sistema en el que se entrecruzan la policía, empresarios, la justicia, la política y hasta la sociedad del Valle Medio.

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