Campo Grande: una bodega con más de 60 años de historia en 20 hectáreas de viñedos

La producción de vinos es una tarea que la familia Dellanzo lleva adelante con trabajo y esfuerzo. Pioneros en este rubro en la zona, de a poco, van incorporando nuevos elementos para comodidad de sus clientes.

Campo Grande es, una de tantas, tierra de pioneros. La producción frutícola plantó bases en esta zona y fue gracias a quienes llegaron en búsqueda de un nuevo horizonte, nuevas oportunidades.

La historia de la bodega Dellanzo comienza hace unos 63 años con dos inmigrantes italianos, hermanos ellos, que escaparon de la guerra. Estos pobladores, entre otros, fueron quienes dieron vida y ayudaron al crecimiento de lo que se convertiría en Campo Grande. No solo vinieron a trabajar la tierra, también ocuparon su tiempo en levantar los cimientos de varios edificios locales.


“Hasta hace unos años la bodega se llamaba San Pablo, pero una cuestión legal, desconocimiento de los dueños originales, se perdió el nombre de la marca. Cuando fueron a registrarla ya lo había tomado otra bodega”, contó Ricardo Hernández, yerno de Ricardo Dellanzo, actual propietario de la bodega.

“La bodega tiene 63 años. Gino, el papá de mi suegro y su hermano llegaron al Valle a trabajar. Compraron la bodega y se convirtieron en parte del desarrollo del pueblo. Su mano de obra ayudó a levantar esta zona. Actualmente uno de los descendientes de Gino Dellanzo, Ricardo junto a su familia, llevan adelante este establecimiento”, agregó Hernández.


La bodega tiene una capacidad de producción de 200 mil litros, pero al año se elaboran 150 mil aproximadamente, “años más, años menos”. Tienen 20 hectáreas de viña repartida en tres chacras, pero todo dentro del ejido de Campo Grande. Cerca de la costa, en la barda y en la zona productiva. “Manejamos 10 variedades en total: 8 tintas, una blanca que es un torrontés riojano, otro rosado moscatel canela, un vino bastante emblemático acá en la bodega. Los clientes lo vienen a buscar porque es dulce, muy rico”, explicó Hernández.

“En las uvas tintas tenemos Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon, Bonarda, Sirah, Tempranillo y Aspiran Bouchet, un varietal que es emblema en nuestros vinos de alta gama”, agregó. En la bodega siempre trabajó y comercializó el embotellado en damajuanas. “Hace más de dos años se lanzó la línea en botella. Igual todavía la gente viene a buscar la damajuana, sobre todo vecinos y hemos tenido clientes de varios lugares del país. Gente de Buenos Aires, Misiones y hasta uno de Paraguay, personas que han visitado la zona y se llevan nuestros vinos”, comentó orgulloso.

La utilización de la botella es una deuda pendiente desde hace mucho tiempo. La idea nació en el 2011 y tardó todos estos años en desarrollarse. En esta bodega trabaja toda la familia. Los avances son en base al trabajo y sacrificio diario. Como productores locales no solo hacen vinos, también en algún momento hubo manzana y pera en la chacra que actualmente quedan algunas plantas, siembra de pasto, entre otras. Hacemos como muchas cosas juntos y los pasos para avanzar son más pequeños”, explicó el joven.

Ricardo Hernández, es parte importante de la logística de la bodega.


A la fecha cuentan con cuatro etiquetas: tres de tinta, un vino joven, un reserva tinto y un gran reserva tinto y una línea de rosado dulce. “Si bien la bodega cuenta con personal, mayormente para la cosecha, el resto de los trabajos los hacemos mis suegros y yo. El valor agregado es que nos asesora un enólogo, Mario Lascano, que toma las decisiones de qué tipo de vinos hay que elaborar. En vendimia somos los mismos pocos de siempre: cosecha, recepción de la uva para procesar en la bodega, molienda… 3 personas hacen ese trabajo”, comentó entre risas Hernández.

Mis suegros son el verdadero motor de la bodega, ellos hacen que esto funciones. Yo les doy una mano con todo lo que presentaciones, mostrar el producto, entre otras tareas. Queremos potenciar un poco más la marca. Entre las proyecciones que tenemos y porque muchas gente pregunta, es tal vez en un futuro, sumarnos a la movida del agroturismo”, concluyó.


Campo Grande es, una de tantas, tierra de pioneros. La producción frutícola plantó bases en esta zona y fue gracias a quienes llegaron en búsqueda de un nuevo horizonte, nuevas oportunidades.

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