Mariela Jara, la joven agricultora que eligió quedarse en la tierra
Tercera generación de agricultores, hija y nieta de chacareros, Mariela Jara representa el arraigo más genuino de Cordero.
Por Juan Pablo Iozzia
Su historia es la de una familia que apostó a esta tierra cuando todavía era monte, y que hoy sigue sembrando futuro con trabajo, convicción y amor por el lugar.
“Soy tercera generación de agricultores”, dice con orgullo. Sus abuelos trabajaron en Guerrico, su padre Rodolfo continuó la tradición y fue quien decidió venir a Cordero junto a su madre. “Cuando llegaron, era todo bosque, un monte muy espeso. Debe haber sido todo un desafío, pero les gustó el lugar y tuvieron la voluntad de crear un hogar y trabajar la tierra.”
En esa chacra nacieron sus hijos y, con el tiempo, también la vocación de Mariela. “El primer vehículo que aprendí a manejar, después de la bici, fue el Massey de mi papá”, recuerda entre risas. A los 10 años ya ayudaba a levantar fardos con la familia y los vecinos. “La agricultura para mí es lo que alinea mente, cuerpo y espíritu”, confiesa. “Exige esfuerzo, planificación y también te llena el alma.”
Para Mariela, trabajar la tierra en Cordero es también honrar una historia compartida. “Esa historia y ese esfuerzo son los que impulsan a esta localidad a crecer. Se heredan conocimientos, se comparten y se atesoran en cada familia.” La presencia del Dique Ingeniero Ballester, dice, es parte de esa identidad: “Esa obra magnífica es la que da vida a todo el valle y la que empuja a seguir escribiendo la historia.”
Su principal maestro fue su padre, pero también la comunidad. “Aprendí mucho de mi papá, que siempre cuenta cómo trabajaba mi abuelo la chacra. Él hacía lo que hoy se llama agroecología.” Mariela sonríe al contar que, en Cordero, la sabiduría está en todas partes: “Esta localidad es una biblioteca. Lo que más aprendí es que hay que adaptarse a los cambios. La tierra siempre da frutos si hay dedicación y respeto.”
Cuando imagina el futuro, lo hace con esperanza. “Sueño con un Cordero que siga alimentando al Alto Valle con productos sanos. Esta tierra es generosa y puede producir mucho más. Mientras Vaca Muerta avanza, nosotros tenemos que apostar a la agroecología, a lo local, a lo nuestro.”
Y al final, su voz se vuelve más suave. “Primero, amo esta tierra”, dice. “La gente es solidaria, mantiene ese espíritu de comunidad chica. Cuando salgo a repartir mis productos me invitan un mate, charlamos. No es solo lo comercial, es lo humano.” En sus palabras se resume el presente de Cordero: la unión de generaciones que eligen quedarse, sembrar y creer que el futuro, como la buena cosecha, empieza en casa.
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