Se fugó un detenido por el «crimen del recital»

Pablo Arroyo fue condenado a diez años por el asesinato de Corzo. Ayer se escapó de la comisaría sin usar la violencia ni forcejeos. Aparentemente, tendría una copia de la llave del portón de la unidad.

NEUQUEN (AN) – La fragilidad del sistema carcelario provincial sufrió ayer un nuevo cachetazo. Pablo Arroyo, uno de los condenados por el homicidio del menor José Corzo en el denominado «crimen del recital», junto a otro preso se fugó ayer al mediodía de la celda que desde hacía diez días ocupaba en la comisaría Primera.

No tuvo que forzar puertas ni cerraduras, forcejear con los celadores o apelar a cualquier otra acción de violencia para burlar los controles. Le bastó con correr la traba de la celda, girar la llave del portón que da a la vereda, y correr a toda velocidad entre los árboles de la plaza Ministro González, a la que llegó cruzando la calle.

El episodio abrió grandes interrogantes sobre el desempeño que le cupo al personal encargado de la custodia y sobre los dispositivos de controles de la alcaidía. Ayer, el personal afectado a la guardia daba a los jefes su versión del hecho y los peritos estaban abocados a levantar cualquier indicio que pueda explicar la insólita fuga.

Arroyo (21 años) rumbeó para la zona del Parque Central y en cercanías de la terminal de ómnibus desapareció de la vista de los policías. Su compañero de fuga, Maximiliano Crespo (21, un «perejil», según fuentes policiales), tuvo menos suerte. Efectivos de la comisaría Segunda que ya se habían sumado al operativo, le dieron alcance y lo redujeron en cercanías del gimnasio del Parque Central .

La fuga fue descubierta en el momento, de manera que los efectivos de la comisaría y de otras dependencias contiguas -cabe señalar que la manzana está poblada de unidades policiales-, salieron tras los pasos de los fugados y lanzaron un alerta generalizado que dio lugar a un espectacular operativo de búsqueda.

Pero hasta anoche habían fracasado todos los intentos de detener a Arroyo. Al menos tres o cuatro domicilios, algunos de la zona del bajo de la ciudad, fueron allanados por la policía. Ninguno arrojó resultados y al caer la tarde los móviles policiales retornaban a las bases sin otro signo que el de la frustración.

Desde la jefatura de la comisaría Primera se informó que la fuga -es la segunda que se registra desde que el año pasado se inauguró el moderno edificio de Ministro González y Mendoza- de ayer se produjo alrededor de las 13.30. Fue a plena luz del día y no hubo violencia.

El guardia se encontraba circunstancialmente en otro sector del edificio, pero según se dijo, alcanzó a ver cuando los detenidos se alejaban a la carrera.

«Esta fuga no fue una cosa de momento, se nota que tuvo una aceitada planificación y que evidentemente hubo colaboración externa. La desaparición de Arroyo sólo se explica si lo estaban esperando para sacarlo del sector en algún vehículo», dijo un investigador, que no ocultaba su disgusto por el episodio.

«No hay fugas sin colaboración desde adentro», dijo una fuente ante la consulta sobre el accionar que le cupo al personal de vigilancia. Como dato sugestivo añadió que el carcelero tenía en su bolsillo la llave del portón metálico que da a la vereda, pero los presos utilizaron un duplicado, que dejaron en la cerradura tras escapar.

Arroyo había sido alojado en la comisaría Primera a la espera de trámites que se realizaban para trasladarlo la Unidad 9. Días atrás le había sido denegado un recurso de casación a la condena de diez años que le aplicó la justicia, por el crimen de Corzo, ocurrido el diciembre de 1997 en el Parque Central.

«Hasta ahora se había portado bien, pero ante la denegación del recurso se sabía que intentaría escaparse. Incluso, otros detenidos habían alertado que se pensaba fugar», dijo un fuente que pidió estricta reserva. En las celdas de la comisaría había doce detenidos, cuatro en un sector y ocho en otro. Los fugados estaban en el lote mayor.


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