«Ser o no ser» en la era digital
Un Hamlet atormentado en Manhattan
Atribulado, Hamlet camina por las calles de Manhattan, vestido con un traje de 1.500 dólares y un típico gorro andino. Es él, el joven Hamlet del año 2000 en la ciudad más cosmopolita del planeta y su drama sigue siendo el mismo: su madre se acaba de casar con el hermano de su padre muerto hace apenas un mes. Ahora su tío lidera la poderosa compañía Dinamarca. La duda lo asfixia. La interminable lista de porqués sin respuesta metamorfosea en imágenes, fotografías, películas, fragmentos de una realidad desesperante que el propio Hamlet capta con una cámara.
«Ser o no ser» de Michael Almereyda recupera el clásico de William Shakespeare en medio de una sociedad que se debate entre las obsesiones de siempre, a pesar de Internet y las camaritas digitales: el poder, la ambición, el amor, el engaño, el miedo y la locura. Hamlet, Claudio, Polonio, Horacio, Laertes, Ofelia, cargan con sus respectivas cruces sobre las calles del Soho, en el interior de lujosos departamentos del este de Manhattan poblados de libros y pantallas, y hasta en atestados videoclubes.
Almereyda no ha dejado de serle fiel al genio de Shakespeare. Quién podría permitirse tal afrenta aun hoy. Su filme remite a la iconografía caliente de la comunidad global. Lo que suponemos conforma lo más excelso de la nueva creación humana: el delicado sonido del motorcito de las computadoras, el pixel, la conexión invisible de las net y las intranets, la espontaneidad de lo virtual, el perfume fetiche de las mega tiendas; la mirada y el cuerpo, protegidos tras el escudo moderno de lo cool.
El Hamlet de Almereyda -el bello Ethan Hawke- es sensual y convocante como un modelo de Armani o el nuevo pintor vanguardista en boga de Nueva York, y su juventud, equiparable a la libertad de sus movimientos. Si no fuera por la realidad que lo envuelve, probablemente se habría ocupado de otros menesteres artísticos o empresariales donde sublimar un dolor que excede el conflicto familiar. Hamlet, asesinato de por medio o no, es un personaje atormentado y genial. La aparición de su padre -Sam Shepard- reactualiza su problema existencial: ser o no ser. El fantasma le revela, antes que el complot, la maldad del alma humana que Hamlet ya intuye. Por eso sufre. Almereyda queda en deuda en las escenas iniciales donde, sobre todo, verbaliza el drama. Por algún motivo, acaso el respeto sin mancha del que hablábamos, no transformó la línea en pura imagen. Donde pudo utilizar la explosión del color y el movimiento, dejó el texto.
«Ser o no ser» es una obra generacional, no por eso no perdurará. Las actuaciones escalan el precipicio de la inocencia y luego se hunden poderosamente en raptos emocionales que hacen olvidar la perfecta sincronía iconoclástica de Almereyda.
«Ser o no ser: he ahí el dilema. ¿Qué es más noble para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ella?», pregunta el personaje en el texto original y en la película. Ser o no ser, mientras una cámara de vigilancia graba al espectro del padre y Ofelia deshoja polaroids como si fueran margaritas.
Claudio Andrade
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