Sexteto Mayor, invitado de lujo

Antes de la presentación de hoy, en Bariloche, Mario Abramovich dialogó con "Río Negro" sobre esta formación.

EDUARDO ROUILLET

Creado en el '73 por José «Pepe» Libertella y Luis Stazo, con sus dos bandoneones más dos violines, piano y contrabajo, el Sexteto Mayor ofrece un tango instrumental con arreglos incomparables y poderoso sonido que lo ha hecho famoso en todo el orbe. Actuó en los más importantes escenarios, inauguró el emblemático local parisino Trottoirs de Buenos Aires, tocó en el Partenón en Atenas y realizó giras por todo el mundo. Como eje de los espectáculos «Tango Argentino» y «Tango Pasión», actuó en más de setecientas ciudades de todo el planeta y grabó más de veinte discos. Pero hoy, a las 22, el Sexteto estará en Bariloche, como invitado de lujo del festival

«Yo estoy con el Sexteto desde el mismo año 73; entré a los cuatro meses de fundado», aclara don Mario Abramovich (80), voz ronca, vital. «La primera lucha fue por llegar a una de las grandes casas que había en el centro de Buenos Aires. Trabajábamos para público argentino que tenía acceso a escuchar las grandes orquestas que quisiera -aún vivían sus grandes directores- por un precio bien accesible, cosa que hoy ya no existe. Son lugares bien manejados para el turismo, pero que no están al alcance de los bolsillos argentinos. Las orquestas grandes ya no existen, salvo Leopoldo Federico que sigue siendo un grande. Hoy, si alguien quiere ir a una casa de estas famosas para ver un número de tango, seguramente desconocido, debe pagar ciento cincuenta dólares. Yo iba a escuchar a Astor (Piazzolla) y a (Horacio) Salgán por quince centavos, que los tenía cualquier hijo de vecino. Eso valía un café. Tomaba un cafecito y me quedaba tres, cuatro horas escuchando a esos maestros.»

– Después apareció la posibilidad de viajar a importantes centros europeos…

-Antes de los años 80, habíamos incursionado en países de

Sudamérica. Pero a Europa, recién llegamos en 1981, cuando inauguramos una tanguería en París, Trottoirs de Buenos Aires. En el 83 debutamos con «Tango Argentino» para hacer sólo una semana en la Ciudad Luz, pero fue tal el éxito que eso duró nueve años. Fue como una explosión que nos llevó a recorrer todo el mundo.No teníamos contra, éramos los únicos… El tango no se había vuelto a instalar en Argentina. Creo que fue el comienzo de un exitazo que luego repercutió en el país. Yo me imaginaba que eso iba a pasar. Fue tanta la repercusión en el exterior que enseguida pensé en el rebote en nuestra tierra.

-¿Siempre debe ocurrir algo así para que descubramos lo que acá teníamos?

-Sí, lamentablemente. A Gardel le sucedió, a Astor… Es como importar nuestra música. Doloroso, pero así es. El dicho «nadie es profeta en su tierra», parece ser válido…»

-No para ustedes, que desde hace años trabajan y mucho en nuestro país…

-Sí, en realidad, para nosotros trabajar aquí siempre fue y es una satisfacción enorme. Ahora, eso tiene dos aspectos. El económico… A nosotros nos conviene trabajar en el exterior porque tres meses afuera equivalen a estar un año acá, y con mucho menos esfuerzo. Acá el trabajo es mayor y la retribución es mucho menor. El país es así, toda Latinoamérica se mueve de ese modo.Pero, como satisfacción -artísticamente hablando- es más lindo tocar en Argentina.

-¿Siguen viajando al exterior?

-Menos que antes, porque ya se han formado muchas compañías a partir del éxito de «Tango Argentino», que fue pionero; muchos desprendimientos, incluso de bailarines… Hay más competencia en los precios y cuando la oferta es mucha, la demanda baja. Es así y hay que aceptarlo.

 

De antes y de ahora

 

Desde su debut en la Casa de Carlos Gardel, la formación que comandaron Pepe Libertella y Luis Stazo, ganó el Grammy Latino 2003 «Mejor Disco de Tango», por su «Homenaje a Piazzolla», el Gran Premio de SADAIC al Intérprete, el ACE y el Konex de Platino 1995 – Mejor Conjunto de Tango, entre otros galardones.

Con la pareja fundadora, Libertella -fallecido en diciembre 04- y Stazo -ya retirado y viviendo en Alemania- tocaron Don Mario y Eduardo Walckzak, dos violines de excepción; se sumaron los bandoneones de Walter Ríos y Horacio Romo; Osvaldo Aulicino reemplazó a Kicho Díaz y a Omar Murtagh en el contrabajo; y el pianista Oscar Palermo sucedió a Armando Cupo y a Juan Mazzadi. También participaron violinistas de la talla de Mauricio Mise, Reinaldo Nichele, Hugo Baralis y Fernando Suárez Paz.

«Nosotros, siempre hemos pensado en tocar una orquestación que sin ser de corte antiguo, sin quedarnos en el tiempo, avance hacia Piazzolla hecho de un modo entendible. Hemos logrado -gracias a las orquestaciones, sobre todo de José Libertella- ser el conjunto que más obras de Astor tocó, y accesibles a cualquier tipo de público. De eso nos damos cuenta por los aplausos. La gente termina aplaudiendo de pie, aún ahora que no están Pepe ni Stazo. El éxito sigue siendo muy grande gracias a su trabajo como orquestadores. Nuestro capital son los arreglos que ellos han dejado. Nos movemos con un repertorio de cerca de treinta piezas. En un recital de dos horas, llegamos a veinte, veintidós tangos, con intervalos y todo. La gente los recibe muy bien, nos aplaude y pide bis; los hacemos y siguen los aplausos. Es algo que no

varió con el tiempo. A veces, nos parece que Pepe estuviera vivo…», se emociona Don  Mario.

«Yo empecé en la música con casi diecisiete años, y hace más de sesenta, trabajo profesionalmente. Tuve muchas temporadas con la Orquesta Filarmónica y la Estable del Teatro Colón. Después me retiré porque me gustaba mucho viajar… Yo no conocía mundo… Entonces, cuando se presentó el asunto de entrar al Sexteto Mayor, que me llevó Suárez Paz, vino la oportunidad de recorrer Europa, Asia, EEUU y cientos de ciudades. Fue un premio que hoy no cambiaría por nada.»


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