Siembra vientos, cosecha tempestades

Así, se observó claramente durante los últimos días en algunas situaciones de grave tensión que tuvieron el denominador común de haber partido de una situación crítica de «siembra de vientos» y de haberse transformado luego en una escalada con desviaciones peligrosas hacia la cosecha de tempestades del refrán: el caso Misiones y la pelea con el cardenal Jorge Bergoglio (la Iglesia), el enigma López y las secuelas sobre Derechos Humanos (los militares) y el manejo de la situación energética y sus derivaciones (los empresarios).

Otra pata de las corporaciones, la de los partidos políticos, quizás la más natural manera que tiene la democracia para relacionarse entre opuestos, se ha mantenido más que callada, avalando ella también la vocación de no diálogo que se le endilga al gobierno nacional. Hasta ahora se han escuchado apenas manifestaciones individuales de cada sector, pero nunca pronunciamientos orgánicos, ni mucho menos ideas de alternativa.

Pese a todo, en el horizonte del Gobierno se observan a plazo fijo dos nubarrones que podrían hacer zozobrar esas reglas que moldean la construcción de enemigos. El 29 de octubre, cuando se haga la segunda vuelta en Brasil y cuando Misiones le diga «sí» o «no» a la reelección indefinida que plantea su gobernador, el Gobierno navegará en la incertidumbre por un buen rato.

Cuando Kirchner viajó a Posadas, a fin de setiembre, lo hizo para apoyar enfáticamente a Rovira: «Si el pueblo lo vota…», justificó. Sin embargo, lo que más molestó a los misioneros fueron las fuertes críticas que hizo el presidente ese día sobre la actuación de la Iglesia en tiempos de la dictadura, sin saber probablemente que Jorge Kemerer, el obispo local en aquellos duros tiempos, fue uno de los que más luchó, a riesgo de su vida, para evitar excesos y salvar detenidos.

La controversia con la Iglesia siguió luego con manifestaciones de ambos lados donde se mezclaron desde el púlpito y el atril los vericuetos de las homilías con fuertes declaraciones del vocero del arzobispo de Buenos Aires y con discursos de barricada del presidente que, en uso pleno de las seis reglas, aludieron mediáticamente al agua bendita y al diablo en la sotana.

El caso López, por su parte, disparó una vez más la mirada hacia el pasado como una justa reivindicación de la memoria, pero sin el retorno que movilice la vocación de encauzar las enseñanzas para construir el futuro, tal como hicieron otras sociedades, la española por ejemplo, que tuvieron los mismos problemas que la Argentina.

En la semana salieron a relucir nuevamente las diferencias y los odios, a través de las marchas de quienes reivindican los derechos humanos y pedían «paredón, paredón…» y la de militares y civiles que recordaron a sus muertos en manos de la guerrilla y solicitaron una «amnistía» salvadora. En este punto es cuando las fuerzas políticas deberían hacer una síntesis y encontrar el camino del diálogo, aunque una vez más la oposición se cruzó de brazos y el Gobierno tomó partido y dejó hacer, mientras Jorge Julio López sigue sin aparecer.

En la misma línea de atenuar las inquietudes con disimulos, operó durante toda la semana el Ministerio de Planificación para cortar de raíz las voces de los empresarios de la industria que empiezan a temer problemas con la energía eléctrica en el verano y la de los hombres del campo que tras algunas lluvias que mejoraron la situación de sequía necesitan gasoil disponible para sembrar y cosechar.

Las dificultades de ambos rubros tienen como origen la cuestión tarifaria, ya que, sujeta a su resolución, se postergaron inversiones de ampliación de redes, construcción de centrales de generación y también los planes de exploración, en materia petrolera y gasífera. En este rubro, el Gobierno privilegió siempre los índices de precios, aferrado al esquema de las «ganancias razonables», un eufemismo con el cual busca meterse en el bolsillo de las empresas. Esa desidia de más de tres años llevó a la situación actual, aunque lo importante para la lógica de Planificación no es que se describa el problema, sino que nadie diga en público que hay una «crisis» energética, aunque una Resolución le haya impuesto a las empresas la autogeneración desde noviembre, a un costo todavía incierto, lo que la patentiza.

Otro manifestación que enmarca la situación es el «Comité Energético» mixto que se ha creado entre representantes oficiales y empresarios para encontrarle la forma a decir sin decir en un ámbito acotado y privado cómo se puede hacer para ahorrar energía, sin que el Gobierno se moleste porque se advierte públicamente que en el verano se pueden cruzar peligrosamente la oferta y la demanda y que eso haría tambalear el sistema eléctrico, con apagones que los votantes podrían facturar.

 

HUGO E. GRIMALDI

DyN

 


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