Andrea inspira estudiando a sus 60 años en Roca: “No pienso en los años que tengo, pienso en que lo logré»

Después de criar a sus hijos, dar clases de arte y trabajar toda una vida, Andrea volvió a estudiar. Hoy, con 60 años, está por recibirse de abogada y contagia su entusiasmo.

Andrea arranca antes de que salga el sol. Son las 5:30 de la mañana y aprovecha el silencio total que hay en su casa donde todos duermen para estudiar. Le toca Derecho Civil. Por tres horas estudia, hasta que es el momento de preparar los mates y alguna cosita de desayuno para su familia, luego se va a trabajar al negocio familiar y recién a la tarde vuelve a los apuntes. Sus jornadas cargadas de responsabilidades no la detienen, todo lo hace con convicción, entusiasmo y una voluntad que la lleva hoy a sus 60 años a recibirse de abogada y cumplir ese objetivo que soñó desde chica. «No pienso en los años que tengo, pienso en que lo logré».

Andrea Bualo nació en Bahía Blanca, pero se crio en Zapala, en la provincia de Neuquén. A los 17 años terminó la secundaria y, casi en paralelo, se recibió de profesora de dibujo y pintura en una academia que le abrió las puertas al sistema de educación. Durante años se dedicó a dar clases, a criar a sus tres hijos y a trabajar en diversos lugares, incluyendo zonas rurales y hasta una etapa en la Policía del Neuquén como administrativa.

En 2012, viviendo en General Roca, abrió un taller de arte que creció tanto que tuvo que alquilar una sala para dar clases. Con la pandemia lo cerró, pero continuó educando de manera online y participando en proyectos artísticos. “Viajé por todo el país dando seminarios. Incluso grabé para un canal de Colombia y para un programa de arte en Buenos Aires. Trabajé muchísimo en el arte», cuenta.

Andrea con alguna de sus obras. Foto: Juan Thomes.

Sin embargo, el sueño de estudiar abogacía siempre estuvo presente. “Siempre quise estudiar, pero no se podía. En esa época no existía esto de estudiar a distancia, de tener tutores por internet… llegué a inscribirme, pero nunca logre estudiar. Me era totalmente inaccesible”, recuerda.

Fue recién en 2023 cuando todo pareció alinearse. “Ya los hijos estaban grandes, mis nietos también. Mi marido tenía una estabilidad laboral. Y un día le dije: ‘¿Y si pruebo?’. Y me dijo: ‘Dale, probá’. Y ahí arranqué”, relata.

Andrea se inscribió en un instituto privado y puso primera. “Fue un desafío enorme: la computadora, internet, las plataformas… yo no manejaba nada de eso. Pero lo hice igual. Arranqué con todo”.

Hoy, con apenas dos años y medio de cursada, está a un paso de recibirse. Lo hizo en tiempo récord. Solo le falta la defensa oral de su tesis en Córdoba. “No sé cómo hice. Metí muchísimas materias. Pagué algunas extras. Me levantaba a las 5:30 de la mañana para estudiar cuando la casa estaba en silencio”.

En el medio de esos estudios, la vida no se detuvo. Falleció parte de su familia, su papá de 92 años se mudó con ella, siguió ayudando a su marido con el negocio familiar, y continuó con sus clases de arte online.

Así pasa sus días entre apuntes y responsabilidades domésticas. Aunque asegura que si no fuese por su familia no podría haber llegado al lugar en el que está. «Uno cocina, otro lava los platos, otro los pisos, hacen todo para que yo pueda tener el tiempo de estudiar», dice.

Estudia la mayor parte del día. Foto: Juan Thomes.

Sus hijos y nietos también la ayudan. «Mi nieta me da una mano para hacer los trabajos en la computadora, yo no sabía ni hacer una carátula y ella me ayudó. Uno de mis hijos me enseñó a comprimir archivos, por ejemplo», relata. «No podría haber llegado a donde estoy sin su apoyo».

Así como ella reconoce ese sostén, muchos reconocen los logros de Andrea. La estudiante cuenta que un día fue al banco y le explicó a la cajera por qué se le complicaba ir a cobrar: estaba haciendo las prácticas profesionales. “¿¡Te estás recibiendo de abogada!?”, le dijo la cajera, sorprendida. “Yo que pensé que era grande y ya se me había pasado el tren. Vos me diste ganas de hacer algo”, le dijo.

Lo mismo pasa con su nieta de 20 años que estudia Derecho en la Universidad Nacional del Comahue. «Ella está orgullosa de mí y yo le digo ‘si yo pude, vos tenés que poder».

Ese tipo de reacciones la llenan. “Me encanta poder transmitir eso. Me encanta que alguien me escuche y diga: ‘Bueno, si ella pudo, yo también’. Porque no sirve de nada quedarse en ‘qué mal que me va’. Hay que tener fuerza. Siempre”, destaca.

Hoy, Andrea está a punto de recibirse con una tesis escrita con perspectiva de género basada en la compensación económica en divorcios. “Muchas veces no se valora el trabajo de la mujer en la casa, la crianza, la comida, el sostén emocional… todo eso tiene un valor. Y eso fue lo que quise plantear”.

En agosto defenderá su tesís en Córdoba.

No le queda nada para tener su título en mano, sin embargo, no proyecta en grande, quiere vivir el momento. “Primero quiero disfrutar el hecho de poder decir ‘lo logré’. Después veré qué hago. Pero lo importante es eso: que lo hice. Que cumplí mi sueño”.

Para Andrea cumplir ese sueño que la acompañó desde que era joven es más que un logro, es una inspiración a seguir adelante. «Los sueños son vida y pueden cumplirse. Uno tiene que proponerse cosas en la vida. Mientras que vos vas luchando por eso, te mantiene activo», expresa. «Lo importante es ser positivo en la vida y creer que todo se puede lograr».