“Cansada de los planes”, acampó para conseguir un banco y viajó 70 kilómetros en una Motomel para ser enfermera

Cuando empezó la carrera vivía en Picún Leufú y viajaba a diario para cursar en Plaza Huincul. Muchas veces con frío o cansada pensó en abandonar, pero el apoyo familiar fue clave. Desde el 4 de marzo es profesional.

Tamara García aprobó hace pocos días la última materia y ahora es enfermera. Durante los tres años –dos de ellos atravesados por la pandemia de coronavirus- debió acampar cuatro días para garantizarse una vacante, viajar en moto desde Picún Leufú hasta Plaza Huincul, seguir las clases por zoom hasta retornar a la presencialidad. Ahora, disfruta del esfuerzo realizado hasta que le llegue certificado pueda matricularse y así acceder a un puesto de trabajo.

“La vida del estudiante no es fácil, muchas veces la cabeza te juega en contra. Hay cosas que no están en tus manos y hay que seguir siempre. No hay que dejar porque siempre se presentará algo”, cuenta hoy Tamara, desde su casa en el barrio Progreso de Cutral Co.

La historia de esta joven de 32 años con la enfermería se inició en 2018, cuando junto a su esposo Ángel Arangüena se decidieron a estudiar porque con una familia a cargo se encontraron “cansados de trabajar de los planes”. Entonces, ya habían terminado la escuela secundaria y buscaban una carrera terciaria y como en Picún Leufú de donde son oriundos y vivían entonces, no había oferta resolvieron buscar una alternativa.

“Mi idea era empezar en la policía, presentamos los papeles y lo eligieron a mi esposo y yo me quedé afuera”, cuenta.

Un día se encontró con una compañera que le sugirió estudiar Enfermería en Plaza Huincul. Debían inscribirse un 14 de octubre de 2018 en el Instituto Superior de Cruz Roja, que dispuso un cupo de 50 ingresantes, de los cuales 15 estaban destinados para aspirantes del interior.

Llegaron cuatro días antes y acamparon durante todas esas noches en la vereda como tantos otros.

“Resulta que teníamos el número 16 y 17, o sea, no entrábamos. Pero yo dije: ya estoy acá, vine y me voy a quedar”, recuerda Tamara. La deserción de dos muchachos antes que ellas les aseguró el cupo y lograron acceder.

Viajar en una moto por la Ruta 17

El problema era el transporte desde Picún Leufú hasta Plaza Huincul. Su compañera le ofreció hacerlo en moto –una Motomel de 200 centímetros cúbicos– y como no habían manejado nunca en ruta, el primer viaje lo hicieron cuando se tenían que hacer un examen médico.

Transitar los 70 kilómetros por la ruta provincial 17, les demandó una hora y media la primera vez, cuenta Tamara.

“Las dos llegamos acalambradas. Después tomamos confianza y tardamos una hora, pero la ruta es un peligro y siempre teníamos miedo”, refiere. Al mal estado de la cinta asfáltica, se le sumaba los animales sueltos que se cruzaban, pero el clima sin dudas era lo peor.

“Un día había una protesta y desviaban todo el tránsito por la 17. Esa vez casi nos pisa un cole porque ellos quieren pasar y pasar y no les importa nada, pero lo seguimos dando hasta donde pudimos”, sostiene.

El día que viajaron con más frío fue 5 grados y “llegamos congeladas, era temblar hasta que nos cambiábamos la ropa y lográbamos recuperarnos. La neblina te moja mucho, pero lo peor es el viento”, aclara. En ocasiones, el frío la dormía y se despertaba cuando sentía que se recostaba sobre su compañera.

Cuando dejó de viajar en moto, empezó a hacer dedo. Muchos conductores la traían porque viajaban desde Picún Leufú hasta Huincul y luego, la misma modalidad para la vuelta.

Contención familiar

El regreso tampoco era fácil porque en casa, esperaban los dos hijos que hoy tienen 6 (Elián) y Morena (13). “Tenés que estar porque te esperan, hay que cocinar, o comer y salir siempre con las reuniones de la escuela o algo”, indica.

En ese momento, la red de contención familiar fue imprescindible porque las abuelas cuidaban de cada uno de los chicos hasta su regreso.

Para 2020 y después de haber aprobado los exámenes resolvieron mudarse a Cutral Co porque el riesgo y el cansancio del viaje diario era muy alto. Sin embargo, se declaró la pandemia.

Fue difícil también porque debió cursar con los datos del teléfono porque no tenía internet. “Para mí era una inversión, gastar los 2000 pesos para poder seguir las clases”, indica.

La situación cambió en la segunda mitad del 2021 cuando volvieron a la presencialidad, aunque las prácticas (que sí pudo hacer en el hospital durante el 1º año de carrera) ya no eran del mismo modo.

En estos tres años hubo momentos en que Tamara pensó en abandonar, pero reflexionaba cuando Ángel, su esposo le hacía recordar cuándo esfuerzo y sacrificio había hecho desde el acampe hasta los viajes en moto y a dedo, sumado a las horas de estudio y la participación en las clases virtuales.

“Lloraba, me secaba las lágrimas y pensaba: me duermo, mañana será otro día”, recuerda. La última materia la rindió el 4 de marzo: “Paciente crítico”. Ese día hubo festejo.

Enfermería y la calidad humana

“En mi caso no sabía si me iba a gustar o no, lo hice como una salida laboral, pero en el momento que fui al hospital, ahí sí fue que toda la información me fue cayendo y si me gustó”, dice hoy.

Entiende a la tarea de la Enfemería como un “acercamiento con un ser humano que no conoces y vas a brindar lo mejor que salga de vos para ayudar a la persona. Te lo agradecen y esa satisfacción de brindar cariño, atención y cuidado es muy linda. Espero seguir creciendo en eso”.

Entre los planes de Tamara figuran poder avanzar en la licenciatura en Enfermería, pero por el momento, disfruta de haber terminado su formación.

“Ahora, si siento que es para mí”, concluye. Espera encontrar que cuando comience a trabajar buenos compañeros, que le permitan crecer y aprender, porque sostiene que es una disciplina en la que nunca se deja de aprender.

Por ahora, instalados en Cutral Co donde además está el otro hijo de su esposo, de 8 años, no hablan de que se sea su lugar definitivo, pero seguirán aquí porque sus hijos ya están escolarizados. Más adelante, verán en qué lugar o destino los encuentre como familia.


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