Cantoras del norte neuquino: dos voces, dos generaciones y una misma lucha por mantener vivo el legado
Inés Ramona Villagrán tiene 74 años y se crió entre animales y el cantar de su familia. Elizabeth Tillería tiene 36 años y fue en 2020 cuando entendió que el canto corría en su sangre. Ambas son parte del Movimiento de Cantoras en Defensa del Legado Cultural.
En el norte neuquino, la música se mama. Se hereda. Suena en las chacras, en las celebraciones familiares y en los momentos compartidos. Allí, desde hace décadas, las mujeres cantoras sostienen una tradición que muchas veces fue invisibilizada, cuestionada o directamente silenciada. Hoy, entre esas voces que vienen cantando desde niñas y otras que llegaron más tarde, el legado cultural se defiende cantando.
Inés Ramona Villagrán tiene 74 años y nació “en los maitines, en la sección Chacra”. Así se presenta, nombrando la tierra como quien dice su propio documento de identidad. Ella empezó a escribir cuando tenía 10 años. «Escribía lo que vivía en la chacra con los animales, con los niños y mis hermanitos», recuerda.
En su historia, la música no aparece como una elección, sino como una herencia imposible de evitar. “Yo abrí los ojos escuchando la música de mi mamita”, dice, y enseguida menciona a sus papás y a sus abuelos, que cantaban y tocaban instrumentos.
Ser la hermana mayor la llevó a cuidar a los más pequeños. Y también su objeto más preciado, la guitarra. Cuando todos dormían la siesta, ella agarraba su instrumento, sus hermanos y en el río los deleitaba con sus canciones.
Inés nunca estudió música de manera formal. “No estoy preparada, no estudié con cuadernos, pentagrama ni nada. Todo natural. Todo autodidacta”, explica. Improvisa siempre. “Yo cuando voy a cantar, nunca tengo cuadernos para mirar lo que escribo”, dice con seguridad. Las melodías y las palabras salen en el momento. Si alguien le pide una canción para un hijo, una madre o una vivencia personal, no la prepara de antemano: nace ahí.

Cuando Inés canta, parece que lo hiciera sin dificultad, sin embargo, su camino en el canto tuvo algunas complicaciones. De chica se encontró con un límite tajante. “Estaba mal visto que una mujer cantara», comenta. «Era una deshonra para la familia”, recuerda.
Es que fue a los diez años cuando quiso cantar en una fiesta y su madre se lo prohibió. Fue su papá quien salió a defenderla. “Ella va a cantar, porque Dios le dio ese don de cantar”, dijo. “Yo con diez años capté todo eso”, dice hoy Inés, consciente de que ese gesto cambió su camino.
Cantó toda su vida. Entre el trabajo, la familia y las reuniones comunitarias. “Trabajando igual, domingo, sábado, pero donde había alguna reunión, yo cantaba”, cuenta. Hoy, con 74 años, sigue sosteniendo que cantar es una forma de dar algo bueno.
Cuando habla de lo que siente al cantar, encuentra una comparación íntima: “Es como cuando uno tiene su primer hijo y lo pone en el pecho. En ese momento te sentís una persona valiosa para otro ser humano y así me siento yo con las personas que me está escuchando”, expresa. Así también, es determinante al momento de deleitar a la gente: el respeto es clave. «No me gusta cuando silban, esto no es una cancha de futbol, es sagrado y quiero que se respete».
A algunos kilómetros y con décadas de diferencia vive Liz. Ella tiene 36 años y una historia distinta, pero anclada en la misma tierra y con un mismo norte.
Elizabeth Tillería empezó a cantar en 2020, durante la pandemia. Aunque se crió con sus abuelos en una chacra, durante mucho tiempo sintió que esa música no era para ella. “Yo creo que mi generación viene con un quiebre. Siempre pensamos que lo de afuera es mejor que lo nuestro”, reflexiona.
Con los años, y a partir de vivencias personales, algo cambió. “Los golpes de la vida te vuelven a encontrar con tu identidad, con tu raíz”, dice. Y ahí apareció la música del norte neuquino.

Su acercamiento a la guitarra tuvo una motivación amorosa: “Yo quería tocar la guitarra para cantarle cuecas y tonadas a mi abuela”. Cuando se animó, todo tuvo sentido. “Fue como que estaba en mi ADN”, cuenta.
Hoy Liz canta principalmente música recopilada: cuecas y tonadas que no tienen autor conocido y que se transmitieron de generación en generación. También interpreta canciones de Violeta Parra y cantores históricos.
Subirse a un escenario no fue fácil. Los nervios, el miedo a equivocarse, la tensión previa eran parte de la experiencia. “Me contracturaba días antes”, recuerda. Con el tiempo, entendió algo clave: “Eso es más del ego”. Hoy se queda con lo que la música genera. “Me ha pasado de ver que la gente se emociona, que empieza a aplaudir, que sale a bailar”, dice. La respuesta del público es su motivación.
Liz es una de las impulsoras del Movimiento de Cantoras en Defensa del Legado Cultural, que surgió luego de la suspensión del encuentro tradicional de cantoras que se realizaba desde hacía ocho años. “No hubo presupuesto y se suspendió”, explica. «Ni siquiera se consultó a las cantoras sobre la posibilidad de reunirse igual», comenta. Esa decisión encendió el reclamo y la organización.
Así nació el nuevo encuentro, que se realizará el domingo 7 de diciembre. Será una jornada cultural desde las 15.30, con la participación de unas 18 cantoras, además de productores, feriantes y artesanos de la zona. “La idea es revalorizar a la mujer cantora, a los productores y a los artesanos”, cuenta Liz.

El encuentro también tendrá un momento de homenaje a las cantoras más antiguas. “Las cantoras de más años nos dicen: ‘Ustedes tienen que seguir, porque si no esto se pierde’”, relata Liz.
Inés va a estar ahí. Va a cantar. Liz también. Dos generaciones, dos recorridos distintos y una misma convicción: que el legado cultural del norte neuquino se defiende con la voz, la memoria y las canciones que continúan naciendo en la tierra.
En el norte neuquino, la música se mama. Se hereda. Suena en las chacras, en las celebraciones familiares y en los momentos compartidos. Allí, desde hace décadas, las mujeres cantoras sostienen una tradición que muchas veces fue invisibilizada, cuestionada o directamente silenciada. Hoy, entre esas voces que vienen cantando desde niñas y otras que llegaron más tarde, el legado cultural se defiende cantando.
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