Con el mundo de la moda se consolida el camino textil de la cabra neuquina

Las pasarelas abrieron nuevas oportunidades.

NEUQUÉN (AN) .- La cabra neuquina se da la gran vida colmada de suavidad. Nace en las zonas más puras de la provincia, se alimenta de los arbustos del norte o el centro y bebe el agua cristalina de la Cordillera de los Andes. Luego, la peinan o la esquilan. Finalmente, sus fibras llegan a las pasarelas más exclusivas del país, transformadas en prendas de exótica belleza. Lo único que puede evitar que llegue al carretel para conquistar al mundo, es terminar en el asador antes de tiempo.

La cabra criolla de un criancero de Chos Malal no reniega de su destino en el paisaje virgen que nació. Sus antepasados llegaron con los primeros misioneros jesuitas en el siglo XVII y hoy la mayoría de las familias que tienen rebaños son trashumantes. Su principal destino, durante años fue parir chivitos a los que por su calidad, se les puso el sello neuquino, pero hoy también valoran su lana.

La idea de ponerle valor a sus fibras fue de un ingeniero del INTA que en los ‘90 hizo el planteo, pero en el 2004 se empezó a trabajar. De las cabras criollas se extrae el cashmere. Al esquilar se saca todo el vellón, se cosecha el pelo grueso y la parte fina, pero por peinado se obtiene un 80% de cashmere, mientras que por esquila un 10%.

Compañera fiel de aquella cabra, es la de angora que se cría en la zona centro y de la que se obtiene el mohair. En su caso, sus abuelos llegaron en tren a una estancia cerca de Loncopué y luego se mezclaron con las criollas. Muchos años después, varias de ellas cuidan el brillo nacarado de sus fibras cruzándose con genética australiana. “Hoy tenemos animales con una mejora genética alta. Hace 18 años trabajamos en esto. Australia y Sudáfrica son líderes en calidad y nosotros estamos cerca. Tenemos fibras de 21 micrones y un rinde del 97%”, dijo Ovidio Meriño, productor de Zapala.

Como faltan galanes australianos les hacen inseminación artificial en los laboratorios de Campana Mahuida (ver aparte). Una vez que paren, todas van a esquila dos veces al año, una en primavera y la otra en otoño.

Calidades y precio

“Los que bajan de la trashumancia después de la veranada ya están esquilando”, dijo Meriño. Después se hacen dos clasificaciones y se arman fardos de diferentes calidades de fibra. “En el mercado internacional, un mohair bueno está $ 600 el kilo y en el argentino no lo logramos, la última venta fue de $ 122,50”.

Siempre hubo en la zona artesanas del hilado, pero en noviembre del año pasado se comenzó a dar valor agregado a la fibra sucia en dos plantas de procesamiento, mediante el uso de maquinas Mini Mills, importadas por la provincia desde Canadá. Los hilados los comercializan desde el Centro Pyme mediante Filosofía Natural que es la marca que nuclea a los productores del norte y el centro. Los hilos pueden salir $1300 el kilo puro y de a poco llegan a diseñadores como el conocido Martín Churba o las neuquinas Laura Leiva y Luz Arpajou de Abre Indumento.

El año pasado ellas hicieron el primer desfile con su marca y no pararon de crecer. Tienen tejidos de merino, mohair y cashmere. Lo tiñen de forma natural con piñones, cebollas o productos regionales que mantienen la paleta de estas tierras.

Hace poco fueron seleccionadas por Bafweek, la semana de la moda en Buenos Aires, para hacer la presentación de otoño invierno.

“Es un producto de mucho valor, una perla y la gente no entiende como se logra tanta suavidad. Las periodistas de moda llaman para preguntar y en las pasarelas nuestros tejidos son protagonistas”, dijo María Laura.

Las fibras de las cabras también son viajeras, y Abre las hace llegar a Holanda y otros países en los que se comercializan. “Es un proceso profundo y depende de qué tejido se use, pero un sweater básico de mohair puede salir $ 4.000. Los ponchos con diseños bordados, nuestro objetivos es que lo use a diario en las ciudad y puede salir $ 8.000”, dijo María Laura.

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