De curanderos y “otras hierbas” en la antigua ciudad de Neuquén
Antes de que la capital del Territorio del Neuquén pudiera contar con un hospital público digno, los especialistas en plantas, hongos y raíces eran los expertos en sanación. Un oficio muy requerido.
Corría la primera década de la capitalidad de Neuquén. El sistema de Salud era muy precario, casi inexistente. Solo existía un pequeño centro de salud que funcionaba en una casa de familia. El reclamo de los vecinos por supuesto se hacía sentir.
Y allí surgieron los curanderos, machis o “quienes ejercían la medicina ilegal”, según los especialistas que miraban con malos ojos estás prácticas. Pero lo cierto que la mayoría de la población prefería recurrir a ellos debido alas dificultades para acceder a un sistema sanitario oficial.
Los curanderos eran expertos en todas las enfermedades y males del cuerpo y de la mente que podrían surgir. Curaban desde el mal de ojos, un empacho, hasta la “culebrilla”.
“Cuando está ojeado se echa aceite en un plato y ya está. No se necesita oración especial, solo en el nombre del Padre y del Hijo nomás. Sino se cura vuelve y otra vez se hace lo mismo. Con las hierbas se cura casi todo, por ejemplo la ruda para el hígado, el ajenjo para cuando usted está hinchado”, es el relato de quejó Elvira R.
“Sanadores había varios, estaba Francisco Jáuregui, en el barrio Limay. Era entrerriano y abarcaba toda gama de la sanación: resfríos, quebraduras, empacho, mal de ojo. Cuando ellos no sabían que hacer lo derivaban a los médicos”, es el testimonio que dejó Maurico A.
Ambos fueron recuperados del archivo histórico, por los miembros de la página digital másneuquén. com. Una postal de lo que fue el Neuquén de 1900.
Algunos cobraban, otros recibían lo que sus pacientes podían darles, otros intercambiaban una curación por algún objeto que necesitara. Llegaron a ser muy respetados por la población de la flamante capital, aunque nunca gozaron del prestigio del que contaban los médicos «venidos de afuera».
Comentarios