Descubrimiento en Bariloche: las levaduras favorecen el crecimiento del tomate, aún en contextos de estrés hídrico

Los ensayos comenzaron años atrás por parte del Laboratorio de Microbiología Aplicada del Ipatec lo confirmaron: las levaduras favorecen un mayor número de frutos por plantas y, a la vez, frutos más grandes. Esto se produce incluso al disminuir el riego.

Investigadores de Bariloche analizan el impacto de las levaduras para mejorar la producción agro forestal en Patagonia. La mirada está puesta en el tomate.

Hoy, los microorganismos que se aplican al agro para mejorar las condiciones de crecimiento son bacterias. Se emplean para la soja, el trigo, el maíz y otros cultivos que se desarrollan en climas más cálidos. Pero no siempre son exitosos en climas fríos.

«Nuestra idea fue utilizar microorganismos de Patagonia que ya están adaptados a las condiciones climáticas de la región para mejorar la producción. Así nos abocamos al estudio de las levaduras como una alternativa novedosa en el mundo de la microbiología agrícola«, resumió María Cecilia Mestre, directora del Laboratorio de Microbiología Aplicada y Biotecnología Vegetal y del Suelo del Ipatec, que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue.

Esta bióloga llegó a Bariloche 18 años atrás con la intención de llevar adelante su tesis doctoral sobre levaduras en los bosques nativos. En ese momento, no abundaba la información. Se preguntó entonces cuántas levaduras había y cuál era su rol ecológico funcional. «Hice un curso de posgrado sobre los microorganismos que ayudan a crecer a las plantas y el 99% del curso estaba referido a las bacterias. Ahí me di cuenta que nadie estudiaba a las levaduras y su impacto en el crecimiento de los árboles de nuestros bosques, como la lenga, el ñire, el coihue, el roble pellín«, recordó.

Años atrás, a María Cecilia Mestre le llamó la atención que me di cuenta que nadie estudiaba a las levaduras y su impacto en el crecimiento de las plantas. Foto: gentileza

El foco del estudio poco después se centró en los álamos, considerados «árboles de crecimiento rápido, importantes en Patagonia desde la protección de los cultivos de fruta, las casas y representan puntos de referencia ya que dan cuenta de la presencia de agua o habitantes».

Pero después, el impacto de las levaduras en la producción hortícola en la región despertó interés. Se centraron en el tomate por ser la segunda especie más producida en el mundo, después de la papa.

Esta línea de la investigación comenzó en 2017 en un invernadero de la Dirección de Bosques de Río Negro. «Teníamos algunas pistas de laboratorio que nos indicaban que hay levaduras que producen metabolitos que son beneficiosos para las plantas. Al productor le sirve saber si un plantín es chico o grande, pero lo que quiere saber, en realidad, es qué pasa con el fruto», comentó.

Se realizaron capacitaciones con ingenieros agrónomos y técnicos viveristas para entender cómo se produce el tomate, más allá de los libros. «¿En qué momento el productor incluye algo nuevo, más allá del agua, en su cultivo? Supimos que cuando las plantas tienen primeras hojas se usa la fertilización que se incluye en el riego. Pensamos entonces en meter levaduras en solución -en un medio líquido- como primera fertilización de la planta», puntualizó.

La investigación se llevó adelante «a ciclo completo», es decir se esperó que la planta creciera y tuviera frutos. «En Patagonia puede haber entre una y tres cosechas de tomates. En otros lugares, hay todo el año. Todo depende de la temperatura, las horas de luz», aclaró.

El primer ensayo arrojó datos alentadores: algunas levaduras favorecían un mayor número de frutos por plantas y, a la vez, frutos más grandes. Pero además, las levaduras no solo tenían efectos sobre la planta sino sobre otros microorganismos del suelo, por ejemplo las micorrizas (una simbiosis mutualista entre hongos y las raíces de las plantas).

«Cuando uno se centra en la planta, se olvida de cuidar otras cosas que tienen que ver con la biota o microbiota del suelo, asociadas a las raíces de la planta que tiene un efecto positivo en la planta. De esta forma, usábamos microorganismos nativos que no van a meter ruido en la diversidad», afirmó.

¿Qué pasa con las bacterias que se usan en agricultura en Argentina?

Las bacterias que hoy se aplican a los cultivos de la soja, el trigo y el maíz provienen de proyectos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de hace años. Esos desarrollos se llevan adelante en el centro del país y en zonas agrícolas como Córdoba, Santa Fe, La Pampa, Buenos Aires y Entre Ríos. «Son lugares con determinadas condiciones climáticas y otros tipos de suelo. Un microorganismo del norte puede no adaptarse a esta zona y quizás, desbalancea la microflora de nuestro suelo«, señaló.

En este contexto, destacó Mestre, las levaduras resultan innovadoras porque no hay muchos estudios en el mundo como «promotora de crecimiento vegetal». «Las levaduras no reemplazan a las bacterias, pero pueden acompañar. Sabemos que nuestro suelo tiene micorrizas y si agregamos levadura que fomenta su crecimiento, estamos ayudando a la producción», dijo.

Ideales para zonas de estrés hídrico

En Patagonia, el tomate se cultiva en invernaderos y está fuertemente marcado por la época del año. No solo necesita calor sino horas de luz. De modo que la producción depende de la tecnología disponible (invernaderos con luz y calefacción) y la disponibilidad de agua.

En este sentido, el grupo que dirige Mestre avanzó en otra línea de investigación: se propusieron indagar si las levaduras podían mejorar -o brindar mayor resistencia- a las plantas de tomate en caso de estrés hídrico. El estudio forma parte de la tesis doctoral de Micaela Boenel.

«El agua es un bien valioso no renovable. Si pretendemos ampliar la producción agrícola en Patagonia porque, por ejemplo, aumenta la población, hay que expandirse a lugares con menos disponibilidad de agua, como la Línea Sur», argumentó.

Una vez más, los resultados sorprendieron favorablemente: aún con una reducción del agua de riego en un 85%, había producción. «Las levaduras no solo mejoraban el crecimiento de los frutos en condiciones normales sino ante una situación de sequía. Los ensayos continúan», manifestó con entusiasmo.

Los resultados de ambos trabajos con levaduras ya fueron publicados en dos revistas científicas de Argentina. La primera investigación fue difundida por Lilloa, una publicación del Instituto Miguel Lillo de Tucumán; mientras que la última, por la revista de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo.


Investigadores de Bariloche analizan el impacto de las levaduras para mejorar la producción agro forestal en Patagonia. La mirada está puesta en el tomate.

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