Desde la historia de Felipe hasta el Obelisco: corazones en cuenta regresiva por la donación de órganos

Pamela Domínguez, la mamá del bebé de neuquén trasplantado de corazón, habló sobre la instalación que ideó junto al artista Leandro Sívori y busca concientizar sobre una problemática que atraviesa a la sociedad argentina.

Al lado del Obelisco, dos camas hospitalarias irrumpen en la escena porteña y llama la atención de quienes pasan. Sobre cada una descansa un corazón: uno de adulto y otro infantil. En ambos, un reloj corre en cuenta regresiva. La instalación se llama “No hay tiempo” y fue impulsada por Pamela Domínguez, la mamá de Felipe, el bebé neuquino trasplantado de corazón, y el artista Leandro Sívori, con la participación del Insituto de Trasplante. La obra busca sacudir y conmover para poner en primer plano una problemática que atraviesa a toda la sociedad argentina:la necesidad urgente de donar órganos.

Desde que empezó la historia de Felipe, Pamela, su mamá, se propuso no callar. Felipe nació en Neuquén esperó casi un año un corazón. El órgano llegó de la mano de Luca, otro bebé neuquino cuya familia tuvo el valor de pensar en otra y le dijo sí a la donación pediátrica. Felipe con un nuevo corazón, sigue en tratamiento, y su mamá sigue luchando por los demás niños que esperan un trasplante.

Siempre traté de generar conciencia. Como le prometí a la familia de Luca, su donante, yo iba a seguir trabajando y hablando de donación de órganos”, expresa Domínguez. Encuentros, charlas y talleres la conectaron con gente y así generó un vínculo con el artista plástico Leandro Sívori, conocido por sus esculturas de corazones.

“Nos hicimos muy amigos… yo hablaba todo el día en las redes de la donación y me invitó a uno de sus talleres para pintar un corazón. Él se ofreció a ayudarme en todo lo que necesitara para mostrar lo que estaba ocurriendo con la donación pediátrica en Argentina”, relata.

Felipe recibió un trasplante de corazón. Foto: Gentileza.

Desde entonces, hicieron varias acciones juntos. Pero la realidad de las últimas semanas, marcada por la muerte de niños que esperaban un órgano, los impulsó a ir más allá. “Queríamos más, queríamos hacer algo grande. Las últimas pérdidas de niños nos habían devastado y necesitábamos hacer algo”, dice Pamela.

Así nació la idea de montar una habitación de terapia intensiva en el punto más neurálgico de la ciudad de Buenos Aires. “Queríamos hacer algo que fuera duro, que la gente lo viera y realmente le impactara. No se muestra mucho la espera… Y es la parte más dura. A nadie le gusta hablar de muerte o de quirófanos, pero es necesario que la gente entienda lo que está ocurriendo”.

El proyecto llegó al Instituto de Trasplante, donde encontraron apoyo inmediato. “Les mostramos la foto de la idea y les impactó muchísimo. Les encantó. Nos dijeron ‘vamos a trabajar juntos’”, recuerda. El organismo se encargó de la logística, seguridad, medios y redes; mientras que Sívori creó la obra física y Pamela coordinó los contenidos audiovisuales, incluyendo un banner con dos códigos QR instalado en el mismo Obelisco.

Uno de esos QR dirige a un video explicativo sobre la realidad de la donación. El otro, más disruptivo, activa la cámara frontal del celular y muestra un mensaje: “Nadie está exento. Hoy podés ser vos”. “La idea es generar conciencia, que la gente se informe. Vos podés decir que no a la donación por una creencia, por lo que sea, pero lo importante es llegar informado… Hay mucho miedo, mucho tabú”, señala.

Aunque ella milita específicamente por la donación pediátrica, la muestra incluye dos camas porque busca interpelar a toda la sociedad. “Hay 8.000 adultos esperando en Argentina. Entonces instalamos una cama pediátrica y una cama de adulto”, comenta.

La obra se montó el tres de diciembre y el día siguiente coincidió con un hecho histórico: por primera vez, la Ciudad de Buenos Aires celebró el Día del Trasplantado. “Fue paralelo, justo. Nosotros veníamos trabajando hace tres meses. Y se dio que la Legislatura lo aprobó y se hizo todo junto”, cuenta Pamela. Estará dispuesta hasta el domingo a las 21.

En el corazón de Buenos Aires, donde Felipe aún se recupera y cientos de personas y niños esperan un trasplante, “No hay tiempo” busca provocar una pausa en la rutina para recordar algo simple y urgente: hay vidas esperando.


Al lado del Obelisco, dos camas hospitalarias irrumpen en la escena porteña y llama la atención de quienes pasan. Sobre cada una descansa un corazón: uno de adulto y otro infantil. En ambos, un reloj corre en cuenta regresiva. La instalación se llama “No hay tiempo” y fue impulsada por Pamela Domínguez, la mamá de Felipe, el bebé neuquino trasplantado de corazón, y el artista Leandro Sívori, con la participación del Insituto de Trasplante. La obra busca sacudir y conmover para poner en primer plano una problemática que atraviesa a toda la sociedad argentina:la necesidad urgente de donar órganos.

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