Gustavo, el lavacopas de tan solo 14 años que terminó como metre en el hotel Llao Llao de Bariloche
En el día del trabajador gastronómico, Gustavo Chauquillan lleva 39 años trabajando en el rubro. Consiguió su primer trabajo siendo adolescente para ayudar a su madre y de esta forma, encontró su vocación. Hay alrededor de 8.000 empleados gastronómicos en Bariloche.
Gustavo Cheuquillan lleva 39 años trabajando en gastronomía. Apenas tiene 54 y le falta para jubilarse, pero consiguió su primer trabajo cuando tenía 14, allá por 1985. Este barilochense pretendía ayudar a su madre que alquilaba una casa en la calle Sáenz Peña, junto a su hermana. Y sin dudarlo, salió decidido a buscar trabajo, sin imaginar que encontraría su vocación.
Entró como lavacopas al hotel Presidente, ubicado en la avenida San Martín, frente al Bariloche Center. Poco después, asumiría el rol de “bachero”, luego «pelapapas» y también trabajó como peón.
“Como era menor de edad, nos hacían los aportes patronales con estampillas que se cambiaban en el correo una vez que eras mayor. En mi caso, decidí trabajar porque necesitábamos, yo venía de una familia de escasos recursos. Lo cierto es que me empezó a gustar y en este mundo, poco a poco, uno empieza a ambicionar”, confía.
Gustavo observaba cada detalle del trabajo de los mozos y los cocineros. Poco a poco, empezó a aprender el oficio, a capacitarse en el mundo de la gastronomía. Ingresó al hotel Apartur como ayudante de mozo, después en el hotel Bella Vista e Interlaken ya como mozo. “Fue mi inicio en salón. Muy emocionante. Se me fueron dando todo tipo de oportunidades que fui aprovechando”, recuerda.

Casi sin poder creerlo, Gustavo fue contratado como mozo para trabajar en el hotel Llao Llao en 1993, cuando el establecimiento volvió a abrir sus puertas, después del incendio que lo destruyó por completo y el nuevo cierre en 1978, durante 15 años. “Me dieron la oportunidad de trabajar como chef de fila, ayudante de metre (el responsable de dirigir y coordinar el servicio en un restaurante). Era el momento de apogeo del Llao Llao. Y logré ser metre, aquel que organiza el salón, a los comensales, las reservas, hasta 2001. Me sentí como el Messi de la gastronomía. La máxima aspiración en un hotel cinco estrellas”, reconoce Gustavo.
¿Por qué decidió renunciar en 2001? Aseguró que, como todo joven, no dejaba de soñar y aspiraba a nuevas oportunidades. Lo tentó un ofrecimiento para ingresar al restaurante Familia Weiss, luego, a una cadena de casinos como director de alimentos y bebidas y, hasta lo convocaron del hotel Sheraton en el barrio porteño de Retiro y de un restaurante en Asunción, en Paraguay. “Soy un poco nómade y me gusta experimentar, pero uno siempre vuelve al pago. Entré como mozo en El Galpón de Salo y empecé a dar clases en la carrera de chef de un instituto gastronómico”, relata.

Gustavo admite que, de volver el tiempo atrás, volvería a elegir el mismo camino. “Es todo un mundo por descubrir. Siempre está la posibilidad de capacitarse. Disfruto mucho el trato con el público, agasajarlo. La gente busca un ambiente cálido, que la atiendan amablemente, poder interactuar”, subraya.
Hoy también disfruta dictar clases de cocina, aunque le toque la parte de teoría. “Soy chef y es lindo esto de poder transmitir a otras generaciones lo que uno sabe. Me cuesta pensar que llevo tantos años en el oficio. De pronto, uno aterriza y toma conciencia de que pasaron tantos años”, señala.
También se muestra nostálgico. Advierte que han cambiado las costumbres y la ceremonia para comer con tanta oferta de comida rápida. “La gente ya no prioriza la buena atención. Eso se ha perdido un poco”, lamenta. Por otro lado, remarca que los jóvenes que ingresan a trabajar en gastronomía ya no tienen la misma motivación que tenían tiempo atrás: “No lo toman seriamente como un oficio, sino que quieren zafar y hacerse unos pesos. No sienten ese amor que sentíamos nosotros para trabajar. No entienden lo importante que es trabajar de lo que a uno le gusta realmente. De todos modos, no me resigno y trato de imprimirles esas ganas, ese entusiasmo: el placer de trabajar en gastronomía”.
El sindicato gastronómico Uthgra Bariloche tiene registrados más de 8.000 empleados. Es la actividad más importante de la ciudad cordillerana, al igual que el comercio. «Depende netamente del turismo, el motor de la ciudad», indicaron desde el gremio.
Cada 2 de agosto, se hace un reconocimiento a los trabajadores del rubro con más de 25 años de trayectoria. En esta oportunidad, Liria García celebra sus 52 años de experiencia.
Por otro lado, los trabajadores se preparan para participar de una nueva edición de la Carrera de Mozos en la Fiesta Nacional de la Nieve. Lo definieron como «un evento de camaradería y no una competencia que intenta resaltar a una actividad icónica en la ciudad, como la gastronómica».

Gustavo Cheuquillan lleva 39 años trabajando en gastronomía. Apenas tiene 54 y le falta para jubilarse, pero consiguió su primer trabajo cuando tenía 14, allá por 1985. Este barilochense pretendía ayudar a su madre que alquilaba una casa en la calle Sáenz Peña, junto a su hermana. Y sin dudarlo, salió decidido a buscar trabajo, sin imaginar que encontraría su vocación.
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