Incendio en Epuyén: «Volví a ver a mi familia varias horas después porque había quedado encerrado en una cortina de humo»

Gustavo Rojas, su pareja y sus cuatro hijos, no tienen dónde vivir y pasan los días, junto a otras familias, en un centro cultural.

Desde una montaña, Gustavo Rojas fue el primero en ver cómo el fuego que se desató en Epuyén el último miércoles cruzaba el enorme arroyo Blanco como si nada y avanzaba hacia la población de La Rinconada. Sin perder un segundo, bajó corriendo para avisarle a la gente que se preparara. Pero no tenía señal y los mensajes no salían. Desesperado volvió a subir. Tarde: el fuego ya había llegado. 

Les gritaba a los demás -aunque no lo escuchaban- para que lo fueran a ayudar. Desde abajo, le gritaban -pero tampoco él los escuchaba- que abandonara el lugar porque veían que el fuego estaba encima suyo. No se había dado cuenta. «De golpe, me encerró una cortina de fuego enorme y ahí me di cuenta que tenía que salir. Corrí y me perdí con tanto humo. Hoy, todavía, tengo los ojos super hinchados«, describe con la voz quebrada a RIO NEGRO. La imagen sigue presente y vuelve a su cabeza una y otra vez.

No lograba bajar para escapar del fuego, se sentía atrapado y no encontraba la salida. «Hasta que finalmente pude salir y llegar hasta mi taller. No paraba de tirar agua, pero en 15 minutos el fuego llegó hasta donde estaba. Veía cómo quemaba las casas y seguía tirando agua hasta que no pude más«, relata. 

El fuego, advierte, arrasaba con todo lo que encontraba con una rapidez increíble. «El viento iba para todos lados, así que el fuego iba saltando de un lado para otro. Arrancó en una casa, pero esa casa ni la tocó: saltó 50 metros a la casa de al lado, y luego a otra y a otra», resalta. 

Así fotografió Gustavo uno de los peores momentos de incendio. Foto: gentileza

Su familia ya había evacuado el lugar, pero no sabían que había pasado con Gustavo. No lograban dar con él y la angustia se incrementaba a cada minuto. «Esto comenzó al mediodía y yo volví a ver a mi familia recién a las tres. Nadie sabía dónde estaba y yo estaba metido ahí como cabra y terco que soy. Pensaba la estupidez de que el fuego no me iba a ganar. Cuando vi a mis hijos y a mi compañera llorando, me quería matar. Ellos preguntaban a todo el mundo por mí, yo no sabía que me estaban buscando«, comenta. 

Hasta el viernes por la noche, las llamas consumieron 2700 hectáreas en Epuyén. Los mismos vecinos realizan vigilias en las zonas más afectadas para evitar que el fuego se siga propagando. «Hay foquitos que hay que ir apagando. Y al no haber agua, estamos con pala. Se quemaron las mangueras principales. Los bomberos traen agua con las motobombas», describe Gustavo mientras repartía agua y comida entre vecinos de La Rinconada.

El fuego y volver a empezar. Foto: gentileza

Volver a empezar

Este hombre había comprado un terreno en La Rinconada, pero aún no había logrado empezar a construir. Vivía, junto a su pareja y sus cuatro hijos, en una casa prestada que logró salvar de las llamas. Porque, insiste, «justo estaba ahí». «Me la habían prestado porque estaba haciendo un Salón de Usos Múltiples gigante. En ese lugar, había un galpón con todas mis herramientas. El fuego arrasó con el SUM y con el galpón, de modo que perdí todos mis elementos de trabajo», cuenta y agrega: «Ahí también estaba la casa de la mujer que nos prestaba la vivienda a nosotros. Perdió todo, de modo que ahora le devolvimos la casa donde vivíamos nosotros. Ella es sola». 

La familia de Gustavo tomó sus pertenencias y se trasladó al centro Lihuén Cultural, junto a otras familias que lo perdieron todo. «En mi caso, no perdí la casa, pero no tengo laburo al haberme quedado sin herramientas. Hago construcción (herrería, carpintería y permacultura). Ya veré cómo hago para recuperar mis herramientas para seguir trabajando y construir mi casa porque hoy no tengo a dónde vivir«, plantea.

Perdió todas sus herramientas. Foto: gentileza

Mientras tanto, varias familias conviven bajo el mismo techo. Solo hay un baño que no tiene ducha, hay una pequeña cocina y un living. «Nos vamos a bañar a la casa de vecinos que nos prestan. Estoy pidiendo carpas y bolsas de dormir para llevar a mi terreno y levantar un rancho antes del invierno. Le di trabajo a mucha gente que hoy nos está colaborando. Lo cierto es que este centro es una gran casa que nos abriga ahora y si bien no hay apuro, tenemos que construir algo rápido porque somos muchas familias en el mismo lugar. La mayoría alquilaba y lo perdió todo. Estamos en la misma«, se lamenta. 

Comenta que tanto en el centro cultural como en el gimnasio municipal reciben donaciones de dentífricos, jabones, comida, ropa: «Mucha gente que no tiene nada, usa el baño o viene a buscar ropa, a calentar agua, o a buscar comida». En este momento, lo que más se necesitan son sábanas, toallas, ropa de hombres y borcegos porque»ahí donde estamos limpiando, se nos queman las alpargatas», aclara Gustavo. También precisas palas, picos, mangueras.  

Gustavo, su pareja y tres de sus hijos. Foto: gentileza

No duda. Lo que pasó fue devastador pero repite una y otra vez que «lo que más vale es que no se perdió ninguna vida humana y que estamos todos juntos«. «Uno debe salir adelante, bajar las revoluciones. Esto pasó por algo. Soy una persona positiva, pasa que todo esto me angustia mucho porque soy super sensible. Pero ayer ya empecé a repartir comida y hoy me levanté dispuesto a activar mirando a los otros y no a mí mismo», concluyó.


El alias del Banco de Chubut de Gustavo, para quien pueda colaborar, es BROMA.CARNE.BAUL.


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