Eduardo, el pediatra de Bariloche que salió del consultorio con campañas de concientización, se jubila

Eduardo Zori ejerce como médico desde hace 46 años y, 45 como pediatra. Es cordobés, pero cuando cumplió 40 años se radicó en Bariloche junto a Leonor, su compañera de vida.

Siempre dijo que se jubilaría al cumplir los 70 años. Y así lo hizo. El día anterior a su cumpleaños, concurrió por última vez al centro pediátrico ubicado al oeste de Bariloche y atendió sus últimos pacientes. Cuando terminó, alguien le pidió que saliera un momento del edificio. Al hacerlo, se encontró con unos 40 pacientes -algunos ya en la universidad- que empezaron a aplaudirlo. De esta forma, lo homenajearon y le regalaron una despedida que no esperaba, pero merecía.

Eduardo Zori ejerce como médico desde hace 46 años y, 45 como pediatra. Tiempo atrás, se jubiló del hospital público Ramón Carrillo de Bariloche, pero siguió trabajando en el ámbito privado.

«Siempre me preguntan si estudié medicina por vocación y no. Soy médico por mi papá que era panadero. Cuando era chiquito, siempre le decía a todo el mundo: ‘Este va a ser doctor’. Fui creciendo con eso y cuando me preguntaban qué estudiaría, contestaba sin dudar que medicina en Córdoba», confiesa este hombre que nació en Porteña, un pueblo cordobés en el departamento de San Justo.

Así fue. Al terminar el secundario, se trasladó a la capital de la provincia para estudiar Medicina y luego, se radicó en Santa Fe para hacer la residencia en pediatría. Ingresó al Hospital de Niños donde conoció a una enfermera, Leonor, de quien se enamoró hasta el día de hoy.

Un apasionado de los chicos y la medicina. Foto: gentileza

Zori vuelve a recordar a su padre, un fervoroso trabajador y fanático de Boca. Asegura que estaba orgulloso de él ya que se convirtió «en el primero de la familia en terminar el secundario y hacer la universidad«. «Pude subir en la escala social; por eso, reinvidico la educación pública porque soy producto de eso», reconoce.

Con 28 años, la joven pareja visitó Bariloche y tomando mate en las escaleras de la calle Moreno, observaron el lago y se pusieron como meta instalarse en la ciudad cordillerana. El sueño se demoró unos años porque Zori decidió esperar a que las dos hijas que tenía de un matrimonio anterior fueran un poco más grandes. Llegó a Bariloche un 2 de enero, con 40 años recién cumplidos.

Eduardo Zori cumplió 70 años y su sueño de jubilarse. Foto: Chino Leiva

Durante 25 años trabajó en el hospital público de Bariloche y asegura que siempre disfrutó del trabajo comunitario. A lo largo de todos estos años, admite, recibió innumerables muestras de afecto. «A veces, me vienen a saludar y no sé quiénes son. Me da una vergüenza, pero me agarran desprevenido y los chicos cambian mucho. Uno siempre agradece», dice.

También hubo momentos duros y situaciones angustiantes porque, como afirma Zori, «la medicina no puede controlarlo todo». «Una vez la madre de una nena que tenía un año me dice que le parecía que no pisaba bien. Al tiempo se le detectó una displacia de cadera. Me pregunté una y otra vez cómo no lo había detectado y llegué a presentar un trabajo médico sobre ese caso en una revista de médicos de Santa Fe», menciona al tiempo que reconoce que la muerte de un niño también duele y no se olvida. «Generamos un vínculo con cada chico. Un hematólogo nos decía que teníamos que hacernos de una especie de escudo pero no, no se puede«, advierte.

En una de las tantas ediciones de la Semana de las Quemaduras. Foto: gentileza

La medicina pública me dio el trabajo social hacia afuera, la medicina privada me permitió acercarme y entrar a muchas familias. Crecer con los chicos»,

Eduardo Zori, médico pediatra de Bariloche.

Afuera del consultorio

A lo largo de estos años, Zori fue mucho más allá de la atención en el consultorio. Brindó asistencia durante muchos años en el hogar «El refugio de Jesús» que albergaba a chicos de la calle y derivados por la Justicia. Luego, esa atención se trasladó al Centro de Atención Integral para Niños y Adolescentes (Caina) por casi 10 años.

Además, encabezó inmumerables campañas de concientización. La Semana de la Prevención de Quemaduras se llevó adelante durante 20 años, junto al pediatra Diego Schnaiderman.

Zori recordó que, constantemente, había uno o dos niños internados a causa de quemaduras. De modo que los dos pediatras publicaron un trabajo en una prestigiosa revista científica de Argentina sobre los motivos de estos accidentes y con quién estaban los chicos cuando se quemaban. «Ahí nos planteamos qué hacíamos con toda esa información e iniciamos una semana de prevención«, recuerda.

«El otro día -continúa-, en mi cumpleaños 70, un colega que es amigo me decía que ya no registran más niños quemados. Según las estadísticas había bajado 90% la internación por quemaduras y había bajado 78% la incidencia. No bajó por nuestra campaña, pero trabajamos para que baje«.

Otra campaña concientizaba respecto a la necesidad de que los niños viajen con cinturón de seguridad. La idea surgió a través del análisis de las estadísticas con la Dirección de Tránsito de Bariloche. También apuntaron a desalentar el uso de andadores para evitar una «falsa seguridad» en los chicos que terminaban generando muchos accidentes. «Medí el impacto tiempo después y el uso de andadores había bajado un 50%», expresa triunfante.

¿Qué rescata de todos estos años de profesión? «Todas cosas lindas. No volvería atrás. Cada cosa que hice en las distintas etapas de mi vida las hice con ganas. Ahora llega una etapa de contemplación. Como dice la canción de Serrat: ‘De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa chupando un pavo sentado sobre una calabaza‘», plantea.

Poco a poco, Zori fue avisándole a sus pacientes que se jubilaría pronto simplemente para que no se encuentren con la noticia de casualidad. «Muchos me preguntaban por qué me retiro de algo que me gustaba tanto. El trabajo médico demanda mucha atención todo el tiempo. Y este es el tiempo para retirarme. Ya fue tiempo suficiente«, concluye.

Festival de Prevención Vial, junto a Diego Schnaiderman. Foto: gentileza

Sus dos hijas más grandes son médicas (una de ellas, pediatra) y sus dos hijos más chicos, uno es comunicador social y la muchacha, licenciada en Letras. «Tenemos hermosas charlas», reconoce.


Siempre dijo que se jubilaría al cumplir los 70 años. Y así lo hizo. El día anterior a su cumpleaños, concurrió por última vez al centro pediátrico ubicado al oeste de Bariloche y atendió sus últimos pacientes. Cuando terminó, alguien le pidió que saliera un momento del edificio. Al hacerlo, se encontró con unos 40 pacientes -algunos ya en la universidad- que empezaron a aplaudirlo. De esta forma, lo homenajearon y le regalaron una despedida que no esperaba, pero merecía.

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